El horror y dos goles de Hierro
Trist¨ªsimo partido del Madrid, que aprovech¨® la contundencia del malague?o, pero aburri¨®
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Dicen que se jug¨® un partido en Chamart¨ªn, pero eso pertenece al territorio de la fabulaci¨®n, de las historias que se pretenden reales porque hay noventa mil personas en un estadio, y veintitantos se?ores en calzones, y un tipo con un silbato. Vamos, la coreograf¨ªa y los presuntos actores. Pero el asunto que mueve a las masas, o sea, el f¨²tbol, eso no existi¨®. Lo m¨¢s cercano a presumir que hubo partido fueron los dos goles de Hierro que actuaron a modo de registro de algo que no sucedi¨® Qu¨¦ raro, dos goles en un partido inexistente. A partir de ahora, la explicaci¨®n del f¨²tbol es cosa de expertos en realismo m¨¢gico. Materia para Garc¨ªa M¨¢rquez o asi.Da miedo pensar en el futuro del f¨²tbol si contin¨²a en este plan En otros tiempos el p¨²blico se hubiera amotinado contra un equipo que no remat¨® a gol en todo el segundo tiempo, que se meti¨® en su campo, que no junt¨® dos pases, que dio por clausurado aquello despu¨¦s del segundo gol de Hierro, que no tuvo ning¨²n respeto, por la gente. Y resulta que el autor de la fechor¨ªa es el l¨ªder, un equipo que aventaja en nueve puntos al segundo y que est¨¢ a las puertas de conquistar el campeonato, la Liga de las estrellas o como se llame Nunca ha sido mayor la desproporci¨®n entre las expectativas y la realidad. El problema es que el triunfo de este modelo convierte el f¨²tbol en un p¨¢ramo.
Ante la ausencia de juego como tal, un sentido de la fugacidad se ha adue?ado de Chamart¨ªn. Se marca un gol, se celebra con alg¨²n entusiasmo, se agitan las banderas y poco a poco vuelve el silencio hasta el siguiente gol, que es recibido de la misma forma. Entre medias, nada, un paisaje ¨¢rido y deprimente que no provoca ninguna emoci¨®n. La gente asiste a la funci¨®n entre bostezos, extorsionada por el peso de la clasificaci¨®n. Resulta descorazonador el desaprovechamiento de tanto talento, la falta de grandeza, la conversi¨®n del f¨²tbol en n¨²meros y estad¨ªstica. Y en este orden todos somos culpables: los entrenadores porque han empeque?ecido el juego casi hasta la inmoralidad, los jugadores porque se han convertido en marionetas de la t¨¢ctica y porque se han acomodado a un papel subsidiario cuando deber¨ªan ser los protagonistas de la fiesta, los espectadores porque permanecen callados ante el atropello y los periodistas porque justificamos la mentira.
Lo ¨²nico que hizo el Madrid ante el Zaragoza fue acreditar una cierta pegada. Le bast¨® un comer, una falta, el sentido de Hierro ante el gol y un poco de atenci¨®n, la que falt¨® en el Zaragoza, un equipo que no juega ni bien ni mal, que pudo poner en problemas al Madrid pero no lo intent¨® de verdad. La blandura de los equipos se observa en jugadas como la del primer gol del Madrid. C¨®rner contra el Zaragoza: Mijatovic y Ra¨²l acuden r¨¢pidamente a sacarlo, van a hacerlo en corto y todo el mundo lo sabe, pero los jugadores del Zaragoza est¨¢n perezosos y s¨®lo Arag¨®n se dirige hacia all¨¢, al trotecito, sin demasiado entusiasmo. El resto es de manual: Ra¨²l se la da a Mijatovic, que abre de nuevo a Ra¨²l, libre para meter el centro y elegir cabeceador. Si es Hierro, mejor. Naturalmente fue Hierro.
A esa situaci¨®n se lleg¨® porque el Madrid funcion¨® como una especie de ¨¦mbolo. Apret¨® poco a poco, cruz¨® balones, presion¨® un poco, esper¨® alguna desatenci¨®n y del Zaragoza, que se produjo en el primer gol de Hierro y en dos errores de sus defensores. Fuera de eso, el Madrid comenz¨® con su plan de costumbre. Meti¨® pases cruzados, presion¨®, intercept¨® y contragolpe¨®. Todo muy directo, muy l¨ªneal, muy aburrido. El Zaragoza contest¨® con un juego m¨¢s elaborado, pero de tendencia espumosa. Tuvo tantas ocasiones como el Madrid en la primera parte, pero las desaprovech¨®.
Frente al desinter¨¦s general por articular algo de f¨²tbol, hubo tres o cuatro jugadores que salvaron el honor. Uno fue Hierro, por presencia y categor¨ªa. Y como siempre, algunos fogonazos de Mijatovic, Ra¨²l, Suker, que realiz¨® la ¨²nica jugada de m¨¦rito del encuentro con un ca?o a Garitano y un pase espl¨¦ndido a V¨ªctor, y Gustavo L¨®pez, cuya habilidad meti¨® en dificultades a la defensa madridista, que hizo agua por la v¨ªa de Panucci en la banda izquierda. Gustavo L¨®pez tuvo el gol en dos ocasiones, pero Panucci sac¨® uno de sus remates en la raya y el otro fue devuelto por el palo. Eso en el primer tiempo, cuando al menos hab¨ªa alguna noticia. Luego el f¨²tbol infame o la ausencia de f¨²tbol. Como se quiera. Qu¨¦ m¨¢s da.
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