La palabra como semilla de acci¨®n
En Jacques Lecoq la palabra es semilla de acci¨®n. Su an¨¢lisis y articulaci¨®n del movimiento nos llega desde una compresi¨®n perfecta y bi¨®din¨¢mica del funcionamiento del cuerpo humano; algo en lo que ¨¦l ya se situaba como deportista, antes de adentrarse en estos territorios.Para este gran maestro la evoluci¨®n del actor, que luego puede elegir otros lenguajes esc¨¦nicos, parte de un conocimiento perfecto del cuerpo humano. Conocimiento que, necesariamente, vendr¨¢ seguido de un desarrollo hacia la expresividad. En Lecoq se da un planteamiento muy racional de todo aquello que, en principio, se mueve en la evidencia. Lo que ¨¦l plantea tiene que ver con la calidad humana de cada uno, un universo del que cada cual parte para hacer el teatro que desee.
Los profesionales que hemos tenido el privilegio de pasar por la escuela de este profundo conocedor del lenguaje del cuerpo hemos recibido algo mucho m¨¢s fundamental de lo que parece a primera vista. All¨ª uno toma conciencia del juego, de la din¨¢mica, de la importancia del cuerpo, de que el texto nace en un organismo f¨ªsico, y para transmitir se ense?a que hay que hacerlo con econom¨ªa, limpieza, presencia, precisi¨®n...
Es curioso observar c¨®mo frente a las tendencias teatrales diversas que ha habido este siglo, Lecoq es muy modesto y no se adscribe a ninguna. Tan s¨®lo se limita a dar un instrumento que luego el director, o el actor, desarrolla como quiere. Ah¨ª est¨¢n ejemplos claros en monstruos de la escena que han pasado por sus manos, como Luc Bondy, Berkof o tantos otros. Su escuela, al acudir a ella alumnos de todo el mundo, est¨¢ obligada a pasar por el juego m¨¢s que por la adherencia a un texto literario determinado, aunque eso no excluye que luego uno se pueda inclinar sobre su propia literatura.
Hace 30 a?os que sal¨ª de la escuela de Lecoq y cuando todas las tardes subo al escenario llevo a ¨¦l algo que aprend¨ª all¨ª. Hablo de mirar a trav¨¦s de la frente, no de los ojos, me refiero al hecho de tomar conciencia del movimiento justo, de la econom¨ªa en el escenario..., de sacar todo ese instrumentario que se me dio. A trav¨¦s de los a?os he tenido la certidumbre de que el texto se genera en el cuerpo para que no sea discurso, est¨¢ ligado a la acci¨®n, al compromiso con la palabra, algo que tambi¨¦n hicieron los rusos.
Me siento deudor de Lecoq, de todos los maestros, incluidos aquellos que ya se han ido y de los que tanto se aprende en sus libros, y es una grata obligaci¨®n transmitir sus ense?anzas. Transmitirlas y cambiarlas.
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