Los refugiados albaneses y la espiral de xenofobia
Mientras los albaneses que huyen (al parecer ya hemos superado los 12.000) se desperdigan por las costas italianas aferrados a sus "balsas de la medusa", aparte del problema fundamental del derecho de asilo, para Italia supone un gran problema moral, pol¨ªtico y cultural. La actitud de la intelligentsia italiana hacia nuestros "sans papiers" [indocumentados] no es la misma que la de los intelectuales parisienses, que salieron a la calle junto con un mill¨®n de personas para protestar contra la injusticia de la ley Debr¨¦ sobre la inmigraci¨®n clandestina. Yo misma me encontraba entre los manifestantes, y reconoc¨ª entre la gente incluso a aquellos que apoyaron a Jacques Chirac en las ¨²ltimas elecciones presidenciales, lo que demostraba que en Francia el voto a un hombre y a una coalici¨®n no supone un v¨ªnculo de sumisi¨®n. O mejor dicho, que la libertad de pensamiento rige la acci¨®n.En mi pa¨ªs, las cosas no son as¨ª: tras la ¨¦poca del intelectual org¨¢nico, son muchos los intelectuales que siguen actuando como mayordomos del pasoliniano Palacio del poder. Es cierto que el culto a los derechos del hombre naci¨® en Francia dos siglos atr¨¢s, con la revoluci¨®n. Arraig¨® con el caso Dreyfus. Estall¨® en la ¨¦poca de la guerra de Argelia. Volvi¨® a plantearse con la huida de Vietnam de los boat people, cuando Sartre y Aron, los dos polos opuestos en el horizonte pol¨ªtico, se abrazaron en televisi¨®n para pedir a franceses y a europeos que socorriesen a los vietnamitas que escapaban del comunismo victorioso.
Europa les abri¨® sus puertas. Al igual que los albaneses de hoy, aqu¨¦llos se sub¨ªan a los barcos de junco de los piratas tras pagar un precio abusivo, y en algunas ocasiones se lanzaban a nado en cuanto los barcos fondeaban. Entonces los intelectuales escribieron en Europa una bella p¨¢gina de solidaridad. Una vez que cay¨® el muro -victoria hist¨®rica incluso para muchos intelectuales europeos, a los que por entonces se llamaba "disidentes"-, el asalto a la "fortaleza europea", gran catedral del bienestar, ha sido el m¨¢s inesperado y, sin embargo, el m¨¢s previsible. Ca¨ªda la dictadura, la Europa bobalicona pensaba que el Este hab¨ªa descubierto de forma pac¨ªfica las virtudes de la democracia. Y, sobre todo, las del mercado. No era as¨ª. Las gentes que llamaban a nuestras puertas, aquellas que para Arag¨®n pose¨ªan el "pan y las rosas", conformaban un grupo de desamparados que reivindicaba la ayuda de nuestras democracias tan alabadas. Una vez derribado el r¨¦gimen de partido ¨²nico, asistencial, nos dimos cuenta de que las estructuras del Estado eran inexistentes. Y que detr¨¢s del partido no hab¨ªa nada.
En Albania ha ocurrido lo mismo. De ello puedo hablar con alg¨²n conocimiento de causa. Llegu¨¦ a Tirana, ciudad que no conoc¨ªa, en 1991, tras la ca¨ªda del muro, como enviada del Corriere della Sera. Y me encontr¨¦, a¨²n vivo, al ¨²nico r¨¦gimen estalinista intacto; todav¨ªa siento escalofr¨ªos. Durante casi medio siglo, desde 1946 hasta 1985, a?o en que muri¨®, el dictador Henver Hoxha cre¨® la sociedad m¨¢s cerrada de los Balcanes. Con sus tres millones de habitantes -la poblaci¨®n m¨¢s joven de Europa, y a¨²n lo sigue siendo-, Albania vivi¨® una experiencia alucinante: ser un pa¨ªs como una prisi¨®n de m¨¢xima seguridad. Un mill¨®n y medio de ciudadanos fue conducido a los campos de concentraci¨®n, donde encontr¨¦ a familias que todav¨ªa viv¨ªan all¨ª por la falta de vivienda. En 40 a?os fueron condenadas a muerte 130.000 personas (m¨¢s de las que asesinaron los turcos en cuatro siglos de ocupaci¨®n). En el c¨®digo penal, la pena de muerte era aplicada en 34 delitos. En la Constituci¨®n de Albania a¨²n figuraba un art¨ªculo sobre el ate¨ªsmo de Estado, para el que el marxismo-leninismo era la ¨²nica religi¨®n del pa¨ªs. En Shkoder visit¨¦ el museo del ate¨ªsmo. Los religiosos musulmanes (religi¨®n del 70% de la poblaci¨®n) y cat¨®licos (del 30%), incluso los, obispos, estaban en la c¨¢rcel. Fui en busca de uno de ellos, que acababa de salir de prisi¨®n y cultivaba un huerto al lado de una iglesia destruida. A m¨ª, ciudadana de Roma, en donde un obispo viste h¨¢bitos deslumbrantes, esta figura desamparada, vestida con harapos, me produjo una sorpresa que no se ha borrado de la memoria.
