'Soros my brother'
La envidia por su ¨¦xito financiero, la falta del arrepentimiento expl¨ªcito que hubiera podido trocar la envidia en perd¨®n, su descaro displicente en otros campos (mostrado, por ejemplo, en sus ideas sobre la UME expresadas en Davos hace pocas semanas) y, sobre todo, su osad¨ªa en irrumpir en coto ajeno (hablando, por ejemplo, de teor¨ªa econ¨®mica o de metodolog¨ªa cient¨ªfica o de teor¨ªa pol¨ªtica e incluso bordeando la filosof¨ªa) garantizan a Soros el desprecio de los economistas serios, la displicencia de sus colegas financieros, el silencio de los intelectuales y el embarazo a?adido de los popperianos, que no saben muy. bien qu¨¦ hubiera pensado o dicho el maestro ante un disc¨ªpulo tan at¨ªpico como Soros. Y, sin embargo, en su ensayo en el Atlantic Monthly, yo no he querido ver ni la rusticidad acad¨¦mica que, al menos en teor¨ªa econ¨®mica, es palmaria ni la obvia contradicci¨®n entre su contenido y la experiencia financiera de su autor, sino el encontronazo con un hermano, con alguien con quien se comparte la entrega mutua del poder de conversi¨®n. Sus palabras no son vanas y reclaman tanto mi atenci¨®n como mi disposici¨®n a contestar con palabra llena y pesada. No es f¨¢cil conversar as¨ª, y por ello he de ir con tiento.Aunque nadie lo discute es conveniente empezar por recordar que el sistema de mercado es un fen¨®meno cultural que no puede sostenerse sin el apoyo de algunos valores (como el respeto a lo ajeno) o de algunas instituciones (como la propiedad privada o los tribunales de justicia) que no surgen necesariamente en todas las culturas. Habr¨ªa que continuar recordando que la sociedad abierta no s¨®lo ha generado los valores y las instituciones que permiten el funcionamiento del sistema de mercado, sino que tambi¨¦n ha procurado otros valores y otras instituciones que regulan y facilitan la convivencia en ¨¢reas ajenas al mercado. Los ejemplos podr¨ªan multiplicarse, desde las formas de cortes¨ªa hasta los ritos funerarios, pero no es necesario hacerlo para apercibirse de que son tan importantes que ni las mismas sociedades autoritarias han podido eliminarlos del todo. Soros es consciente de esto cuando dice que en otras ¨¦pocas "la gente estaba guiada por un conjunto de principios morales que se expresaban en el comportamiento fuera del ¨¢mbito del mecanismo de mercado". Parecer¨ªa., pues, que el mercado no agota el contenido de la sociedad abierta.
Pero es ahora cuando emerge la amenaza capitalista consistente en el enervamiento de esos valores propios de la sociedad abierta, pero que no tienen que ver con el mercado y su sustituci¨®n por los valores del mercado. "Profundamente arraigados en la tradici¨®n, la religi¨®n y la cultura, estos principios no eran necesariamente racionales en el sentido de representar elecciones consistentes entre alternativas disponibles. Incluso a menudo no pod¨ªan mantenerse cuando estas alternativas aparec¨ªan. Los valores del mercado han servido para minar los valores tradicionales". Que la irracionalidad est¨¦ amenazada por la racionalidad es una afirmaci¨®n poco propia en un popperiano; pero lo que me interesa destacar ahora es que, en esta idea, le seguir¨¢n todos aquellos -muy numerosos, por cierto- que, sin entender ni una jota del programa de trabajo de los economistas, acusan a la econom¨ªa de ser la nueva teolog¨ªa.
