Consolemos a Pantic
El ¨²ltimo Barcelona-Atl¨¦tico de Madrid ha dejado una larga serie de escenas para la odisea. Una de las m¨¢s celebradas ocurre justo despu¨¦s de la doble goleada, cuando el portero V¨ªtor Ba¨ªa, con las neuronas fundidas por la tensi¨®n, se desploma sobre el punto de penalti. Llega entonces Iv¨¢n de la Pe?a y le incorpora como si fuese un herido de guerra. Este di¨¢logo de deportistas puede ser ilustrado con todas las im¨¢genes posibles de la generosidad. En un impulso de grandeza, el joven inspirador de la remontada interrumpe el desfile triunfal y comparte su gloria con el compungido portero que, a pesar de la victoria final, tiene el cuerpo molido a goles.Cualquier revisi¨®n de aquel gesto podr¨ªa ser interpretada como un caso de censura innecesaria. A pesar de ello, es justo decir que el peque?o bonzo estaba consolando a un hombre por el que se habr¨ªan cambiado, uno por uno, todos los jugadores del equipo contrario. Estaba reconfortando a un ganador. Y esta consideraci¨®n, tambi¨¦n irreprochable, nos lleva a una pregunta: ?Qui¨¦n se encarg¨® de consolar a Pantic?
Porque en el prudente y silencioso compositor serbio s¨ª se representaban todas las miserias del porvenir. Para empezar, su aparici¨®n en el f¨²tbol profesional coincidi¨® con el advenimiento de la m¨¢s brillante promoci¨®n de futbolistas balc¨¢nicos que se recuerda. En el territorio de la disolvente Federaci¨®n Yugoslava tuvo que alternar y competir con un espl¨¦ndido elenco de deportistas precoces, todos ellos acreditados en el Mundialito de Chile. De all¨ª surgieron genios del contragope como Savicevic y Mijatovic, magos de la orfebrer¨ªa como Boban y Prosinecki, zurdos venenosos como Jarni y Mikhailovic, pistoleros a sueldo como Suker y Pancev. Cuando se descompuso el escenario, casi todos volaron a Italia o Espa?a para participar en la nueva quimera del oro. Atrapado en la fila de segundones, ¨¦l hubo de exiliarse en Grecia.
De pronto, su paisano Radomir Antic tuvo un golpe de memoria, se acord¨® de ¨¦l y le rescat¨® cuando estaba a punto de cumplir los treinta. Le recuper¨® a tiempo para ganar Liga y Copa y, qui¨¦n sab¨ªa, para incorporarse alguna vez a la alegre moda de los goleadores triples. De los llamados Hat Trick.
Hoy, el destino ha vuelto a intervenir, y Pantic pertenece de nuevo a la confederaci¨®n de rezagados y deprimidos. Despu¨¦s de mandar once tiros al poste, lleg¨® a Barcelona, recuper¨® un antiguo sue?o, meti¨® cuatro goles y luego perdi¨®.
Vamos a darle un abrazo. Milinko: ponte de pie.
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