Viajando de norte a sur, de Shkoder a Durres, pude darme cuenta de que aquella gente que me hablaba desesperadamente y sin parar, casi a gritos, ten¨ªa un ligero aire de locura en los ojos. Me di cuenta de un aspecto de capital importancia que entonces era desconocido, y que hoy impresiona a Europa: los albaneses se consideraban italianos, descendientes de la antigua civilizaci¨®n romana (de Cicer¨®n, que dio clases de ret¨®rica a san Pablo, quien escribi¨® la Ep¨ªstola a los corintios). Casi todos hablaban italiano. Hoy, al escucharlos a trav¨¦s de las entrevistas por televisi¨®n, los europeos se quedan pasmados y comentan: "?Pero si son italianos!" (A veces, lo hablan mejor que algunos periodistas locales ... ). Han aprendido el italiano, tras los alambres de espino, escuchando nuestra ch¨¢chara radiof¨®nica, noche y d¨ªa. Las canciones del Festival de San Remo. Me preguntaban por Albano y Romina. Detr¨¢s de las fortificaciones se pod¨ªan ver antenas hechas con remiendos. Ahora, con las antenas parab¨®licas, la televisi¨®n de Tirana emite sin subt¨ªtulos. De este modo, incluso Stallone habla en italiano.
Para ellos, Italia era la tierra prometida, aunque en calidad de hijos ileg¨ªtimos. Mussolini se apoder¨® de Albania en 1939 para demostrar a Hitler su poder en los Balcanes. El rey Zogu, amigo ¨ªntimo del conde Ciano, se escabull¨® r¨¢pidamente con el tesoro alban¨¦s. Ciano ten¨ªa en Albania su reserva de caza y sus niditos de amor que compart¨ªa con las ricas damas de la aristocracia romana. La colonizaci¨®n italiana no fue cruel y trajo consigo arquitectos y astilleros. La plaza de Scanderberg -que ahora se ve por televisi¨®n en todo el mundo- se asemeja a los edificios de la Farmesina.
V¨ªctor Manuel recibi¨® entonces la corona de rey de Albania, que le fue llevada encima de un coj¨ªn al palacio del Quirinal por una delegaci¨®n de la guardia real albanesa, ataviada con falda blanca, que se arrodill¨® ante ¨¦l. Ya era emperador de Etiop¨ªa. Pero los italianos de hoy desconocen esta historia. Los mantienen en un estado de olvido, con la escuela y la televisi¨®n como c¨®mplices. Creen que los albaneses que desembarcan en nuestro pa¨ªs proceden de lo m¨¢s profundo de la historia. Pero los intelectuales lo saben todo. As¨ª, hace alrededor de un mes, a trav¨¦s de un art¨ªculo publicado en el Corriere della Sera, les dirig¨ª un llamamiento: despertad de la desidia, del letargo, hagamos con nuestros sans papiers lo mismo que la intelligenstsia francesa. Pero nuestros brillantes hombres de la cultura, atrapados en las redes de sus clanes, ni siquiera pensaban en ello. Entonces, los m¨¢s destacados se encontraban en el castillo de Magonza en Toscana (desde ahora llamados los magonzinos, convocados por el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS) y por los hombres del poder, orgullosos de ser considerados elegidos, "integrados". Ped¨ª a mi amigo Umberto Eco que escribiera desde Magonza un art¨ªculo a favor de los albaneses, ¨¦l, que invent¨® a trav¨¦s de Internet el art¨ªculo "clonado", aquel que es reproducido tal cual por toda la prensa mundial. No me ha respondido. La reuni¨®n de Magonza se clausur¨® con canciones cantadas en¨¦rgicamente a coro del estilo de Bella ciao. ?Acaso empezamos a conocer la espiral de la xenofobia? Arbasino escribe que "son pr¨®fugos, pero con metralleta". El fil¨®sofo Colletti se muestra de acuerdo. El alcalde ligista de Mil¨¢n afirma que los albaneses son unos delincuentes que utilizan ventosas atadas a las manos para trepar a los edificios de apartamentos y robar. El alcalde de Roma, Rutelli, clama: "No quiero ver en Roma la criminalidad fugada de Tirana". "Existe un c¨®ctel explosivo entre Mafia y pol¨ªtica", afirma otro. A trav¨¦s de las im¨¢genes de televisi¨®n se puede ver a los pr¨®fugos cacheados por la polic¨ªa, en busca de armas. Se insin¨²a que roban a los ni?os, que venden droga, que son "m¨¢s mafiosos que refugiados".
Y adem¨¢s, ?qu¨¦ tienen que ver nuestros intelectuales snobs con esta gente de barba larga y la delgadez de los hambrientos, mientras la ¨¦lite se re¨²ne en las terrazas romanas con. las amistades que pueden ser ¨²tiles para su carrera? Se nos tiene en cuenta a la hora de las "relaciones peligrosas" entre los pol¨ªticos italianos y Tirana. ?Acaso el ambiguo Berisha no fue condecorado hace meses por Scalfaro con la orden m¨¢s importante de la Rep¨²blica, la de Caballero de la Gran Cruz?
Una excepci¨®n es el m¨¢s grande intelectual italiano, Massimo Cacciari, alcalde de Venecia: "Hasta que no les hayan disparado a todos, debemos acogerlos. En la ¨¦poca de la guerra de Bosnia, nosotros organizamos en Venecia dos campos de refugiados". ?Acaso no hay sitio en Italia para que se queden los albaneses un plazo largo? Los ojos muy abiertos de los ni?os albaneses, envueltos en fardos a base de trapos, nos interpelan con miedo. Ya que sigo creyendo que Europa no es s¨®lo un mercado y Maastricht, cuento con los europeos. En Granada, donde se celebra desde el 23 al 26 de marzo el 46? Congreso Mundial del Instituto Internacional de la Prensa, figura en el orden del d¨ªa el tema de la inmigraci¨®n en Europa. ?Podemos esperar que los poderosos peri¨®dicos representados en Granada tengan a bien realizar un llamamiento por la solidaridad europea y mundial con los desgraciados albaneses?
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