M¨¢s adelante tratar¨¦ de convencer a mi hermano y a quienes le jalear¨¢n de que esta amenaza capitalista a la sociedad abierta ni es inminente ni tan siquiera peligrosa; pero de momento quisiera seguir la l¨®gica interna de su trabajo. Supongamos, pues, que el mercado ha llegado a ocupar el contenido entero de la sociedad abierta y pensemos en el l¨ªmite. Como nada hay ajeno a la sociedad abierta y como, en el l¨ªmite, ¨¦sta ha sido invadida por el mercado, nos encontramos con que todo es mercado, o todo es sociedad abierta, no hay nada exterior a ambos. El epistem¨®logo irredento que Soros deja traslucir surge aqu¨ª y se pregunta: ?c¨®mo explicar el mercado -o la sociedad abierta-?, ?en qu¨¦ se sostiene la sociedad abierta -? el mercado-? La falta de exterioridad prohibe cualquier explicaci¨®n de las que generalmente utilizamos: ?c¨®mo explicar el todo? M¨¢s espec¨ªficamente: ?c¨®mo puede seguir siendo abierta una sociedad en la que no se pone en duda que se puede poner todo en duda?, ?c¨®mo compatibilizar este principio de poder dudar de todo con la imposibilidad l¨®gica de dudar del todo? El triunfo definitivo y total de la sociedad abierta y del mercado har¨ªa de ambos algo incomprensible. Pero el problema no es s¨®lo epistemol¨®gico. En efecto, en el l¨ªmite ya no hay sociedad propiamente dicha, ya que Ias sociedades derivan su cohesi¨®n de valores compartidos. Estos valores est¨¢n enraizados en la cultura, la religi¨®n, la historia y la tradici¨®n. Cuando una sociedad no tiene fronteras, ?d¨®nde se podr¨¢n encontrar valores compartidos?". Esta ausencia pone de manifiesto una vez m¨¢s, ahora desde el punto de vista axiol¨®gico, lo inc¨®moda que es la noci¨®n de la sociedad abierta cuando se convierte en universal. Notemos de paso que la ¨²ltima pregunta ret¨®rica pone de manifiesto que, para alguien como mi hermano Soros, los valores y las instituciones son siempre locales. Es curioso que no haya hecho uso de semejante convicci¨®n impl¨ªcita.
El ensayo acaba pregunt¨¢ndose, como ocurre con toda muestra de pensamiento genuino, qu¨¦ hacer. Puesto que ya no hay sociedades opresivas, parecer¨ªa que ya no tiene mucho sentido predicar la sociedad abierta a trav¨¦s de una red de fundaciones. En efecto, "derivar una agenda (de actuaci¨®n) pol¨ªtica y social a partir de argumentos filos¨®ficos y epistemol¨®gicos parecer¨ªa una tarea sin futuro". Pero el Soros activista, el que quiere modelar el mundo, no se rinde tan f¨¢cilmente y termina con una apelaci¨®n al trabajo: "Los tiempos est¨¢n maduros para el desarrollo de un marco conceptual basado en nuestra falibilidad. Donde la raz¨®n ha fracasado, la falibilidad quiz¨¢ pueda todav¨ªa tener ¨¦xito".
Esta reflexi¨®n en el l¨ªmite por parte de un hermano te deja sin. aliento, pues no llama a cualquier respuesta, sino a un uso comprometido de la palabra, a una indagaci¨®n intelectual a la altura de quien se pone en juego sin protecciones falsas. ?C¨®mo dar con un pensamiento veraz y consolador?
Comenzar¨¦ por admitir transitoriamente el pensamiento en el l¨ªmite. Creo sinceramente que antes de apelar a la falibilidad la raz¨®n tiene todav¨ªa un par de cosas que decir. La primera es que explicar el todo puede ser hecho de manera tradicional imaginando o postulando la existencia de otros todos. Esto parece una estupidez, pero es algo que, creo entender, han empezado a barajar los f¨ªsicos que buscan una teor¨ªa del todo: hay otros mundos posibles y su posibilidad explicar¨ªa la realidad de nuestro mundo. La segunda es que hay explicaciones menos tradicionales del todo que tambi¨¦n parecen racionales. Una, por ejemplo, ser¨ªa arg¨¹ir que un mundo sin exterioridad se sostiene por el desarrollo de instituciones (y valores) locales. Donde no hay caparaz¨®n se desarrolla una osamenta y nada proh¨ªbe que haya valores e instituciones locales diferentes unas de otras y todas ellas compatibles con la sociedad abierta. Pero todav¨ªa se puede ser m¨¢s consolador si renunciamos a elucubrar con lo que pasa en el l¨ªmite. Pensar en el l¨ªmite s¨®lo tiene, gracia cuando el l¨ªmite es un espejo -todo lo distorsionador que se quiera- de lo que nos pasa hoy y aqu¨ª. Para que esto sea cierto, sin embargo, deber¨ªamos estar seguros de que avanzamos, y continuamente, hacia el limite. Y yo creo que no lo estamos.
