La Cosa
La integraci¨®n europea ha ido conformando una nueva forma pol¨ªtica que sigue evolucionando hacia un destino a¨²n abierto. Con la Uni¨®n Europea estamos ante mucho m¨¢s que una organizaci¨®n internacional, pero no ante un Estado, ni siquiera una federaci¨®n, por no hablar de otro t¨¦rmino tambi¨¦n confuso, como el de confederaci¨®n. Es, sin embargo, al que acude el Tribunal Constitucional alem¨¢n al describir esta cosa como una "confederaci¨®n de Estados democr¨¢ticos tendentes a un desarrollo din¨¢mico".Es un modelo original, en el que los Estados aportan parte de sus competencias para ponerlas en com¨²n y ejercerlas conjuntamente. Es lo que se llama -aqu¨ª s¨ª- soberan¨ªa compartida. Supone a menudo un grado de supranacionalidad, en el sentido de que un Estado miembro se puede ver obligado a acatar decisiones tomadas contra su parecer por los dem¨¢s, por mayor¨ªa cualificada o por decisi¨®n de ¨®rganos como la Comisi¨®n Europea o el Tribunal de Justicia. Lo que, por una parte, plantea crecientes problemas de legitimaci¨®n democr¨¢tica de estas decisiones colectivas, y, por otra, dudas sobre la viabilidad de un sistema pensado inicialmente para seis miembros, que ahora se ha estirado para funcionar con 15, pero que podr¨ªa verse sometido a la presi¨®n de veinte o m¨¢s, y m¨¢s de 300 millones de habitantes. Un modelo cuya complejidad crecer¨¢ a¨²n m¨¢s si se confirman los inevitables esquemas de geometr¨ªa variable.
Con todo esto, los Estados no han desaparecido. Por el contrario, cabe defender -y hay una creciente literatura al respecto- que su integraci¨®n ha fortalecido a los Estados participantes, frente a la doble tensi¨®n de la mundializaci¨®n y de la atomizaci¨®n regional. Bien es verdad que la UE es algo m¨¢s, mucho m¨¢s, que la suma de sus Estados miembros, y que el propio proceso de integraci¨®n ha generado din¨¢micas propias que pueden redibujar a largo plazo el mapa real de Europa.
Ahora bien, si hasta Maastricht hab¨ªa imperado el m¨¦todo Monnet, por el nombre de su impulsor, de avanzar en la integraci¨®n europea por medio de la creaci¨®n de solidaridades de hecho, ya sea en el terreno de la energ¨ªa, del mercado o de la pol¨ªtica de cohesi¨®n, el Tratado de la Uni¨®n Europea firmado en 1992 trata primordialmente de responder a un desaf¨ªo externo: el del cambio de paradigma que trae consigo el fin de la Guerra Fr¨ªa y la coincidente globalizaci¨®n de la econom¨ªa y las; comunicaciones. Pues ahora la integraci¨®n europea debe demostrar que es capaz de servir de mediaci¨®n entre el ciudadano o el Estado y el mundo global, en la hora del tiempo mundial que glosa Zaki La?di. ?ste es el sentido de la moneda ¨²nica, el sentido de la pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n, y de otros procesos en curso de forma ci¨®n que ya no responden al esquema principalmente funcionalista de 40 a?os atr¨¢s. El verdadero reto de este fin de siglo para la integraci¨®n europea es configurar un marco en el que pueda desarrollarse y per feccionarse un modelo que a¨²ne eficiencia, equidad y libertad. ?Mas, cu¨¢nto m¨¢s podr¨¢ la integraci¨®n europea salvar a sus Estados sin transformarse a s¨ª misma en algo mucho m¨¢s pol¨ªtico? Poco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.