Ampliaci¨®n: lo que se dice y lo que se susurra
La l¨ªnea oficial es clara y convincente: Europa tiene el deber moral e hist¨®rico de integrar a las nuevas democracias de Europa Oriental en la Uni¨®n. Se dice que no hacerlo podr¨ªa minar la estabilidad a largo plazo de estos Estados y las del continente como un todo. De seguir las declaraciones oficiales y las palabras altisonantes de los jefes de Estado y los ministros de Exteriores, parecer¨ªa que las ¨²nicas preguntas referentes a la ampliaci¨®n fueran pr¨¢cticas: el orden de acceso (qui¨¦n entrar¨¢ primero) y el calendario. Y sin embargo, arrinc¨®nese a cualquier pol¨ªtico o funcionario de la Uni¨®n fuera del alcance de los medios de comunicaci¨®n, y ser¨¢ receptor en privado de un discurso muy diferente sobre la ampliaci¨®n, caracterizado por la incertidumbre, la prevaricaci¨®n, y, a veces, incluso por la hostilidad. ?Por qu¨¦ el secreto? Plantear cualquier pregunta sobre el principio mismo de la ampliaci¨®n se ha convertido en tab¨².La discrepancia entre la ret¨®rica oficial y la inquietud oculta es mala para la vida civil de la Uni¨®n. La ampliaci¨®n, especialmente de la magnitud que ahora se prev¨¦, es de gran importancia, no menor que, digamos, la UME o cualquier otro principio b¨¢sico de la Uni¨®n. Y sin embargo, si el pasado nos ense?a algo, simplemente ocurrir¨¢, crecientemente, poquito a poco , con una inevitabilidad deus ex machina. Y no obstante, la ampliaci¨®n tiene que legitimarse en el foro p¨²blico europeo para tener ¨¦xito. Deber¨ªa ser, por tanto, objeto de un en¨¦rgico debate p¨²blico. Los tab¨²es tambi¨¦n son malos para el propio proceso de ampliaci¨®n. Las objeciones y dudas reprimidas calar¨¢n en las negociaciones y retrasos prolongados, agriando el ambiente y mortificando y decepcionando a los candidatos.A continuaci¨®n se especifican los principales temas tab¨²:
Democracia y tama?o. La Uni¨®n Europea goza de poderes sin paralelo en ninguna otra entidad transnacional. Tiene, inter alia, la capacidad de promulgar normas que imponen derechos y deberes tanto a sus Estados miembros, autoridades que a menudo son efectivas directamente y que son constitucionalmente supremas. Tiene autoridad para tomar decisiones de gran impacto en la orientaci¨®n social y econ¨®mica de la vida p¨²blica en los Estados miembros y en Europa en su conjunto. Tiene autoridad para comprometer a la Comunidad en acuerdos internacionales con terceros pa¨ªses y organismos internacionales. Y tiene tambi¨¦n autoridad para gastar cantidades importantes de fondos p¨²blicos.
Europa ha ejercido estas capacidades hasta un grado muy considerable. No se piensa (ni deber¨ªa pensarse) en Europa como un Estado, pero se comporta, de muchas maneras, como si lo fuera. Y ¨¦sa es la raz¨®n por la que la cuesti¨®n de la legitimaci¨®n democr¨¢tica es tan apremiante y tan dif¨ªcil. La ampliaci¨®n va a conseguir que ese problema sea mayor. La cuesti¨®n es simple: el tama?o. No hay precedentes en la historia de una democracia fruct¨ªfera. Al contar ya con 350 millones, la gravedad espec¨ªfica de cada individuo en la Uni¨®n es min¨²scula, la capacidad de las instituciones para escuchar a los ciudadanos est¨¢ forzada y la lejan¨ªa de los ciudadanos de los centros de poder de la Uni¨®n es enorme. Ampliar la Uni¨®n, a?adi¨¦ndole otros 60 millones de ciudadanos o m¨¢s, puede desafiar la capacidad de cualquier estructura institucional. Una situaci¨®n dificil puede convertirse en imposible.
Cultura pol¨ªtica. Es bastante normal que en el discurso de la ampliaci¨®n se postule que los nuevos Estados miembros s¨®lo puedan integrarse una vez que su pol¨ªtica econ¨®mica se haya adaptado al modelo que se practica en la Uni¨®n. Tambi¨¦n es algo aceptado, como debe de ser, que para que esto ocurra no es suficiente con cambiar las normas. Tiene que haber un cambio en los h¨¢bitos econ¨®micos y comerciales, tanto de los organismos gubernamentales como de los privados. ?Se puede plantear la misma cuesti¨®n sobre la cultura pol¨ªtica de un Estado? Se requiere un compromiso verdadero con la democracia, los derechos humanos, el imperio de la ley. ?Es suficiente con que se hayan efectuado cambios formales o deber¨ªa darse tiempo a la interiorizaci¨®n y aculturizaci¨®n? La integraci¨®n exige, adem¨¢s, una cierta serenidad en lo que respecta al nacionalismo y a la identidad nacional, lo que se podr¨ªa decir que est¨¢ re?ido con la tendencia popular actual en la mayor¨ªa de Europa Oriental., cuya reci¨¦n descubierta libertad ha sido tambi¨¦n la libertad de expresar su reprimido nacionalismo. Esto puede ser positivo, pero ?conduce a una integraci¨®n constructiva? Habr¨¢ los que defiendan que es precisamente la integraci¨®n en la Uni¨®n la que consolidar¨¢ tal cambio en la cultura pol¨ªtica. Esto puede ser cierto. Pero este tema ?no deber¨ªa ser objeto de una discusi¨®n p¨²blica seria y sobria?
Coste. Habr¨¢ un coste. Eso ha ocurrido tambi¨¦n con ampliaciones anteriores. Las cifras, por favor. Ense?en una factura antes de pagar. ?Tienen derecho los ciudadanos -a los que se exigir¨¢ que con sus impuestos carguen con este coste-, a disponer de un c¨¢lculo aproximado de lo que implica? ?O c¨®mo afectar¨¢ a otras normas? ?Exigir¨¢ un nuevo sistema de financiaci¨®n? Estructura institucional. Una Uni¨®n de 25 o m¨¢s Estados exigir¨¢ nuevas disposiciones institucionales. La composici¨®n del Parlamento, Consejo, Comisi¨®n e incluso la rama judicial tendr¨¢ que ser revisada radicalmente. Esto afectar¨¢ a los equilibrios y comprobaciones que han evolucionado y se han aceptado a lo largo de los a?os. ?Deber¨ªan meditarse estos cambios y ser optativos, o se convertir¨¢n en una consecuencia inevitable de la ampliaci¨®n?
Es hora de hacer frente a ¨¦stos sin pesta?ear... ?en la plaza p¨²blica!
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