'Per la conc¨®rdia'
Con la espl¨¦ndida biograf¨ªa de Jes¨²s Pab¨®n y la publicaci¨®n de sus Memorias, la figura de Camb¨® gan¨® hace unos a?os renovada actualidad. ?La conserva hoy? Por lo que a tal respecto valga, pienso que acaso no sea impertinente una breve reflexi¨®n acerca del texto en que la vida pol¨ªtica de Camb¨® tuvo su canto de cisne, el librito Per la conc¨°rdia, compuesto cuando todo hac¨ªa esperar que el general Primo de Rivera, despu¨¦s de su ¨¦xito en la bah¨ªa de Alhucemas, iba a dar paso a un Gobierno civil y a la normalidad constitucional.Fue Camb¨® el tercero de los grandes pol¨ªticos fracasados, durante el reinado de Alfonso XIII, en la empresa de actualizar y democratizar la vida social y pol¨ªtica de Espa?a. Maura la intent¨® desde la derecha, y fracas¨®. Canalejas fue asesinado cuando la intentaba desde la izquierda. Camb¨®, en fin, la propugn¨® desde el proyecto de una Espa?a en que el problema catal¨¢n y el problema vasco hubiesen sido acertadamente resueltos. No se actualiz¨® y no se democratiz¨® la vida de Espa?a, y as¨ª, carente de estructura institucional suficiente, el auge de nuestra cultura y nuestra econom¨ªa, tan considerable en los tres primeros decenios del siglo, no pudo evitar el hundimiento de la Monarqu¨ªa de Sagunto, y con ¨¦l la definitiva quiebra de la brillante carrera pol¨ªtica de Camb¨®. Qu¨¦ contrapuestas emociones traer¨ªa a su alma la noticia de la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica, tal y como se celebr¨® en las calles de Barcelona. Cuando Camb¨® preparaba para la imprenta Per la conc¨°rdia, ?era acaso imaginable que las masas catalanistas gritaran contra la Lliga y contra ¨¦l ante su casa de la V¨ªa Layetana?
Procede el texto de Per la conc¨°rdia, como su autor nos dice, de la conferencia que en enero de 1923, pocos meses antes de iniciarse la Dictadura de Primo de Rivera, dio en la Asociaci¨®n Catalanista de la Barceloneta. En la plenitud de su vida, Camb¨® advierte que Ias resistencias y prevenc¨ªones de Madrid y las inquietudes e impaciencias de Barcelona" hacen por el momento imposible "una soluci¨®n espa?ola, de efusiva concordia, al problema de Catalu?a", y decide retirarse de la pol¨ªtica. Fuera cual fuese el alcance real de ese prop¨®sito, a cumplirlo iba a obligarle la pol¨ªtica del Directorio militar, con su pronta decisi¨®n de aniquilar el catalanismo. Pero pasan los a?os, y como respuesta al anticatalanismo de la Dictadura, todo lo que en el catalanismo no era acci¨®n pol¨ªtica -el cultivo de la lengua materna, el amor a las formas de vida y al paisaje de Catalu?a, todo lo que la consigna Catalunya endius llevaba en su seno- gana r¨¢pidamente intensidad y hondura. Por otra parte, d¨ªa a d¨ªa es m¨¢s evidente que el prestigio popular de la Dictadura declina a ojos vistas. Previendo, pues, el fuerte renacimiento del nacionalismo catal¨¢n que esa torpe represi¨®n hab¨ªa de engendrar, Camb¨® piensa que muy pronto va a llegar una nueva y m¨¢s favorable ocasi¨®n para el triunfo de su viejo proyecto y decide proclamarlo otra vez ante los castellanos y los catalanes que van a dar forma y contenido a la ya pr¨®xima situaci¨®n de la vida espa?ola. Desde el catalanismo, la misma actitud y el mismo ¨¢nimo de Ortega, a los 10 a?os de su decisi¨®n de apartarse de la acci¨®n pol¨ªtica; el Ortega que en 1926 escrib¨ªa: "La coyuntura es inmejorable para intentar una gran restauraci¨®n de Espa?a. ?Por qu¨¦ las generaciones del presente no han de reunirse en tomo al prop¨®sito de construir una Espa?a ejemplar, forjando una naci¨®n magn¨ªfica del pueblo deca¨ªdo y chabacano que nos fue legado? ?J¨®venes, vamos a ello!". No es puro azar que Camb¨® apoye en las reflexiones de Espa?a invertebrada una parte de su propuesta de reforma y conciliaci¨®n.
