Bienvenidos a Albania
La Legi¨®n pasea la bandera espa?ola en su primera salida de reconocimiento de Durres a Shengjin
ENVIADO ESPECIAL "?Kush jan??" (?qui¨¦nes son?). "Espagnoli" (espa?oles). "?Ah, espagnoli. Buono. Buono!" Los Blindados Medios sobre Ruedas (BMR) de la Legi¨®n pasearon ayer por vez primera la bandera espa?ola una grande y nueva, colgada de la antena m¨¢s alta- por las carreteras de Albania. Los habitantes de las numerosas aldeas que jalonan la ruta entre Durres y Shengjin, el puerto principal del pa¨ªs y el m¨¢s septentrional, respectivamente, asistieron con curiosidad al paso de los veh¨ªculos.
"Los espa?oles son bienvenidos para traer la tranquilidad a Albania ante la situaci¨®n en que nos ha dejado el presidente Berisha", afirma Constandin Capedoni, un alban¨¦s cincuent¨®n y enjuto, a la entrada de Lezha, dentro de las zona de responsabilidad adjudicada al grupo t¨¢ctico Serran¨ªa de Ronda. La patrulla recorri¨® los 95 kil¨®metros de trayecto sin contratiempos de importancia: dos de los cinco BNIR tuvieron que darse la vuelta al sufrir uno de ellos una aver¨ªa y un tercero colision¨® con un cami¨®n sin mayores consecuencias, en especial para el blindado.
No hubo que detenerse en los dos controles de la polic¨ªa, servidos por agentes de uniforme y de paisano que hacen valer su renqueante autoridad a la sombra de un desvencijado TOA (Transporte Oruga Acorazado) de fabricaci¨®n china. En este pa¨ªs donde todo el mundo tiene un Kal¨¢shnikov en casa y se ofrecen cargadores de munici¨®n a los automovilistas -como en Espa?a naranjas o melones-, los militares son los ¨²nicos que no llevan armas. "Yo soy un soldado, no un criminal", contesta, muy serio Nicola, un recluta del Ej¨¦rcito alban¨¦s adscrito al contingente multinacional, cuando se le pregunta por su fusil.
La primera salida de los legionarios result¨® provechosa. El comandante Alvarez Gaum¨¦ y sus hombres apalabraron el alquiler del futuro campamento espa?ol: una antigua residencia de verano de la nomenklatura comunista en la playa de Shengjin.
Al regreso, dos horas largas de viaje sorteando socavones y descuidados campesinos, los blindados son observados desde los ojos ciegos del m¨¢s de medio mill¨®n de bunkers -uno por cada cuatro albaneses- que la paranoia del dictador Enver Hoxa dej¨® como siniestro legado a su pueblo. Su empe?o por aislarlo del resto del mundo provoc¨® una reacci¨®n sorprendente: en todas las ventanas han florecido antenas parab¨®licas.
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