Cultura
Dices cultura y ya no hay nada m¨¢s que hablar. Dices cultura y ya no hay quien te tosa.Decir cultura inmuniza; lo que m¨¢s.
La cultura no hay que tenerla forzosamente; basta con mencionarla.
Cultura no es la ¨²nica palabra recurrente; hay otras de similar proyecci¨®n: en el aspecto positivo, solidaridad y tolerancia; en el negativo, racismo y xenofobia.
T¨®mense las palabras cultura, solidaridad, tolerancia, racismo y xenofobia, bar¨¢jense al antojo y siempre saldr¨¢ un incontestable mensaje de altos vuelos.
Cualquier circunstancia es buena para invocar los conceptos correspondientes -mejor todos-, no importa que se trate de la vida p¨²blica o la privada. La pol¨ªtica y la econom¨ªa, el arte y la ciencia, el trabajo y el ocio, la burocracia y la acracia -si tienen fundamento o simpleza, da igual-, se justifican y hasta se ennoblecen en cuanto se les a?ade un referente de cultura, tolerancia, solidaridad, racismo o xenofobia.
La cultura inversora, la cultura de la recogida de basuras. As¨ª se ha dicho, y no es sino una forma astuta de distraer el fin primordial de la gesti¨®n bancaria y el de las empresas dedicadas a recoger basuras: el negocio.
La cultura crediticia, la cultura financiera, la cultura de los planes de pensiones. Bien, pero hablando en plata: las f¨®rmulas y estrategias que practican o elucubran los bancos para ganar dinero sac¨¢ndoselo a la clientela. Depositar los desperdicios en una gama de cubos caseros y vaciar ¨¦stos en la de contenedores municipales seleccionando la materia org¨¢nica y la inorg¨¢nica, los restos de comida, el pl¨¢stico, el metal, el papel, el vidrio, es la cultura de la recogida de basuras, acorde con las inquietudes del hombre civilizado en el umbral del nuevo milenio. Bien, pero hablando en plata: las empresas que obtienen rendimientos sustanciosos recogiendo basuras quieren incrementarlos reduciendo uno de sus mayores costes, que es seleccionar los desperdicios; y lo conseguir¨¢n, al menos en parte, si les hacen este trabajo sucio los usuarios.
Los okupas est¨¢n alborotados porque los echan de los edificios vac¨ªos -ellos los llaman abandonados, aunque qui¨¦n sabe-, y ¨¦sta es una de las mejores ocasiones que pueden encontrarse ahora para esgrimir todas las palabras de moda. Les expulsan por culpa de la intolerancia, fruto de sentimientos racistas y xen¨®fobos; quienes no les apoyan son insolidarios y est¨¢n contra la cultura.
Resulta, pues, que el movimiento okupa es cultural; invade los edificios para dedicarse a las manifestaciones culturales.
Nadie lo niega, pero con el mismo derecho e igual objeto podr¨ªan meterse en esos edificios abandonados otros que no pertenecen a movimiento okupa alguno: las familias sin vivienda, las f¨¢milias que no pueden costear el alquiler de una vivienda, las familias que no les da la gana pagar una vivienda; los que quieren instalar un taller de vainica; los que necesitan situar unas mesas de billar; los que les gustar¨ªa disponer de lan espacio para hacer casinillo con los amigotes; los que montar¨ªan a caballo si pudieran guardar en sitio seguro el caballo; los que ligan mucho y carecen de estancia do liberar sus inquietudes y quitarse el cuidao. Porque todo eso es cultura. ?0 no es cultura dar cobijo a la familia, bordar, practicar los juegos de sal¨®n, leer, charlar, ejercitar la equitaci¨®n, hacer el amor?
El movimiento okupa, que est¨¢ dando pasos firmes en sus justas reivindicaciones, es bueno. Aunque uno sospecha que ha equivocado el tiempo y el lugar.
Lo que en realidad plantean sus ocupaciones es derogar el derecho de propiedad y cualquier otro, salvo el libre albedr¨ªo; implantar la igualdad absoluta de clases, socializar la vida. Y como estamos en un Estado de derecho regulador de una sociedad capitalista que ha implantado la econom¨ªa de mercado, aquello no puede ser.
O lo uno o lo otro.
Quiz¨¢ lo que propugnan los okupas es la revoluci¨®n. Mas no parece ser el momento. La palabra revoluci¨®n (que tambi¨¦n ser¨ªa cultura; hay una cultura de la revoluci¨®n) a¨²n no est¨¢ de moda.
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