Romer¨ªa en las verdes praderas
Atr¨¢s quedan d¨ªas de preparativos, de juntar la tienda y dem¨¢s impedimenta. El jueves saquearon el frigor¨ªfico familiar y rellenaron fiambreras con comidas sencillas y alimentos no perecederos. Uno de los amigos ha hecho una discreta colecta y ha sido encargado del acopio de sustancias clandestinas. madrugaron para hacerse con un buen sitio para la acampada. La aventura merece todos los desvelos.En los ¨²ltimos a?os, el calendario del joven roquero hispano se ha llenado de festivales al aire libre. El moderno equivalente de las romer¨ªas, la feliz oportunidad para huir de la rutina, reunirse fuera de la vigilancia paterna y sentir ese arrogante cosquilleo que deriva de formar parte de una inmensa humanidad que se siente diferente.
Al menos, esta gente luce diferente: body piercing, colores brillantes coronando la testa, ropas anchas para ellos y trapos m¨ªnimos para ellas. La horda del rock, curiosamente mucho m¨¢s tranquila que la masa del f¨²tbol, aunque ahora se solapen ambas aficiones. Una tropa que s¨®lo se indigna cuando se recuerda el af¨¢n de algunos grupos ecologistas en frustrar esta gran fiesta. O, al menos, ponerla suelo de cemento.Oferta
?Y la m¨²sica? Parte del p¨²blico selecciona diligentemente entre la oferta y se desplaza de un escenario a otro para no perderse sus favoritos o picotear entre artistas in¨¦ditos; otros parecen vencidos por la abundancia de las propuestas e ignorar mayormente lo que suena.
Lo que suena principalmente es rock, rock escorado hacia el lado duro. A pesar de las obligadas concesiones hacia la m¨²sica de baile electr¨®nica -y la programaci¨®n del ¨¢spero rap nacional-, el Festimad no presume de eclecticismo: ofrece ca?a y marcha en grandes cantidades.
Y todo se acepta. El discurso revolucionario de Body Count, con Ice-T, un rapper acostumbrado a arrasar con sus tarjetas de cr¨¦dito en las boutiques del barrio de Salamanca. La ausencia de Suede, que caus¨® desolaci¨®n entre el elemento m¨¢s pop de la audiencia. La asombrosa precisi¨®n de ese cantante folk pasado al rock llamado Beck. Las faldas escocesas de los asturianos Doctor Explosion. La furia ciega e incierta de Robe Iniesta y sus colegas de Extremoduro. El rock ye-ye de Killer Barbies. El reggae angole?o de Kussondulola. La insurgencia airada de Hechos Contra El Decoro, que tienen su equivalente zapatista en Vantroi. Las inteligentes canciones de Chucho.
Sin embargo, nadie protesta ni pide un men¨² diferente. Para 15.000 personas, ¨¦sta es la oportunidad de desconectar, de sentir los inciertos temblores de la libertad, de intuir que el mundo es grande y se mueve con electricidad.
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