Un 'carvalho'
Yo propongo que se llame carvalho al tipo que se manda a los entierros en lugar de uno, con la representaci¨®n de uno. El que aguanta la lata y el apret¨®n de manos empa?ado, el que se lleva el mal fario. Carvalho ya ha cruzado ese umbral de la gloria mediante el que un nombre propio se convierte en un nombre com¨²n. Ha sido ante todas y cada una de las demoliciones que han ido sucedi¨¦ndose, cuando Montalb¨¢n le ha dicho:-Ve t¨².
Y el tipo ha ido. Previo pago. Pero se ha tragado todos los entierros.
Sucedi¨® con la austera moral calvinista del revolucionario. Luego con la propia revoluci¨®n. Con el manique¨ªsmo. Con el amor. Con la guerra fr¨ªa. Con la literatura. Con la memoria. Hasta al entierro de su propia ciudad le hizo asistir. Est¨¢ a punto de asistir ahora al entierro del milenio, que es el del tiempo.
Sin cortarse un pelo, con una frialdad envidiable, M. V. M. ha ido endos¨¢ndole todos los muertos. En los ¨²ltimos entierros, Carvalho flaquea. No parece distinguir ya los muertos de los vivos y acabar¨¢ d¨¢ndole el p¨¦same al sepulturero: seguramente, lo tr¨¢gico ha ido cediendo el paso a lo grotesco. De las demoliciones le ha ido llegando a Montalb¨¢n apenas un eco muy amortiguado, unas frases de cortes¨ªa, un titular de prensa como m¨¢ximo: nada comparable al soplo de la muerte sobre el pescuezo. Sin Carvalho, no habr¨ªa podido sobrevivir: "No somos m¨¢s que supervivientes", suele decir cuando pone el piloto autom¨¢tico. Carvalho, tatuado con el rostro pedregoso de Carlos Ballesteros, asiente con indiferencia desde el c¨®rner de la vida.
Para redondear la operaci¨®n ya ha decidido a qu¨¦ ¨²ltimo entierro va a enviarle. Ir¨¢ en su representaci¨®n, como siempre. Pero ocupando el f¨¦retro.
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