Regreso a Erich Fromm
Siempre tiembla uno un poco al volver a leer d¨¦cadas despu¨¦s los libros que nos inspiraron arrebatos en la primera juventud: tememos no reconocernos, vernos rid¨ªculos en el espejo de tales preferencias, incluso detestarnos. Cuando se trata de novelas o poemas a¨²n vale la excusa de que cada edad de la vida requiere sus propios cl¨¢sicos, pero esto alivia poco si los amores tempranos que nos repelen pertenecen al campo de la filosof¨ªa o la teor¨ªa social. Los entusiasmos literarios abandonados nos hacen sentir ingenuos, pero los doctrinales nos denuncian como est¨²pidos. Y ello pese a que la terrible velocidad ideol¨®gica de crucero de este siglo ofrece una aceptable coartada hasta para los desvar¨ªos m¨¢s sonrojantes, con tal de que hayan pasado unos cuantos a?os desde aquel obsoleto fervor.De modo que releo hoy con cierta aprensi¨®n El miedo a la libertad, de Erich Fromm, el libro que signific¨® tanto para m¨ª y para otros muchachos de mi generaci¨®n en v¨ªsperas del 68 (antes de que el ep¨ªlogo de Eros y civilizaci¨®n, de Herbert Marcuse, nos lo pusiera en entredicho). Pues bien, creo que en l¨ªneas generales soporta la prueba con notable gallard¨ªa. Sigue siendo un diagn¨®stico preciso y n¨ªtido del conflicto que enfrenta al individuo moderno con las exigencias de la sociedad que lo posibilita, en el que se indica la ra¨ªz originaria de algunos de los peores males del siglo que acaba... los cuales todo parece indicar que no acabar¨¢n con ¨¦l. Ciertos m¨¦ritos del libro deben ser recordados previamente para aliviar comentarios cr¨ªticos m¨¢s injustos que inmisericordes; en primer lugar, lo temprano del an¨¢lisis, pues la obra fue escrita antes de finalizar la segunda contienda mundial y conserva su vigencia gracias a la amplitud de un enfoque que sabe trascender el terrible momento en que fue escrita. Pero tambi¨¦n cuenta su inteligente correcci¨®n del punto de vista freudiano, no s¨®lo al reprocharle justificadamente que infravalora la importancia de la posici¨®n sociohist¨®rica en la g¨¦nesis de los caracteres ps¨ªquicos, sino tambi¨¦n cuando hace una observaci¨®n profunda y menos atendida: "Los actos libres -o espont¨¢neos- son siempre fen¨®menos de abundancia. Y la de Freud es una psicolog¨ªa de la escasez". La anal¨ªtica freudiana utiliza siempre como principio explicativo el af¨¢n de aliviar tensiones y sosegar inquietudes, pero quiz¨¢ se pierde as¨ª la dimensi¨®n plet¨®rica sin la cual aquello que denominamos libertad deja de merecer ese nombre.
Tiene Fromm en su contra ser un autor de lo que podr¨ªamos considerar "la l¨ªnea clara" del ensayismo contempor¨¢neo y, para agravar las cosas, evidentemente bienintencionado. No hay en el tenebrismo, ni truculencia, ni esa global desesperaci¨®n tit¨¢nica ante la modernidad que tan picante excitaci¨®n propicia en el plano siempre confortable de nuestras academias. Son serios inconvenientes porque el enigma verboso y la enmienda a la totalidad han tenido sin cesar premio de consolaci¨®n en el clima ideol¨®gico de la posguerra. Y hoy tambi¨¦n, sin duda: mucho hemos hablado recientemente de los desvar¨ªos racistas y reaccionarios de algunos profesores carcas, pero yo conozco pr¨¦dicas universitarias no menos antidemocr¨¢ticas ni m¨¢s sabias que como dicen apoyarse en Foucault o Alain Badiou son tenidas en alta estima progresista.
