El 'big end'
Esta semana se ha producido la noticia con mayor proyecci¨®n sobre la cotidianidad del ¨²ltimo medio siglo. Ofuscados como estamos aqu¨ª por los pesados papeles del Cesid, las peroratas de Perote, los sermones de Arzalluz y media docena de irresolubles dameros malditos m¨¢s, ni siquiera los peri¨®dicos le concedieron mucha importancia. Por primera vez desde que se fij¨® la jornada laboral en 45 horas, una ley norteamericana, aprobada por el Congreso, establece tres d¨ªas de asueto a la semana a cambio de entregar una hora en cada uno de los otros cuatro d¨ªas laborables. La ley, propuesta por los republicanos, est¨¢ pendiente de ser ratificada por el Senado, pero incluso los dem¨®cratas, con alguna variaci¨®n, no se oponen a su sustancia. A unos y a otros les parece m¨¢s que anacr¨®nico mantener la jornada semanal de 40 horas que se aprob¨® en 1938. En los a?os veinte se pas¨® de trabajar m¨¢s de 80 horas semanales a 62, y las 62 se redujeron en m¨¢s de un 20% en casi toda Europa despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Es m¨¢s que anacr¨®nico que actualmente, medio siglo despu¨¦s y 20 a?os m¨¢s tarde de que la productividad no haya cesado de aumentar, el tiempo de ocio permanezca invariado. Contra todas las previsiones de los a?os sesenta, los norteamericanos trabajan hoy unas 200 horas m¨¢s que en 1966; justamente cuando entonces se pronosticaba que a finales de siglo los obreros y empleados ser¨ªan requeridos a entregar menos de 25 horas.Tal paradoja ha planteado abundantes ponencias relacionadas con el problema del desempleo y el reparto del tiempo de trabajo en todo el mundo. La paradoja, adem¨¢s, alcanza al malestar social que, sin duda, inspira la redacci¨®n de esta ley. De hecho, pr¨¢cticamente todo lo que ha venido ofreciendo el progreso del capitalismo en los ¨²ltimos a?os han sido disgustos sociales. Beneficios para el capital y numerosos efectos indeseables: mayor criminalidad, mayor marginaci¨®n, peores condiciones urbanas y ecol¨®gicas, m¨¢s desigualdad de las rentas, m¨¢s insolidaridad, m¨¢s empobrecimiento cultural y moral. Ni el crecimiento material se ha repartido con equidad, ni sus consecuencias han contribuido a mejorar el grado de felicidad humana. La primera noticia en la que se palpa un porvenir ilusionado es ¨¦sta en la que aparece la vacaci¨®n, se dilata el tiempo libre y se plasman de una forma tangible y directa los provechos de las tecnolog¨ªas.Todav¨ªa hay quien piensa que interrumpir el ritmo de trabajo por tres d¨ªas puede afectar a los rendimientos. Lo mismo se argumentaba cuando se libr¨® el domingo para el reposo y lo mismo se tem¨ªa cuando lleg¨® el week end. Este nuevo big end ser¨¢, al fin, el fruto m¨¢s suculento del trabajo invertido durante m¨¢s de medio siglo de sudor inform¨¢tico y postindustrial.
?El problema de los parados? No est¨¢n excluidos del beneficio. La actividad m¨¢s amplia y significativa del fin de siglo radica en los servicios y en las industrias del entretenimiento (desde la comunicaci¨®n audiovisual en m¨²sica o v¨ªdeos, las televisiones pasivas e interactivas, los museos, los cines, las tiendas-espect¨¢culo, Internet, los malls, los parques tem¨¢ticos). El d¨ªa de m¨¢s que se resta al trabajo convencional se pasa al mundo del ocio y del consumo, es decir, a esa otra mitad -cada vez m¨¢s vasta- del universo de la producci¨®n. A estas alturas, apenas se pueden vender m¨¢s art¨ªculos del tipo electrodom¨¦stico dirigidos a ganar tiempo. El futuro se encuentra, por el contrario, en la expedici¨®n de art¨ªculos para perder el tiempo. Los nuevos consumidores, en consecuencia, no pueden ser ciudadanos con pocas horas libres, sino, por el contrario, clientes con tiempo para gastar en la general industria del entertainment, la n¨²mero uno ya -por encima de la aeron¨¢utica o la industria espacial- en Estados Unidos. El primer pa¨ªs que ha constatado la necesidad econ¨®mica y pol¨ªtica de a?adir una jornada m¨¢s a la diversi¨®n en beneficio de una nueva producci¨®n m¨¢s divertida.
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