En primer lugar, me gustar¨ªa reaccionar contra la idea de que la l¨®gica del mercado est¨¢ invadiendo la sociedad abierta. Aqu¨ª soy beligerante en contra de la indignidad de motejar a la econom¨ªa neoliberal (l¨¦ase defensora del sistema de mercado) como una nueva teolog¨ªa. De hecho se parece a la antigua teolog¨ªa en que ni una ni otra consiguen imponer lo que predican. En el caso de la econom¨ªa hay montones de ejemplos de que la tradici¨®n dificulta la implantaci¨®n de mercados. Como muestra baste el bot¨®n de la imposibilidad de establecer aquellos mercados de derechos a solucionar que podr¨ªan contribuir a solucionar el problema medioambiental. No creo, pues, que el peligro del mercado, tal como antes avanzaba, sea inminente. Es m¨¢s, me gustar¨ªa ir m¨¢s all¨¢ y afirmar que no me parece que el avance del mercado sea peligroso. Frente al peligro remoto de llegar a comerciar con mercanc¨ªas sagradas est¨¢n los beneficios inmediatos y tangibles de desacralizar algunas instituciones. Sustituir el respeto ancestral de la esposa al esposo por el respeto mutuo puede entenderse como la sustituci¨®n del valor sagrado de la familia (que necesita una sola cabeza) por un valor mercantil propio de un contrato. Yo creo, con la veracidad que exige esta conversaci¨®n con my brother Soros, que los hijos de familias contractuales salen m¨¢s libres y menos traumatizados que los de las familias tradicionales.
En segundo lugar, la continuidad no est¨¢ nada clara. No veo que nos vayamos acercando a un mundo como el que parece intranquilizar a mi hermano y en el que el exceso de transparencia parece cegar la comprensi¨®n, la inteligibilidad, adem¨¢s de acabar con los valores sociales cayendo en un atomismo solipsista. De detectar alg¨²n avance continuo, m¨¢s bien ver¨ªa yo un acercarse hacia un mundo en donde el respeto mutuo garantice el pluralismo cultural y las diferencias locales. Quiz¨¢ un mundo as¨ª contrasta con nuestras ideas tradicionales de la verdad y con nuestras teor¨ªas sobre la acci¨®n correcta; pero a m¨ª me resulta muy simp¨¢tico y sumamente adecuado para que el actuar recupere todo su significado. Me gustar¨ªa acabar examinando en el l¨ªmite el funcionamiento de este mundo.
Me resulta simp¨¢tico un mundo donde hoy puedo ser polit¨®logo y ma?ana literato; hoy financiero y ma?ana fil¨®sofo; hoy pobre y ma?ana rico; un poco como mi hermano Soros. Un mundo donde las modas cambian y donde no me siento mal si hoy Buda me consuela m¨¢s que Cristo y ma?ana, quiz¨¢, pasa al contrario. ?ste es un mundo que, al poder ser cambiado, da pie, deja espacio a la acci¨®n henchida de sentido. Act¨²o porque, como el ' escapado del pelot¨®n ciclista, voy a llevarme a. otros detr¨¢s y ello va a dibujar nuevas y adorables formas multicolores. La teor¨ªa de la acci¨®n que puede dirigir mis actos ya no es la tradicional basada en el plano inclinado como met¨¢fora central de la mec¨¢nica cl¨¢sica de la causa y el efecto, sino que corresponde a la comprensi¨®n de la interacci¨®n social entre agentes racionales, pero miopes e inerciales, que configuran pautas sociales cambiantes. Su met¨¢fora es m¨¢s bien la de la din¨¢mica de fluidos o la del paracaidista en ca¨ªda libre: la gravedad est¨¢ muy lejos de ser su destino y no hay cabo que le ligue al pasado, s¨®lo hay la posibilidad de desplazarse a velocidades de v¨¦rtigo en cualquier direcci¨®n con el mero movimiento de un dedo. Ense?ar a c¨®mo mover los dedos e iniciar la formaci¨®n de convenciones sociales que organicen el tr¨¢fico de paracaidistas en ca¨ªda libre es la tarea de quien hoy quiere, como ayer quiso my brother Soros, contribuir a dar forma a ese mundo en el que, efectivamente, no hay ancla que nos permita permanecer quietos mientras todo fluye.
Para terminar, me gustar¨ªa decir que creo sinceramente que la descripci¨®n que he realizado del trabajo de Soros no violenta la explicaci¨®n que ¨¦l mismo ofrece a Vargas Llosa (EL PA?S, 26 de enero y 5 de febrero), sino que la refuerza, es congruente con las ideas geopol¨ªticas que tanto parecen interesarle (?c¨®mo arregl¨¢rselas sin tener enemigos?), y permite dar cuenta de la referencia a Hegel con la que abre su ensayo: "En la filosofia de la historia, Hegel identific¨® una pauta hist¨®rica turbadora: la ruptura y la ca¨ªda de las civilizaciones debido a una intensificaci¨®n m¨®rbida de sus propios principios b¨¢sicos". Creo, pues, haber contribuido a que sus ideas sean tomadas en serio y espero que mis acotaciones sirvan para contemplarlas desde una perspectiva menos apocal¨ªptica.Juan Urrutia. Universidad Carlos III.
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