Nos dicen los analistas del alma catalana que en sus manifestaciones colectivas ¨¦sta oscila entre el seny y la rauxa, y entre el pactisme y el tot o res. Pues bien: Camb¨®, catal¨¢n en cuya indudable genialidad personal y en cuyo no menos indudable cosmopolitismo tan profundamente alentaban el pay¨¦s del Ampurd¨¢n y el burgu¨¦s de Barcelona, supo como pol¨ªtico inclinarse resueltamente hacia los dos primeros t¨¦rminos de esa doble oposici¨®n: hacia el seny, porque as¨ª lo exig¨ªa su firme atenimiento a la realidad; hacia el pactisme, porque, tras la batalla de Muret y el tratado de Corbeil, el destino hist¨®rico de los catalanoaragoneses no pod¨ªa ser otro que su integraci¨®n en la Pen¨ªnsula y su participaci¨®n, rivalizando con Castilla, en el proceso medieval de su unificaci¨®n pol¨ªtica. Un seny y un pactisme, eso s¨ª, que dejen a salvo la fuerza, la cultura y el esp¨ªritu de Catalu?a.
La concordia que propone Camb¨® se mueve entre dos torpes extremos: el asimilismo de tantos espa?oles -el deseo de que Espa?a sea uniforme- y el separatismo de los catalanes -no muchos, en opini¨®n de Camb¨®- que aspiran a la independencia pol¨ªtica de su pa¨ªs. Entre la Espa?a asimilista y la Catalu?a independentista, ?qu¨¦ cabe hacer? Dos cosas, piensa Camb¨®. Una previa: mostrar c¨®mo la pr¨¢ctica del asimilismo s¨®lo ha conducido y s¨®lo conducir¨¢ a la progresiva intensificaci¨®n del sentimiento catalanista y al deterioro de las posibilidades hist¨®ricas de Espa?a, y c¨®mo el independentismo es hist¨®ricamente imposible y ser¨ªa ruinoso para Catalu?a. Otra consecutiva: idear un proyecto de concordia entre la Espa?a castellanizada y la Espa?a catalana, y convencer a castellanos y catalanes de la viabilidad y la conveniencia de ese pacto, ¨²nico expediente para dar a Espa?a la Constituci¨®n que su pueblo viene pidiendo desde la extinci¨®n del Antiguo R¨¦gimen.
No es f¨¢cil lograr esa salvadora soluci¨®n, y Camb¨® lo sabe. Muchos son los escollos que hay que allanar y los recelos que es preciso deshacer. As¨ª lo viene viendo y palpando desde el atentado que sufri¨® en 1907. ?C¨®mo avanzar, pues, hacia la meta deseada? Desde luego, mediante la acci¨®n pol¨ªtica. Mas, para que ¨¦sta sea resueltamente eficaz, dos son los principales recursos en que Camb¨® conf¨ªa: la acci¨®n concorde de los intelectuales castellanos y catalanes, en tanto que titulares de la denuncia de lo injusto y de la imaginaci¨®n de lo verdadero, y la autoridad de una Monarqu¨ªa que quiera serlo de todos los espa?oles.
"Un rey que pusiera la fuerza de su prestigio tradicional enfrente del esp¨ªritu asimilista castellano -escribe Camb¨®-, har¨ªa incluso f¨¢cil la soluci¨®n del problema de Catalu?a... Por este convencimiento cre¨ª que una Monarqu¨ªa podr¨ªa ser m¨¢s eficaz que una Rep¨²blica para la resoluci¨®n arm¨®nica del pleito de Catalu?a". Pero, a?ade, "tengo que confesar que mi intento de asociar la Monarqu¨ªa a la gran obra de la soluci¨®n arm¨®nica del problema catal¨¢n no fue precisamente acompa?ado por la fortuna". A?orando las perspectivas abiertas por la primera visita de Alfonso XIII a Barcelona, ha escrito poco antes: "Fij¨¦monos solamente en las resistencias que habr¨ªan desaparecido... de haber
tenido cumplimiento la promesa real hecha en 1904, de que el monarca al volver a Catalu?a hablar¨ªa en catal¨¢n".Setenta a?os han pasado desde que Camb¨® daba forma definitiva al texto de Per la conc¨°rdia. En el actual nivel de la historia de Espa?a, ?qu¨¦ pensar de ese proyecto de vida espa?ola?
