Europa y la televisi¨®n p¨²blica
El autor afirma que los pol¨ªticos no han estado a la altura de los cambios habidos en el espacio audiovisual europeo en las ¨²ltimas d¨¦cadas
JOS? VIDAL-BENEYTOLa televisi¨®n en Europa como criatura p¨²blica. Esta naturaleza p¨²blica entendida como titularidad y ejercida como servicio p¨²blico pierde su exclusividad, primero en la radio y a partir de los a?os 80 en la televisi¨®n, y tiene que compartir el espacio medi¨¢tico con la empresa privada (en Alemania e Italia desde 1984, en Francia desde 1986, en Espa?a desde 1988, en el Reino Unido desde 1991, etc¨¦tera). La creciente importancia del mercado audiovisual y la avasalladora presencia en ¨¦l de los grupos de comunicacion, unidas a la, funci¨®n decisiva que la sociedad de la informaci¨®n comienza a tener en los a?os 90 cuestionan radicalmente los fines y modos de la televisi¨®n p¨²blica y representan para ella un desaf¨ªo mayor. Que la Europa institucional no puede dejar sin respuesta.La IV Conferencia Ministerial del Consejo de Europa sobre Medios de Comunicaci¨®n (Praga, diciembre de 1994) y las dos ¨²ltimas reuniones informales de ministros europeos de Cultura y Audiovisual (Galway, septiembre de 1996 y Maastricht, abril de 1997) han reafirmado de forma un¨¢nime la necesidad de la televisi¨®n p¨²blica en los pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Europea, han reivindicado la competencia de cada Estado para decidir su organizaci¨®n y objetivos, y han determinado sus principales misiones. ?stas son: ofrecer una informaci¨®n independiente, fiable y universal, es decir, que llegue a todos los ¨¢mbitos de la comunidad a la que sirve; velar por la calidad de sus contenidos; asegurar el pluralismo audiovisual, y mantener una importante producci¨®n de programas propios, como soporte esencial de identidad nacional y garant¨ªa de la diversidad cultural de Europa. La importancia de las misiones que le competen, en especial la defensa de la identidad colectiva, exige que las televisiones p¨²blicas sean organizaciones potentes, capaces de alcanzar muy vastas audiencias, y por ende no pueden limitar su contenido a una programaci¨®n de ¨¦lite. Al contrario, toda televisi¨®n p¨²blica tiene, seg¨²n los ministros, que asumir los tres grandes cometidos de la televisi¨®n: informar, instruir, divertir.
Hasta aqu¨ª el paradigma y la unanimidad. A partir de aqu¨ª la realidad y las diferencias. Comenzando por la proclamaci¨®n de independencia informativa de las televisiones p¨²blicas, -siempre precaria y problem¨¢tica, cuando no inexistente-, cuyos. dos polos m¨¢s o menos, se sit¨²an en la BBC y en TVE; siguiendo por la exigencia de calidad en los programas, a la que la telebasura p¨²blica, en la que Espa?a se lleva tambi¨¦n la palma, convierte en puro escarnio; sin olvidar la inmensa confusi¨®n sobre qu¨¦ deba entenderse por servicio p¨²blico, y acabando con el insoluble problema de la financiaci¨®n. ?Deben los recursos financieros del audiovisual p¨²blico ser solamente de origen p¨²blico -canon o ayudas-, o pueden tambi¨¦n provenir de fuentes privadas y, muy en primer lugar, de la publicidad? Los ministros europeos, con excepci¨®n del Reino Unido, Finlandia y Suecia sostienen que en tiempos de rigor financiero y de notables necesidades inversoras, derivadas, sobre todo, de la innovaci¨®n tecnol¨®gica, el sistema de financiaci¨®n tiene que ser mixto: p¨²blico y privado.
?Y qu¨¦ dice la Uni¨®n Europea? Remite a los pa¨ªses al principio de subsidiariedad -cada Estado miembro hace de su capa un sayo-, siempre que no afecte al principio rector de la construcci¨®n europea: la competencia. A ese respecto ?cabe considerar que las ayudas p¨²blicas a la radiotelevisi¨®n, en el sentido del art¨ªculo 92 (3)(d) y 128.4, son compatibles con la regulaci¨®n comunitaria de la competencia tal como se establece en los art¨ªculos 85 y siguientes? La situaci¨®n dista mucho de ser di¨¢fana y por ello los ministros consideraron la posibilidad de, con ocasi¨®n de la conferencia intergubernamental, modificar estos art¨ªculos del tratado para suprimir las ambig¨¹edades o, en su defecto, incluir un protocolo o cuanto menos una declaraci¨®n. Pero la unanimidad que sigue presidiendo las decisiones culturales y audiovisuales, dej¨® el tema en agua de borrajas. O mejor, en manos de los jueces. Pues, como en tantos otros temas, en la Uni¨®n Europea y en los Estados miembros, el d¨¦ficit pol¨ªtico acaba supli¨¦ndolo la pr¨¢ctica judicial. El tema de la financiaci¨®n de las televisiones p¨²blicas y sus relaciones conflictivas con la televisi¨®n privada, seguir¨¢ siendo, no ya dirimido, sino regulado por v¨ªa jurisprudencial, venga ¨¦sta a trav¨¦s del Tribunal de Estrasburgo o de las decisiones del Tribunal de Justicia en Luxemburgo. Son las carencias de los pol¨ªticos las que constituyen a los jueces en protagonistas.
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