La envenenada ayuda de Thatcher
La 'dama de hierro' ha tenido una breve y 'euroesc¨¦ptica' aparici¨®n durante la campa?a electoral
La pol¨ªtica conservadora ha he cho posible esto. ?Han entendido el mensaje?". Con un gesto imperioso de la mano, Margaret Thatcher se?alaba a los periodistas y fot¨®grafos el paisaje de bloques de pisos y casitas relucientes en el denominado Teesdale Development, una zona en otro tiempo bald¨ªa del norte de Inglaterra, cuya visita por la primera ministra hace casi diez a?os proporcion¨® una de las im¨¢genes emblem¨¢ticas y desoladoras de la aquella ¨¦poca, con la dama de hierro avanzando en solitario por un descampado lleno de hierbajos hacia una abandonada nave industrial. El programa de regeneraci¨®n urbana lanzado entonces por ella en este ¨¢rea gener¨® 26.000 puestos de trabajo y atrajo inversiones por valor, de 500 millones de libras (m¨¢s de 100.000 millones de pesetas). Thatcher regres¨® el pasado d¨ªa 16 a Teesdale acompa?ada por al actual primer ministro, John Major, y su esposa NorMa para saldar una cuenta con el pasado.En seis semanas de campa?a electoral, era la primera vez que la baronesa se dejaba filmar y fotografiar sonriente y confiada junto a su sucesor en el n¨²mero 10 de Downing Street. Cualquier observador ajeno a las intrigas que han minado en los ¨²ltimos siete a?os al Partido Conservador, hubiera aceptado sin pesta?ear el mensaje de apoyo a Major que parec¨ªa desprenderse de esa amable presencia de Thatcher, enfundada en un traje azul intenso, con su famoso bolso colgando del antebrazo y su caracter¨ªstico peinado casquete.
La realidad es muy otra. A lo largo de la campa?a, la dama de hierro se ha prodigado poco, apenas media docena de viajes breves a otras tantas circunscripciones defendidas por viejos amigos, todos ellos recalcitrantes euroesc¨¦pticos. Ayer mismo, estaba en Hong Kong, inaugurando un puente.
Dos d¨ªas despu¨¦s de su visita a Teesdale, la baronesa dej¨® constancia en un paseo por Maldon, en Essex, de su personal rebeld¨ªa con la pol¨ªtica oficial del partido de esperar y ver en el tema de la moneda ¨²nica. Interrogada por los periodistas sobre la conveniencia o no de que el Reino Unido adoptara el euro, los ojos maquillados de la vieja dama -71 a?os cumplidos- se abrieron con horror. "V¨¢lgame Dios, no. Fui yo la que invent¨® esta respuesta, no, no y no".
Las relaciones de la ex primera ministra con su sucesor en Downing Street nunca fueron perfectas. Pero la tensi¨®n entre ambos se hizo clara y manifiesta a partir del discurso pronunciado por Thatcher en enero de 1996, en un acto en memoria de su mentor Keith Joseph.
En un momento de especial tensi¨®n para el primer ministro, con una mayor¨ªa min¨²scula en el Parlamento y las alas derecha e izquierda del partido en abierta guerra, Thatcher lanz¨® una severa reprimenda a Major advirti¨¦ndole de los riesgos que corr¨ªa el Partido Conservador si no viraba inmediatamente a la derecha y dedicaba todos sus esfuerzos a defender la soberan¨ªa nacional. Major guard¨® silencio como de costumbre y, seguramente, tom¨® nota.
Por m¨¢s que laboristas y conservadores hayan adoptado sin rechistar su legado pol¨ªtico, por m¨¢s que su nombre sea reverenciado en EE UU, Thatcher sigue siendo una figura discutida en el Reino Unido y una fuente de inagotable s¨¢tira para los diarios de izquierda. Los a?os han acentuado a¨²n m¨¢s el tono en¨¦rgico de su discurso y fuera del poder, su nacionalismo extremo resulta a menudo caricaturesco.
En la misma visita electoral a Maldon, en apoyo del candidato tory John Whittingdale, su antiguo secretario pol¨ªtico y actual aliado del ministro de Defensa, Michael Portillo, la baronesa opt¨® por recorrer un supermercado de la cadena Tesco en plan ama de casa de lujo al tim¨®n de la econom¨ªa dom¨¦stlca. Nuevamente vestida de azul, cuidadosamente maquillada e infinitamente m¨¢s elegante que en sus primeros a?os de Downing Street, Thatcher hizo una r¨¢pida selecci¨®n de alimentos nacionales. Un fot¨®grafo, intentando provocarla ofreci¨® a la ex primera ministra pat¨¦ hecho en Bruselas. "No puedo comerlo. No soporto el ajo", contest¨® ella sin vacilar.
Pero la baronesa demostrar¨ªa segundos despu¨¦s su falta de pulso con la vida diaria. Al ir a pagar en la caja, la ex primera ministra extendi¨® un cheque por valor de 25 libras (m¨¢s de 5.000 pesetas), olvidando que en este pa¨ªs el pago en cheques tiene que estar respaldado por la correspondiente tarjeta de cr¨¦dito. Por fortuna en el interior de su famoso bolso llevada dinero suelto.
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