La interrupci¨®n
Lo dijo Hans Meinke, el director del C¨ªrculo de Lectores, esta semana, en la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid: "El d¨ªa en que hablemos mejor nos podremos entender mejor; seremos m¨¢s civilizados". Acababa de ser objeto de un ataque brutal por parte de un grupo de forajidos que, a punta de cuchillo, le hab¨ªan amenazado de muerte, durante horas de vigilia terrible en la que ¨¦l se defendi¨® con la sangre fr¨ªa que ahora le hace hablar de aquel episodio como si todo aquello le hubiera ocurrido a otra persona. La prensa dijo luego-irresponsablemente, sin duda, porque ya le han dado se?ales a los forajidos- que Meinke salv¨® su esp¨ªritu combativo gracias a que conserv¨® consigo un tel¨¦fono m¨®vil con el que se comunicaba con su familia. Cuando al fin crey¨® que todo estaba perdido le dijo a los suyos, resguardado entonces por el cap¨® del maletero donde. segu¨ªa cautivo: "Si no vuelvo, deb¨¦is tener al menos la seguridad de que lo hice todo en, la vida, lo mejor que pude". Ante nosotros, ya con la tranquilidad de estar vivo, dijo el otro d¨ªa: "En ese momento sent¨ª una gran claridad de ¨¢nimo, como si en efecto hubiera hecho. resumen y! estuviera despidi¨¦ndome bien de toda la existencia". Lo que m¨¢s le sorprendi¨® a Meinke de aquel brutal ataque del que sali¨® magullado, con las costillas rotas y con su alma ingenua de alem¨¢n tranquilo absolutamente perpleja, fue el lenguaje de sus verdugos. "Era un lenguaje despiadado cruel, como aprendido en una escuela terrible de la que nosotros no sabemos nada. Es lo que m¨¢s se me qued¨® en el ¨¢nimo, aquella expresi¨®n tremenda en el rostro, como si me quisieran asesinar tambi¨¦n con sus palabras". Acaso por todo eso, dedujimos luego, Meinke hab¨ªa terrninado su discurso en la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid con aquellas palabras que parec¨ªan tenues, sabias, pero no esencialmente doloridas: "El d¨ªa en que hablemos mejor nos podremos entender mejor; seremos m¨¢s civilizados". Meinke hablaba en la presentaci¨®n del libro El dardo en la palabra, de Fernando L¨¢zaro Carreter, que ha editado el C¨ªrculo, y lo hac¨ªa como primera aparici¨®n despu¨¦s de su horrible odisea personal.
El respeto por la palabra ajena es el primer paso para consolidar el respeto por la vida ajena: ¨¦sa es la esencia de la vida. y tambi¨¦n el c¨®digo de, conducta de cualquier periodista; Meinke ven¨ªa de una experiencia que combinaba el insulto y el desprecio con la capacidad de despojo de la, dignidad humana, y en ese contexto hab¨ªa que situar su reflexi¨®n c¨ªvica, su modesto pero hondo grito de protesta.
Todos nos quedamos all¨ª sobrecogidos. L¨¢zaro lo dijo, siempre con ese sosiego con que nos deplora y nos ama, pero lo subray¨® otra vez: el lenguaje recibe amenazas varias, vio lencias de toda laya, y depende de todos que no sirva como un arma contra otros, y tampoco -claro est¨¢, y ¨¦l lo dice como director de la Academia- contra el lenguaje mismo. Despu¨¦s, mientras nos contaba Meinke que le hab¨ªa pasado, este alem¨¢n noble comparti¨® otra reflexi¨®n, que formul¨® as¨ª: "Y entonces yo me pregunt¨¦: ?y de d¨®nde les viene a estos. chicos que me tuvieron en vil o a punta de cuchillo ese lenguaje con el que parec¨ªan querer destruirme?" Los que est¨¢bamos con ¨¦l -estaba Jes¨²s de la Serna, presidente de los periodistas, que present¨® el libro de L¨¢zaro, con Luis Mar¨ªa Anson y con Alfonso S. Palomares- le ayudamos a reflexionar. Ese lenguaje y sus secuelas est¨¢ en la televisi¨®n, en el cine, en los libros, en los peri¨®dicos. Hay simulaciones ficticias de lo que a ¨¦l le pas¨® en las series violentas, y tambi¨¦n en los libros que lo glorifican, y asimismo est¨¢. ese lenguaje sin retorno en las pel¨ªculas de cine. Cuando se produce luego en la vida real la gente se asusta porque le ata?e, e incluso le da?a la piel.
Meinke vivi¨® la terrible interrupci¨®n de la evidencia civil, democr¨¢tica y libre de estar vivo y seguro de estar vivo. Sali¨® vivo del trance; nosotros s¨®lo le advertimos un rasgu?o pertinaz y azulado bajo su ojo izquierdo. En su alma ten¨ªa ese d¨ªa en que, con L¨¢zaro y los otros citados, habl¨® del lenguaje feroz de los otros, la herida de una profunda, honda, indeleble melancol¨ªa.
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