Dos horas y media
La novillada dur¨® dos horas y media; se dice pronto. Y, concluida -la noche cerr¨¢ndose sobre la barriada de Las Ventas, los aficionados convertidos en sombras furtivas, gent¨ªo presuroso en demanda de la cena- no se recordaba de ella lo que se dice nada, nada, nada.Dos horas y media de tost¨®n; que venga Dios y lo vea. Dos horas y media esperando all¨ª a ver qui¨¦n era el guapo capaz de cuajar una faena digna de tal nombre.
Estuvo a punto de lograrlo Eugenio de Mora en su primera intervenci¨®n. Fue un detalle que, a los pocos muletazos de. tanteo al manso sobrero, ya se hab¨ªa echado la muleta a la izquierda y ya lo estaba embarcando por naturales. Lo embarc¨® no mucho pues el manso, un colorao hierro Alejandro V¨¢zquez, ten¨ªa querencia a chiqueros y estaba empe?ado en alcanzarlos.
Lorenzo / Barroso, Mora,
MoranteCuatro novillos de Carmen Lorenzo (dos devueltos por inv¨¢lidos), de correcta presentaci¨®n, flojos, encastados. Francisco Barroso: estocada contraria, dos descabellos -aviso- y dos descabellos (silencio); tres pinchazos, estocada -aviso- y descabello (silencio). Eugenio de Mora: primer aviso antes de matar, pinchazo, estocada, rueda de peones -Segundo aviso- y cinco descabellos (aplausos); dos pinchazos -aviso-, pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Morante de la Puebla: estocada atravesada que asoma, metisaca bajo, estocada y rueda de peones (silencio); estocada corta perpendicular baja y rueda de peones (silencio). Plaza de Las Ventas, 1 de mayo. 1 a corrida de abono. Lleno.
Es decir, que Eugenio de Mora daba un natural contra querencia, y muy bien; el siguiente lo daba a favor, y el manso galopaba en franca huida. Tard¨® Mora en enterarse de que as¨ª no es pero, finalmente, se enter¨®. Y, enterado, enjaret¨® una serie de redondos reunidos, ligados, mandones, que sobre el arte de su ejecuci¨®n obraron el efecto propio de los buenos reconstituyentes. Y entonces el novillo, antes alocado y huidizo, ahora se hab¨ªa recrecido y tomaba el enga?o con aut¨¦ntica codicia.
Repiti¨® Eugenio de Mora los redondos, volvi¨® al natural, cambi¨® la espada, continu¨® toreando... El ejemplo de las figuras (no todas: algunas) causa estragos entre la noviller¨ªa. Las figuras esas se ponen a pegar pases y no ven nunca el fin. Se nota que, incapaces de ofrecer calidad, derrochan cantidad, y as¨ª van tirando y cortando orejas por ah¨ª.
Es el caso que Eugenio de Mora cay¨® en la trampa y cuando entr¨® a matar ya le hab¨ªan tocado un aviso, ya el toro -evidentemente pasado de faena- no quer¨ªa cuadrarse, ya estaba el p¨²blico harto ya hab¨ªan dado las ocho en el reloj de los Carmelitas, en el de la plaza tambi¨¦n... Hab¨ªa transcurrido una hora de funci¨®n y a¨²n quedaban cuatro novillos por lidiar.
Uno de los por lidiar, que manse¨® de salida, como estaba inv¨¢lido volvi¨® al corral. Y el reloj segu¨ªa corriendo ... Los tres espadas se pasaron de faena y en total escucharon cinco avisos. El balance es significativo: cinco avisos y ni una vuelta al ruedo. A esto anta?o lo llamaban desatre y hoga?o no tiene importancia. Es lo propio de la fiesta moderna: que todo da igual.
Eugenio de Mora volvi¨® a pasarse de faena en el quinto de la tarde que, siendo noble, se le fue al desolladero sin torear de verdad. Un paso atr¨¢s acababa de dar este novillero, de estimable trayectoria.
A Morante de la Puebla le ocurri¨® algo parecido con la diferencia de que en lugar de paso fue zancada. Descarg¨® la suerte en los derechazos y en los naturales tuvo perdido el sentido del temple. Al sexto le dio numerosas tandas por ese lado y pese a que el novillo embest¨ªa con prontitud y fijeza, ni lo embarc¨®, ni lo domin¨®.
En la t¨®nica de pasarse de faena estuvo asimismo Francisco Barroso. Valiente en el que abri¨® plaza -dos espeluznantes ga?afones que le destrozaron la taleguilla ni le inmutaron- toreaba de costadillo, correg¨ªa terrenos para irse al costillar. Y la afici¨®n lo capt¨®. Y le dijo que no. Y hasta lleg¨® a pitarle un poco.
La afici¨®n no estaba para ruidos, precisamente. Pasarse dos horas y media sentado en un tendido para nada, desanima al m¨¢s pintado. Y, por a?adidura, el asiento era dura piedra; y la plaza estaba llena; y el de al lado met¨ªa la pierna, se supone que sin querer; y el de atr¨¢s apalancaba la rodilla sobre el espinazo del de delante. ?Qu¨¦ cruz! Y a eso lo llaman tarde de toros.
Babelia
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