El Athletic extra?¨® San Mam¨¦s
Gran partido de Prosinecki dirigiendo al Sevilla
Anoeta vivi¨® un clamor, un fervor, un auto de fe pero se qued¨® sin partido. Desbord¨® la pasi¨®n pero el f¨²tbol qued¨® contenido en los nervios y la incapacidad del Sevilla y la actitud extra?amente indolente del Athletic, que se tom¨® la primera mitad a beneficio de inventario y vivi¨® la segunda a merced de su oponente.
Preocupado por la inadaptaci¨®n a un terreno de juego rapid¨ªsimo, rebusc¨® el Athletic en el ba¨²l y s¨®lo hall¨® la cabeza de Urzaiz como ¨²nico recurso para asomarse al balc¨®n de Unzue. Su f¨²tbol era tan lineal como exiguo, cl¨¢sicamente ingl¨¦s: Urzaiz toca y otro, quien sea, dispara como sea y desde donde sea. El argumento le sirvi¨® al Sevilla para resistir en el primer tramo de su t¨²nel particular; salt¨® al campo con miedo, pobl¨® su defensa y se dispuso a resistir. La falta de velocidad del Athletic, su f¨²tbol rampl¨®n y cansino favoreci¨® el repliegue sevillista.
El naufragio del Athletic fue total. El Sevilla, ya sin nervios, vio el car¨¢cter del encuentro. Adelant¨® en la segunda mitad sus l¨ªneas y al comando de Prosinecki dibuj¨® un f¨²tbol de contragolpe tan preciso en el dise?o como injusto e innoble en la ejecuci¨®n. Salva, Jos¨¦ Mar? y Tsartas sostuvieron tres mano a mano con Etxeberria, que acreditaron tanto al guardameta como desacreditaron a los delanteros. El Sevilla hab¨ªa sacado al Athletic del partido, definitivamente ahogado en su propia incapacidad y a merced de un equipo que quiso entenderse con el bal¨®n. Cuando lo hall¨®, el Athletic se avergonz¨®. Prosinecki, majestuoso, le borr¨® del campo.
Al final, el Sevilla result¨® un buen hu¨¦sped que no quiso amargar una fiesta que s¨®lo se vivi¨® en la grada. En el campo no hubo tal: el Athletic, con su manifiesta inferioridad y el Sevilla, a pesar de su gran juego, por su incapacidad para traducir goles.
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