Una chica con dos pistolas
Teresa N¨²?ez, funcionaria municipal en Madrid, fue en los a?os sesenta Paul Lattimer,"escritor" de novelas del Oeste
"?Maldito asqueroso!, vas a arrepentirte de haber nacido. Vas a pagar por todo lo que has hecho y suplicar¨¢s morir, sheriff Fraiser". Esta cl¨¢sica amenaza de western pertenece a la cosecha literaria de Paul Lattimer, un autor que, entre 1963 y 1977, public¨® m¨¢s de 200 t¨ªtulos de novelas del Oeste para las editoriales Bruguera y Roll¨¢n. Lattimer no era americano. Ni siquiera era un hombre.Tras ese seud¨®nimo se escond¨ªa una joven del barrio de Chamber¨ª llamada Teresa N¨²?ez, que ahora tiene 55 a?os y es funcionaria de la Junta Municipal de Arganzuela.Es una mujer de ojos claros y risa f¨¢cil. "Nac¨ª el 1 de noviembre a las 23.45, la noche de ¨¢nimas, y me bautizaron en la iglesia de San Sebasti¨¢n, donde tambi¨¦n Larra recibi¨® las aguas bautismales", se embala Teresa al comienzo de la entrevista. Tras aclarar que la vena literar¨ªa la hered¨® de la rama materna -"en la familia de mi padre eran todos militares, y de ah¨ª no sacas nada", dice-, cuenta que se inicio en la producci¨®n de las novelas de quiosco a comienzos de los a?os sesenta. Necesitaba trabajar, y aunque s¨®lo ten¨ªa estudios primarios, escribir era lo que m¨¢s le gustaba. Ella y su hermana Rosa Mar¨ªa, un a?o mayor, ensayaron algunas historias y las enviaron a las editoriales. Al cuarto intento las llamaron. Teresa adopt¨® el nombre de Viky Doran y se estren¨® en el g¨¦nero rosa.
M¨¢s tarde, los editores propusieron a las hermanas N¨²?ez escribir westerns, pero tendr¨ªan que utilizar un nombre masculino. A Teresa le gust¨® el de Paul Lattimer, como el protagonista de Huida hacia el sol, una pel¨ªcula protagonizada por Richard Widmark. Rosa Mar¨ªa eligi¨® la firma de Ross M. Talbot y con ella public¨® numerosas novelas en las colecciones FBI y Haza?as B¨¦licas, y se especializ¨® en temas de aviaci¨®n. Eran las dos ¨²nicas madrile?as que haclan la competencia a Marcial Lafuente Estefan¨ªa, Lou Carrigan, Keyth Luger o Silver Kane, algunos de los autores m¨¢s conocidos de novelas de quiosco. "Antes me avergonzaba confesar que me hab¨ªa dedicado a esto. Pero ahora no afirma, "yo escrib¨ªa novelas por dinero, pero nunca me interes¨® este tipo de publicaciones. De todas formas, no era una literatura tan despreciable y yo pon¨ªa en ella mucha honradez. Nunca me copiaba a m¨ª misma, como hac¨ªan otros. Cada argumento era original y ten¨ªa sus propios personajes". Para ponerse al d¨ªa sobre el Far West se dirigi¨® a la Embajada americana, donde le obsequiaron un mapa gigante de Estados Unidos que le resolvi¨® el problema de las localizaciones. Unos libros sobre costumbres indias y las pel¨ªculas del Oeste que pasaban por televisi¨®n constituyeron toda su fuente documental. El resto lo puso su imaginaci¨®n_."Llegu¨¦ a ganar verdaderas sumas de dinero", asegura. "Mi padre hab¨ªa muerto. ?ramos cuatro hermanos y dos estaban enfermos. Yo sacaba adelante a mi familia. Me pagaban 7.000 pesetas por novela, una fortuna entonces. A finales de los sesenta, cuando m¨¢s trabaj¨¦, escrib¨ªa una por semana y ganaba m¨¢s dinero que un ingeniero".
"El g¨¦nero rosa no me gustaba. Los argumentos eran est¨²pidos, ?o?os y mojigatos porque la censura ni siquiera te permit¨ªa decir 'la bes¨® en la boca'. Llegaron a echarme abajo un argumento en el que un padre y su hijo se enamoraban de la misma mujer. Las posibilidades eran muy reducidas y me hice una experta en el arte de insinuar el sobeteo sin que ¨¦ste llegara a producirse".
Como ejemplo, abre al azar una de sus novelas y lee: "Con David estaba totalmente segura Su presencia le produc¨ªa un calor peque?ito, especial. Sinti¨® unas ganas tremendas de coger su cabeza y aprisionarla contra su cuerpo".
"Cuando llegaba el momento escabroso", comenta entre risas, "ten¨ªas que cortar la escena. El verdadero m¨¦rito de Cor¨ªn Tellado fue lograr un nivel de insinuaci¨®n tremendo que pasaba inadvertido para los censores y que a las mujeres las pon¨ªa a cien. Una asistenta que tuve me confes¨® que, cuando le¨ªa sus novelas, sent¨ªa como si la estuviera acariciando un hombre" Las historias del Oeste eran muy agradecidas. "Te permit¨ªan ciertas filigranas, y como hab¨ªa mucha acci¨®n, escribirlas me resultaba m¨¢s gratificante. Aunque tambi¨¦n hab¨ªa problemas. En una ocasi¨®n tuve una agarrada con el asesor de estilo de la editorial. Se trataba de una escena de emboscada en un ca?¨®n. Yo contaba que estaba amaneciendo, y para darle m¨¢s tensi¨®n hablaba de un 'silencio rojo y pastoso'. El asesor me dijo que el silencio no pod¨ªa ser rojo de ninguna manera. ?Ni siquiera sab¨ªa lo que era una sinestesia!", se enfada la escritora.
A mediados de los a?os setenta, las novelas de quiosco ya no eran-un negocio rentable. Teresa abandon¨® el western, pero sigui¨® inventando historias rosas para las colecciones Lady Love y Apasionada, de la editorial Roll¨¢n, hasta que se cas¨® en 1977. Hace tres lustros aprob¨® las oposiciones al Ayuntamiento de la capital y ahora es la secretaria del veterinario de Arganzuela. Pero no dej¨® de escribir. Al contrario, se dedic¨® a lo que verdaderamente le gustaba: la poes¨ªa. Ha publicado siete libros de poemas y ha ganado medio centenar de premios: el m¨¢s importante, el que otorga la Feria del Libro de Madrid, dotado con un mill¨®n de pesetas, y con el que fue galardonada en 1994. El poemario premiado se titula Memorial de un lunes sin memoria y est¨¢ prologado por Juan van Halen, presidente de la Asamblea de Madrid.
Los sue?os de ahora de Teresa son entrar en la Universidad aprob¨® el acceso para mayores de 25 a?os- y conocer el ca?¨®n del Colorado, que describi¨® decenas de veces en sus novelas. "Y, sobre todo", concluye, "lo que me gustar¨ªa es escribir histor¨ªas, bonitas historias como la de Forrest Gump".
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