Miserere
Baile de dolor y de contrici¨®n, la velada que ofrece Anna Cuocolo es sobrecogedora en su calidad y su serio planteamiento de muchos temas; la artista pide un poco de piedad -que no compasi¨®n- a su propio fantasma, del que ella sola es responsable, y una insuperable frase de Maurizio Modugno en las notas al programa lo clarifica: los bailarines buscan a tientas una puerta, una luz en la noche oscura. El fantasma es el de los desafectos, el del amor perdido y de la traici¨®n, un enga?o virtual que no se ha sabido ver mientras se cre¨ªa, un baile en el que no hay otra v¨ªctima o protagonista que el amante-creyente.La terminolog¨ªa danza sacra puede llevar a una inicial confusi¨®n al espectador, pues no es danza religiosa en s¨ª misma, sino danza sin m¨¢s, contra la rendici¨®n moral del arte. Tormento es la palabra medular de esta danza inquieta, profunda, entregada, que habr¨ªa que ver varias veces.
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Pathos ed Estasi: coreograf¨ªa: Anna Cuocolo; m¨²sica: Pergolesi, Bach, Stradella y otros. Vestuario: Eva Coen; artista invitado: Toni Candeloro. Sala de Columnas del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid. 24 de marzo.
Navegando en lo a¨¦reo y la exaltaci¨®n, la core¨®grafa avisa que el t¨²nel tiene una sola direcci¨®n y que al final no hay otra luz que la que lleva ya el viajero entre el pecho y la espalda. Es el tr¨¢nsito dando un p¨¢lpito, una instrucci¨®n sacra en cuanto inapelable. Los bailarines -excelentes, sobre todo Candeloro, ahora maduro y experto en vaciar el elixir gritan ?Miserere! y recobran la compostura como un tr¨ªptico de m¨®viles batientes. Los orantes son al mismo tiempo los sacrificados y ese genial juego de espejos se vuelve argumento.
La iconografia cl¨¢sica vibra detr¨¢s de todos los movimientos sin empalagar, pues hay un vocabulario amplio que parte de lo acad¨¦mico pero se abre a la pureza po¨¦tica de que es capaz la m¨ªmica, sutil, como un ¨¢nima que se expresa en dolora. Y atenci¨®n a la selecci¨®n musical, igualmente tr¨¢gica.
La inteligente presencia de la luz rasante, o bajando como el esmalte divino y azulado de un transparente del setecientos, completa el efecto del tableau vivant ef¨ªmero, pero capaz de dejar al espectador en la desnudez de un ¨¦xtasis tan potente como desconocido.
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