Poco tiempo despu¨¦s de la publicaci¨®n de ese texto, adven¨ªa nuestra segunda Rep¨²blica. El nuevo catalanismo, hondamente republicano, no perdon¨® a Camb¨® su leal servicio de catal¨¢n a la Monarqu¨ªa de Alfonso XIII, y de ah¨ª aquel ?Mori Camb¨®! que el 14 de abril reson¨® en la V¨ªa Layetana. Luego, el primer Estatuto y la desdichada aventura del 6 de octubre. A continuaci¨®n, el sangriento tajo que la guerra civil infligi¨® al catalanismo, y con ¨¦l,otra vez, la callada vigencia del Catalunya endins y la renovada eclosi¨®n pol¨ªtica de aqu¨¦l, tras la muerte del general Franco. Acto seguido, la llegada a Barcelona, no por Prats de Moll¨®, sino por la Zarzuela, del President de la Generalitat en el exilio, y la promulgaci¨®n de una nueva Constituci¨®n y un nuevo Estatuto.
Volvamos ahora a nuestro punto de partida. "Las bases esenciales de la concordia -escribe Camb¨®, resumiendo su pensamiento- son dos: la consagraci¨®n de la unidad de Catalu?a mediante la creaci¨®n de organismos centrales que engloben directamente todo el territorio catal¨¢n y el reconocimiento de que la lengua catalana es la lengua propia de los catalanes". Afirmaci¨®n que el seny y el pactisme de su autor matizaba as¨ª: "Y en cuanto a la determinaci¨®n de las facultades que se han de atribuir a los poderes catalanes, puede y debe ofrecer Catalu?a margen ampl¨ªsimo a la transacci¨®n". Repetir¨¦ mi pregunta: en este nivel de nuestra historia, ?qu¨¦ debemos pensar acerca de lo que Camb¨® nos propuso?
Debo decir ante todo que, salvadas posibles y resolubles discrepancias respecto de esa determinaci¨®n de facultades, y pensando que en su seno llevaba impl¨ªcito el reconocimiento de los irrenunciables derechos de la lengua castellana, tal propuesta me parece m¨¢s que plausible. Creo, en consecuencia, que su aceptaci¨®n -y, con ella, la reforma de nuestra vida colectiva que en 1914 formul¨® Ortega- habr¨ªa iniciado una nueva y fecunda etapa en nuestra historia. Por desgracia, ni la propuesta de Camb¨® ni la de Ortega fueron aceptadas, y la ulterior historia de Espa?a fue la que de. hecho ha sido.
?Son aceptadas hoy? En el orden de los deseos, sin duda. En el orden de los hechos, todav¨ªa no. Es forzoso reconocer que el buen funcionamiento del llamado "Estado de las Autonom¨ªas" -al que tambi¨¦n pertenece la Administraci¨®n central- no est¨¢ tan cerca como muchos quisi¨¦ramos. Algo es preciso decir, sin embargo, si no queremos apartarnos de los planteamientos de Camb¨®. ?ste exig¨ªa la acci¨®n de los intelectuales y el comportamiento del monarca; y es lo cierto que, salvo excepciones, en la l¨ªnea de Per la conc¨°rdia se mueven hoy no pocos intelectuales castellanos y catalanes, y que en catal¨¢n quiso hablar el monarca actual en el primero de sus viajes oficiales a Catalu?a.
"La ascensi¨®n de un pueblo -nos dice Camb¨®- s¨®lo de un gran ideal colectivo puede provenirle". Y pensando en el suyo, agrega: "?Acaso sue?a alguien con que este ideal sea la pol¨ªtica asimilista, fracasada despu¨¦s de cuatro siglos de actuaci¨®n? ?Es que alguien quiere que Espa?a puede invertir otra centuria en luchas interiores? Yo no puedo admitir que, en Espa?a, la inconsciencia pueda ser general y pueda ser eterna". Si fuese as¨ª, a?ado yo, acaso no termine el siglo XXI sin que alg¨²n historiador escriba, como quien escribe un epitafio: H¨ªspan¨ªa fuit.
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