Desde luego, Erich Fromm denuncia tambi¨¦n gran parte de los embelecos ideol¨®gicos vigentes, pero resulta obvio que est¨¢ m¨¢s interesado en animar a la gente que en desolarla o abrumarla. Es inteligible, cautelosamente edificante... ?Qu¨¦ m¨¢s hace falta para que los pedantes atrabiliarios le vuelvan la espalda con un gesto de conmiseraci¨®n? Y a veces resulta sin duda insuficiente o se envuelve en piadosas brumas en la parte final de El miedo a la libertad cuando propone una "espontaneidad" cuyas calidades resultad dif¨ªciles de precisar, para luego enredarse en un tibio elogio de la econom¨ªa planificada que no parece de modo inmedoato compatible con ella ni aun advirtiendo que "una de las tareas principales de la sociedad es... la forma de combinar con la descentralizaci¨®n" . No debemos olvidar entonces que escribe a finales de los a?os cuarenta y nosotros le leemos despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn.El gran m¨¦rito de Fromm estriba en comprender el individualismo no como el vicio insuperable de la modernidad, sino como su mayor innovaci¨®n, pero se?alando tambi¨¦n que potenciar al individuo exige un reforzamiento de las estructuras integradoras de la sociedad y no su abandono en provecho exclusivo de la ley del m¨¢s fuerte. El problema de la sociedad contempor¨¢nea no es el exceso de individualismo, sino los cortocircuitos que lo bloquean aprovech¨¢ndose del miedo a la soledad y a la responsabilidad que el uso de la libertad suscita en el convivir de la muchedumbre. Entonces la tentaci¨®n es renunciar a ella para aferrarse a la colectivizaci¨®n forzosa o a la jerarqu¨ªa fascista: en el primer caso se aspira a suprimir * coactivamente las desigualdades y en el segundo se las consagra como resultado de una m¨ªtica biolog¨ªa de los pueblos. Tanto la publicidad comercial como la propaganda de los grandes partidos pol¨ªticos contribuyen a automatizar las reacciones individuales, con promesas paradisiacas cuyo aut¨¦ntico mensaje oculto es el reposo en la uniformidad.
El ciudadano de las sociedades inundadas por la informaci¨®n abrumadora -cuyos albores no le pasan desapercibidos a Fromm- se debate en una masa ca¨®tica de datos a la espera del especialista que los dote del sentido que aceptar¨¢ con m¨¢s alivio que esp¨ªritu cr¨ªtico.Nace as¨ª esa complicidad caracter¨ªstica de nuestro tiempo en tre el escepticismo que no se cree nada de lo que lee o escucha y el cinismo que acepta siempre el pu?etazo en la mesa autoritario, mientras todas las opiniones se hacen "respetables" porque cada cual renuncia a argumentar las propias o a examinar racionalmente las del vecino. Contra este conformismo refunfu?ante previene Fromm, as¨ª como contra los su puestos rebeldes -encabeza dos en su d¨ªa por Hitler- en quienes se mezcla el resentimiento de una clase media que sustituye la conciencia pol¨ªtica por la b¨²squeda de chivos expiatorios con el oportunismo al servicio de la demagogia populista. En fin, lo de sobra sabido entonces y ahora, principalmente ahora, aqu¨ª: basta con escuchar el discurso gubernamental vigente en nuestro pa¨ªs y, sobre todo, el periodismo "insobornable" que le ofrece las coartadas. Sin duda, esta valoraci¨®n ha sido ya repetida y ampliada muchas veces desde que se public¨® El miedo a la libertad, por lo, que hoy no suena con tan brillante eficacia como cuando la le¨ªmos por primera vez, hace varias d¨¦cadas. El mismo Erich Fromin profundiz¨® sus planteamientos te¨®ricos en obras posteriores, sobre todo en Man for himself (en espa?ol, ?tica y psicoan¨¢lisis, F. de Cultura Econ¨®mica), que me parece su mejor libro. Considero, sin embargo, que leer o releer estas p¨¢ginas sigue siendo un ejercicio que instruye, estimula y sugiere: lo cual no es bot¨ªn desde?able en un mercado editorial en el que tanta letra caduca aparece diariamente. Si por una vez la buena moneda expulsara a la mala, y no al rev¨¦s -como la l¨²gubre econom¨ªa ense?a que sucede- El miedo a la libertad de nuevo abrirse paso, deber¨ªa sobre todo, entre los j¨®venes. Pues son ellos los m¨¢s interesados en buscar respuesta urgente a las preguntas aparentemente ingenuas que en ¨¦l se plantean: "?Independencia y libertad son inseparables de aislamiento y miedo? ?O existe, por el contrario, un estado de libertad positiva en el que el individuo vive como un yo independiente sin hallarse aislado, sino unido al mundo, a los dem¨¢s hombres, a la naturaleza?".
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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