Bautismo canario
Roberto Bra?a, veterano cantante y autor madrile?o, piensa renunciar pr¨®ximamente a su nacionalidad y trocar su nombre art¨ªstico por el de N¨¦stor Guanijay, un heter¨®nimo canario que adopt¨® hace unos a?os en Maspalomas y guard¨® en la funda de su guitarra para usar en un caso de necesidad. Roberto Bra?a es otro heter¨®nimo, un nombre art¨ªstico, un subterfugio imprescindible si quieres triunfar en la vida p¨²blica y has sido bautizado, tal es el caso, como Crescencio Mor¨®n Robledillo. La azarosa condici¨®n de artista fuerza esta clase de metamorfosis. Yo conoc¨ª a Crescencio, llam¨¢ndose ya Roberto Bra?a, en 1970, entonces ejerc¨ªa de argentino, gastaba poncho y era un payador, m¨¢s perseguido por los grises que por sus seguidores, que cantaba con mucho convencimiento y vocaci¨®n por Atahualpa Yupanqui, Jos¨¦ Larralde y Jorge Cafrune.M¨¢s tarde, Bra?a, polimorfo y ecl¨¦ctico, evolucion¨® hacia el folk local con acento yanqui, como l¨ªder de Trigo Verde, un grupo que interpretaba jotas segovianas y seguidillas manchegas sustituyendo la bandurria por el banjo. Bra?a, adem¨¢s de cantar lo m¨¢s rural que pod¨ªa, rascaba r¨ªtmicamente una botella vac¨ªa de An¨ªs del Mono. El invento apadrinado por la incipiente y casposa industria discogr¨¢fica se llamaba "nueva canci¨®n castellana" y pretend¨ªa ser un calco comercial de la emergente nova can?¨® catalana, pero sin rojos. El problema es que tanto Bra?a como la mayor parte de sus colegas neocantantes, adem¨¢s de rojos, eran m¨¢s de asfalto que los sem¨¢foros y los pasos de cebra, y sus experiencias con el mundo rural y campesino empezaban en la Casa de Campo y no llegaban nunca m¨¢s all¨¢ de las urbanizaciones de Villalba o Cercedilla. En la divisi¨®n administrativa de entonces, la provincia de Madrid estaba enclavada en Castilla la Nueva y haciendo frontera con Castilla la Vieja, por lo que cab¨ªa suponer que era centro, crisol, rompeolas, olla podrida, de todas las castellanidades. Pero la castellanidad, vieja o nueva, del Sur o del Norte, manchega o comunera se deten¨ªa y se sigue deteniendo a las puertas de la gran urbe que se traga las se?as de identidad de cualquiera y las entierra bajo una gruesa capa de asfalto. No hace mucho, en estas p¨¢ginas, el alcalde de Garganta de los Montes, en nombre de sus vecinos y votantes, proclamaba, si no la independencia, al menos la no dependencia de su municipio serrano y agreste de la ciudad de Madrid, y abjuraba de ese pend¨®n hotelero de las siete estrellas y de su ditir¨¢mbico y esperp¨¦ntico antihimno. En Garganta de los Montes, si hay que poner en un d¨ªa se?alado una u otra bandera, nacional o auton¨®mica, en el balc¨®n de la Casa Consistorial, pues se pone y santas pascuas, pero m¨¢s bien por no hacerle un feo a un se?or que dice que es presidente de la Comunidad o para que no se lleve un disgusto un vecino aficionado a la cosa patri¨®tica y her¨¢ldica.
Cada vez que vuelven a ponerse de moda las ra¨ªces y las etnias, algunos cantantes madrile?os de asfalto empiezan a pasarlo fatal y entonces se arropan con percusionistas caribe?os o se hacen trenzas a lo rastafari y cantan estribillos onomatop¨¦yicos con sabor tribal. Lo ¨²ltimo es hacerse canario, como el amigo Bra?a, para acceder a la protecci¨®n del Bautista, Eduardo, que desde la Sociedad de Autores ha apoyado a algunos de sus paisanos mejor dotados para la m¨²sica, buena gente y buenos artistas contagiados de Caribe por las corrientes marinas y el flujo migratorio. Pero el primer Bautista, el precursor leg¨ªtimo de la canariedad musical madrile?a, fue precisamente el padre de Teddy Bautista, don Eduardo, sosias de B¨²falo Bill, primer manager de Los Canarios, que en los a?os. sesenta dignific¨® su profesi¨®n y la de los m¨²sicos de la generaci¨®n de su v¨¢stago de los que fue tambi¨¦n padre, mentor y gu¨ªa. No hay una mafia canaria, y una vez m¨¢s los desarraigados madrile?os han sabido agradecer y aplaudir la irrupci¨®n en los escenarios de gente como Rosana, Pedro Guerra o Aristides Moreno. Yo estoy seguro de que a Ricardo Bra?a no le costar¨¢ mucho esta vez hacerse canario, nadie le va a pedir ni el DNI ni el RH, entre otras cosas porque la canariedad como la foraneidad (condici¨®n de ser del foro) son cuestiones mestizas, exentas de cualquier tentaci¨®n de pureza racial o musical.
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