Toreo grande de Jos¨¦ Antonio Iniesta
?Vaya forma de torear! ?Menudo toreo bueno! ?Qu¨¦ toreo grande el de Jos¨¦ Antonio Iniesta, que cuaj¨® un faen¨®n. De todas cuantas faenas haya visto uno en lo que va de temporada, la mejor.La mejor faena. La mejor por su t¨¦cnica y por su arte. La mejor por la pureza con que Iniesta interpret¨® las suertes fundamentales y las de adorno; por la construcci¨®n total del muleteo, por su seriedad, su armon¨ªa y su gusto.
?El toreo! A cualquier cosa llaman toreo; a cualquier sarta interminable de derechazos, faena importante; a cualquier pegapases, figura. El toreo es traerse al toro toreado, ce?ir el lance con templanza y cargando la suerte, ligarlo sin p¨¦rdida de terreno. Ese es el toreo y as¨ª tore¨® Jos¨¦ Antonio Iniesta a su primer novillo, un bonito c¨¢rdeno de encastada nobleza.
Fabr¨¦s / Barrera, Pireo, Iniesta
Novillos de S¨¢nchez Fabr¨¦s, con trap¨ªo, fuertes -cuatro derribaron-, encastados.Antonio Barrera: estocada ladeada perdiendo la muleta (silencio); estocada (silencio). El Pireo: estocada trasera, rueda insistente de peones -primer aviso-, otra rueda de peones, descabello, pinchazo baj¨ªsimo, otro hondo, dos descabellos -segundo aviso- y descabello (silencio); media atravesada traser¨ªsima, rueda de peones, descabello -aviso- y descabello (silencio). Jos¨¦ Antonio Iniesta: pinchazo, estocada ca¨ªda, rueda de peones y descabello (minoritaria petici¨®n y vuelta); estocada trasera y rueda de peones (aplausos). Plaza de Las Ventas, 27 de abril. M¨¢s de media entrada.
Toro de encastada nobleza: otro tesoro de la tauromaquia, un bien escaso, sangre brava de la que ya no queda. 0 quiz¨¢ s¨ª queda y no la dejan ver. En esta novillada, de irreprochable estampa y probada fortaleza, la casta se estuvo dando en abundancia. La casta devolvi¨® a la fiesta la autenticidad que parec¨ªa perdida. La casta dio emoci¨®n al espect¨¢culo y m¨¦rito a los toreros. La casta de los toros ten¨ªa absorta y a veces hasta entusiasmada a la afici¨®n. La casta de los toros no permit¨ªa distraerse a los lidiadores, cada cual hab¨ªa de estar en su sitio y, si entraba en liza, hacer el toreo como Dios manda.
Que hubiera casta,' aun noble, no quiere decir que la noviIlada fuera f¨¢cil. Al toro de casta hay que torearlo con - los cinco sentidos y conociendo el oficio. Hubo peones que perd¨ªan los capotes y se ve¨ªan luego per seguidos. Hubo peones que parec¨ªan sabios cuando estaban en el burladero, legos cuando sal¨ªan a la brega.
Hubo peones que durante las faenas de sus maestros no paraban de gritarles: "?Toca!", "?El toque!", "?Toqui, toqui!". Hasta toqui dec¨ªan. Eso del toque parece el ung¨¹ento amarillo, la purga de Benito, la piedra filosofal en los extra?os conceptos de la tauromaquia moderna. Y no es eso, no es eso. En toreo, cuantos menos toques, mejor. En toreo, como en tantas cosas de la vida, las manos quietas. Les insist¨ªan toca, toque, toqui a los toreros, y m¨¢s acertado habr¨ªa sido recordarles que no se torea con el pico dejando la pierna contraria atr¨¢s, caso de El Pireo; tampoco sin temple ni ganancia de terrenos, caso de Antonio Barrera.
Ambos espadas estuvieron muy voluntariosos. Antonio Barrera, valiente adem¨¢s, jug¨¢ndosela seriamente al recibir a su primero a porta gayola. Tesonero y aguantando mucho en su primer novillo-que:se le quedaba corto-, la casta del cuarto le desbordaba y le lleg¨® a desarmar dos veces.
Tambi¨¦n le super¨® la casta del segundo a El Pireo, y el boyante quinto se le fue sin torear, seguramente porque le dar¨ªa el toque y el toqui, s¨ª, pero ese toque-toqui consist¨ªa en meter pico y descargar la suerte que, obviamente, es justo lo contrario de cargarla.
Cargar la suerte es meterse en el terreno del toro para gan¨¢rselo. Jos¨¦ Antonio Iniesta, capotero excelente, carg¨® la suerte en unas ver¨®nicas hermos¨ªsimas, y a su primer toro le dio media que no habr¨ªa tenido inconveniente en firmar el mism¨ªsimo Curro Puya.
Los ayudados por bajo con que inici¨® su faena de muleta constituyeron otra muestra ejemplar de t¨¦cnica y de arte. Estupendas tandas de redondos, pases de pecho y cambios de mano, trincheras y dos series hondas al natural configuraron la preciosa faena de Jos¨¦ Antonio Iniesta, que dur¨® -?reloj en mano!- cuatro minutos.
Fue una faena de dos orejas y se qued¨® sin ninguna por matar mal. Estuvo bien que el presidente le denegara los trofeos. A los toros hay que matarlos. Y ah¨ª se le acab¨® a Iniesta la posibilidad de triunfar, pues el sexto, al que tambi¨¦n tore¨® con pureza, se paraba en la suerte. No pasa nada. La afici¨®n de Madrid se qued¨® con la copla: aqu¨ª hay uno que hace el toreo aut¨¦ntico.
Ver torear, al fin: ?qu¨¦ gusto!
Babelia
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