Un aniversario no tan feliz
El 40? aniversario de la firma del tratado fundacional de la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) sorprende a los 15 v¨¢stagos actuales de los seis padres fundadores en una de sus habituales crisis de indecisi¨®n, en un c¨²mulo de inevitables disputas que hizo recordar al ministro espa?ol Abel Matutes: "Europa se ha construido a golpes de necesidad".Si la intervenci¨®n en Albania puede ser el motivo m¨¢s inmediato de las disputas actuales, la pol¨¦mica entre los Quince es profunda, y mantiene en suspenso un inaplazable proceso de reformas considerado indispensable para que la uni¨®n iniciada en 1957 sobreviva. Las dudas que, por motivos generalmente interesados, afloran sobre el calendario del euro est¨¢n convirtiendo el camino hacia la uni¨®n econ¨®mica y monetaria europea (UEM) en una pel¨ªcula de intriga.
La misma sede
Algo de todo esto trasluci¨® en los discursos pronunciados en la Sala de los Horacios y los Curacios del Capitolio romano, el mismo magn¨ªfico recinto donde los padres fundadores estamparon la primera firma. El primer ministro italiano, Romano Prodi, insisti¨® en que el Tratado de Maastricht sea interpretado "no s¨®lo por su funci¨®n de instrumento para el lanzamiento de la moneda ¨²nica, sino tambi¨¦n como la toma de conciencia por parte de los pueblos europeos de la necesidad de poner limitaciones a las acciones de los Gobiernos. ?sta es, precisamente, la funci¨®n de las constituciones, impedir abusos por parte del pr¨ªncipe".El presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Santer, afirm¨®: "Europa debe interesarse m¨¢s; que en el pasado por los ciudadanos y sus preocupaciones cotidianas, como el paro, la inseguridad, la percepci¨®n de una cierta impotencia sobre la escena internacional". Los ciudadanos, a?adi¨®, "no cuestionan tanto la finalidad del proyecto comunitario" como "nuestra manera de actuar".
El 25 de marzo de 1957 "llov¨ªa a raudales sobre la muchedumbre congregada en la plaza miguelangelesca" del Capitolio, record¨® Francesco Rutelli, el alcalde de Roma. Ayer no llovi¨®, pero la tarde amenazaba. La masa que segu¨ªa el vaiv¨¦n de ministros era modesta.
Un grupo de Amigos de Europa bland¨ªa la bandera azul con las estrellas amarillas. No eran italianos otros dos paseantes que llevaban paraguas confeccionado con la misma tela. A la misma hora, desde la otra orilla del T¨ªber, en un encuentro con una delegaci¨®n del Opus Dei, el Papa denunciaba que la econom¨ªa "salvaje" de libre mercado conduce "al paro, cuando no al racismo y a la intolerancia".
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