ETA alquil¨® el 'piso franco' el mismo d¨ªa que asesin¨® al magistrado Mart¨ªnez Emperador
Los terroristas alquilaron el piso de la calle de Polibea, n¨²mero 3, de Madrid el 10 de febrero pasado, el mismo d¨ªa que un comando de ETA asesin¨® al magistrado del Tribunal Supremo Rafael Mart¨ªnez Emperador. Una mujer joven con acento alem¨¢n le explic¨® al propietario del inmueble, Justo R. G., empleado de Iberia, que vivir¨ªan ella su compa?ero y unos familiares, que se incorporar¨ªan m¨¢s adelante. Acordaron un alquiler de 85.000 pesetas, que mientras permanecieron en el piso pagaron puntualmente los d¨ªas 1 de cada mes. Hasta que ayer los vieron huir, nadie del vecindario repar¨® en los etarras.
"Pues ahora que lo pienso...". Nadie recuerda sus rostros. Ni uno solo de los vecinos de la calle Polibea se fij¨® en los cuatro terroristas de ETA -dos hombres y dos mujeres- que desde hace dos meses viv¨ªan en el E del portal n¨²mero 3. "Pues ahora que lo pienso, una mujer joven sal¨ªa muchas noches a la terraza para tender la ropa, pero siempre se pon¨ªa de espaldas; nunca consegu¨ª verle la cara", recordaba Pedro, un vecino del portal de enfrente.Comedor, dos habitaciones, cocina, cuarto de ba?o y una gran terraza asomada a la calle, de los Arfes; gas natural reci¨¦n instalado. El due?o del piso, Justo R. G. , fij¨® un alquiler -85.000 pesetas de mensualidad y un mes por anticipado- que la mujer alemana y su acompa?ante aceptaron sin regatear. Unos a?os antes, el piso hab¨ªa sido alquilado a Jes¨²s, un electricista del barrio, por 20.000 pesetas menos de mensualidad.
Antonia A. R., la esposa del due?o del piso, asegura que los ¨²ltimos inquilinos "pagaban religiosamente" los d¨ªas 1 de cada mes. Lo hac¨ªan en mano y con dinero en met¨¢lico. Al arrendarlo, recuerda Antonia, se present¨® una pareja joven: "Ella ten¨ªa acento extranjero y parec¨ªa muy simp¨¢tica. Le dijeron a mi mar?
do que en el piso vivir¨ªan ellos dos y un familiar que estaban esperando. Nunca sospechamos nada. Incluso llegamos a estar contentos porque hab¨ªamos tenido muy malas experiencias. Lo anteriores inquilinos nos destro zaron el piso y tuvimos que reformarlo entero. ?stos parec¨ªan muy formales".
Un nombre en el buz¨®n
Antonia no recuerda el nombre de la mujer alemana: "Y no se lo puedo buscar porque el contrato de arrendamiento se lo ha llevado mi marido para ense?¨¢rselo a la polic¨ªa". Aunque todos los vecinos sab¨ªan que en el E viv¨ªan dos parejas, en su buz¨®n figura s¨®lo un nombre: Sigmund Shubbert. "Yo estuve en el piso hace mes y medio, colocando una l¨¢mpara, pero no v¨ª nada raro", dice Jes¨²s, el electricista, que realiz¨® esta tarea por encargo del due?o. Por aquella ¨¦poca, recuerda Jes¨²s, estaban poniendo el gas en todo el edificio: "Me encontr¨¦ a Justo [el due?o] por la calle y me dijo que fuese a instalar una l¨¢mpara, que acababa de alquilar el piso y quer¨ªa dejarlo a punto. Fue Justo quien me abri¨® la puerta porque los nuevos inquilinos todav¨ªa no se hab¨ªan mudado. Ya le digo, yo estuve all¨ª dentro y no vi nada raro...".El inmueble est¨¢ situado en el coraz¨®n del barrio de la Concepci¨®n, una zona de clase trabajadora. Enfrente del portal n¨²mero 3 hay una guitarrer¨ªa y en la esquina una tasca donde nadie recuerda haber cruzado una sola palabra con los terroristas. S¨®lo Pedro, que vive con su madre anciana frente a la terraza de los terroristas, intenta rescatar ahora una curiosidad que s¨ª lleg¨® a tener, pero a la que no le dio m¨¢s importancia: ?Por qu¨¦ los vecinos nuevos nunca sub¨ªan las persianas? Dice Pedro: "Se ve¨ªa que hab¨ªa gente porque encend¨ªan la luz, pero nunca ten¨ªan las ventanas abiertas. La mujer colgaba la ropa en ese tendedero rojo pero con la espalda hacia la calle. No sabr¨ªa distinguirla. La verdad es que no s¨¦ si es guapa o fea".
Ayer, a eso de las 7.30 de la ma?ana, cambiaron las cosas. Tras escuchar la detonaci¨®n, algunos vecinos se asomaron a los balcones. Seg¨²n relata Pedro, una terrorista se dirigi¨® a una de sus vecinas de bloque para tranquilizarla: "No se preocupen, no se preocupen, que no ha pasado nada; ha sido s¨®lo un petardo".La polic¨ªa hab¨ªa sido alertada. Un vecino que no quiere decir su nombre asegura haber visto a un terrorista sangrando por la mano mientras bajaba apresuradamente las escaleras. Pero la polic¨ªa no ha encontrado manchas de sangre en el piso. "Ahora", reflexiona Pedro mientras apura una copa de brandy, "todo el mundo dice que ha visto esto y que ha visto lo otro, pero aqu¨ª nadie sospech¨® nada".
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