?A la carga!
La mayor cascada de la regi¨®n evoca la atronadora batalla que se libr¨® en este puerto en 1808
El 30 de noviembre de 1808, d¨ªa de niebla y de San Andr¨¦s, Napole¨®n estaba que se sub¨ªa por las paredes de Somosierra. El emperador ten¨ªa prisa por llegar a Madrid para reponer en el trono a su hermano Jos¨¦, a quien los revoltosos de mayo hab¨ªan propinado un puntapi¨¦ en el derri¨¦re. Pero el general San Juan, apostado en el puerto con tres bater¨ªas de artiller¨ªa, se empe?aba en llenarle de agujeros las ordenadas filas de su Grande Arm¨¦e.As¨ª que, en vista de que la infanter¨ªa empezaba a mostrar el ojoso aspecto de un queso de Gruyere, el corso orden¨® a Montbrun que ganara el paso al frente de un escuadr¨®n del regimiento polaco de caballer¨ªa. Y Montbrun lo gan¨® como Pirro, perdiendo a la mitad de sus hombres.
Ecos de aquella carga suicida perduran en Somosierra. En la ermita de Nuestra Se?ora de la Soledad, una placa de bronce junto a la puerta memora el intr¨¦pido asalto: en la lengua de los valientes y en castellano. Dentro, una oscura imagen de la Virgen de Czestochowa, la m¨¢s dilecta de Juan Pablo II, vela el postrer sue?o de aquellos centauros polacos que vinieron a morir entre las g¨¦lidas monta?as de una tierra famosamente soleada. Y en la penumbra del santuario, a poca fe que se tenga, ¨®yese un rumor como de tormenta lejana, como de agua despe?¨¢ndose desde la m¨¢s alta de las cumbres, como de caballos galopando por las brumas de la eternidad.
Aunque ser¨ªa asaz exagerado aseverar que la cascada del Chorro se puede o¨ªr realmente desde Somosierra, lo cierto es que pocos accidentes de su envergadura se registran a tan escasa distancia de un pueblo de la regi¨®n. Las cascadas del Purgatorio, en el t¨¦rmino de Rascafr¨ªa, la Chorrera de San Mam¨¦s o los saltos del alto Manzanares permanecen tan alejados de los caminos y de las posibilidades f¨ªsicas del com¨²n de los madrile?os como el salto del ?ngel o las cataratas del Zambeze. Mientras que el Chorro de Somosierra cae a un kil¨®metro del pueblo y encima dobla a aquellos en grandor.
Media hora, a lo sumo, puede llevar el acercarse a esta primera maravilla de la naturaleza madrile?a. Un garbe¨ªllo, pues,id¨®neo para iniciarse en los misterios nada misteriosos del senderismo: garbe¨ªllo que ha de emprenderse en la gasolinera de Somosierra, bajando hacia el norte por la vieja carretera nacional, hoy cerrada al tr¨¢fico, para desviarse al poco por una pista de tierra que surge a mano derecha. Una cancela atada con una cuerda -para evitar fugas de reses, que saben lo mismo de nudos que nosotros del lenguaje de las vacas- sale al paso en un par de minutos, y luego el arroyo de Pedrizas e, inmediatamente despu¨¦s, el de la Pe?a del Chorro. Una vez vadeado este ¨²ltimo, basta ascender un centenar de metros por la herbosa ladera para topar la mayor cascada de Madrid.
Altos vuelos
El arroyo de la Pe?a del Chorro, que nace en la vertiente occidental del pico de lasTres Provincias -as¨ª llamado porque en sus 2.129 metros de alteza limitan Madrid, Segovia y Guadalajara-, es un lejano tributario del Durat¨®n, r¨ªo famoso por -sus hoces plet¨®ricas de buitres. Y es que, al igual que hay cursos laboriosos como los molinos y batanes de sus m¨¢rgenes, y otros caudalosos y civilizados que son savia de grandes urbes y naciones, ¨¦ste est¨¢ predestinado desde la fuente a alcanzar muy altos vuelos, pues all¨ª lo veis, a dos pasos de sus manaderos, lanz¨¢ndose al vac¨ªo en varios saltos rugientes y vaporosos, el mayor de los cuales frisa los 50 metros.De regreso a Somosierra, por el mismo camino, el bramido del Chorro vase apagando. Otro es el runr¨²n que hace chiribitas en los o¨ªdos del excursionista a medida que se aproxima a la autov¨ªa del Norte. Qu¨¦ m¨¢s quisiera que fuese el eco de la temeraria carga de la caballer¨ªa polaca, resonando en las oquedades de la roca por influjo de alg¨²n arcano designio de los c¨¦firos y los favonios... Pero de sobra sabe el caminante que el fantasma del ¨²ltimo jinete fue atropellado hace varias d¨¦cadas por un cami¨®n de muchos caballos.
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