La hipoteca
De s¨²bito, los bancos se pelean a muerte por nuestras hipotecas. Al gunos est¨¢n dispuestos incluso a pagar los gastos de quir¨®fano que cuesta el trasplante. Un conocido m¨ªo fue narcotizado en plena calle con la inyecci¨®n de un mibor + 0,75, y al despertar le hab¨ªan pasado la hipoteca. del Central al Bankinter, o del Santander a La Caixa, ahora no me acuerdo. Y sin dejarle cicatriz. En los vest¨ªbulos de las instituciones bancarias hay expertos con el bistur¨ª en la mano asegur¨¢ndote que la operaci¨®n no duele nada, ante notario. Para los pobres es una sensaci¨®n muy rara esto de que los millonarios tengan tanto inter¨¦s en nuestros mesenterios. Por un lado, da gusto verlos pelearse para ver qui¨¦n nos lleva a la cama, pero, por otro, sabiendo como sabemos que la hipoteca es una gl¨¢ndula mortal, una bomba de relojer¨ªa adherida al miocardio, produce miedo advertir tanta codicia en su mirada.La hipoteca segrega un humor verdoso, parecido a la bilis, que los pobres nos tragamos porque no nos queda otro remedio. Lo raro es que los millonarios se empe?en en introducirnos una c¨¢nula para beber de ese l¨ªquido amargo. Quiz¨¢ se trate de una perversi¨®n gastron¨®mica como el pat¨¦. El caso es que mucha gente que viv¨ªa sin hipoteca se est¨¢ animando a pon¨¦rsela por el placer de subastarla entre Bot¨ªn, Ybarra o los hermanos Valls Taberner. Ya que no nos invitan a jugar al golf, que pujen por nuestros bandullos.
No s¨¦ qu¨¦ hacen las organizaciones de consumidores que no crean una asociaci¨®n de enfermos de hipoteca. Con la pasi¨®n que despiertan nuestras llagas econ¨®micas en los millonarios exc¨¦ntricos, todos unidos en una sola ¨²lcera podr¨ªamos negociar unas condiciones excelentes. A lo mejor no les sac¨¢bamos el h¨ªgado, pero seguro que les com¨ªamos el mibor. La uni¨®n hace la fuerza.
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