Berl¨ªn inaugura una antol¨®gica que intenta debatir la modernidad en el siglo XX
Una discutible selecci¨®n de obras de 130 artistas rastrea el esp¨ªritu de la vanguardia
El museo berlin¨¦s Martin Gropius Bau acaba de inaugurar una de! las m¨¢s ambiciosas exposiciones de los ¨²ltimos a?os. La muestra titulada La ¨¦poca del modernismo.El arte en el siglo XX, que permanecer¨¢ abierta hasta el 27 de junio, re¨²ne unas 400 obras de 130 artistas del siglo XX. La muestra ha sido dirigida por Christos M.Joachimides y el brit¨¢nico Norman Rosenthal, quienes han optado por un planteamiento espectacular y hasta grandilocuente, adem¨¢s de con uno de los m¨¢s altos presupuestos destinados a una antol¨®gica como ¨¦sta: 1.300 millones de pesetas.
Esta ambiciosa macroexposici¨®n, que tiene luego previsto exhibirse en el Museo Guggenheim, de Nueva York, ha costado, s¨®lo en lo que se refiere a su presentaci¨®n en Berl¨ªn, la formidable suma de 16 millones de marcos, unos 1.300 millones de pesetas, una inversi¨®n que, de entrada, produce v¨¦rtigo. De hecho, sin analizar su posible rentabilidad, econ¨®mica, ni discutirla pertinencia intelectual de su planteamiento y desarrollo, creo que, en este caso, el dato del coste no puede pasarse por alto, tanto en lo que se refiere a este proyecto en concreto, como, en general, en lo que est¨¢ pasando unido hoy con la promoci¨®n del arte, ya definitivamente convertido en un espect¨¢culo similar a la estelar industria cinematogr¨¢fica. Una cifra tan elevada est¨¢ en relaci¨®n directa con un proyecto que trata de sintetizar, mediante aproximadamente medio millar de obras, lo que ha sido la esencia, la personalidad, del arte del siglo que ahora acaba: qu¨¦ es "lo moderno", o, si se quiere, el esp¨ªritu de la vanguardia. Tal empe?o hubiera sido tambi¨¦n una, haza?a si lo hubieran emprendido los dos ¨²nicos museos que hay actualmente en el mundo con colecciones propias lo suficientemente representativas desde este punto de vista hist¨®rico -el MOMA, de Nueva York, y el Pompidou, de Par¨ªs-, pero si la iniciativa parte de un centro sin colecci¨®n, es obvio que lo eventualmente conseguible estar¨¢ en relaci¨®n directa con el presupuesto asignado al respecto.
Contradicciones
Pero, al margen de esta cuesti¨®n, ?es ¨¦ste acaso un tema que se pueda plantear fuera de un libro? O mejor: ?merece -es factible y aconsejable- llevarse a cabo mediante una exposici¨®n? Desde mi punto de vista, una contradicci¨®n corroe el sentido de esta iniciativa desde su mis ma formulaci¨®n en el t¨ªtulo, ya que, por una parte, anuncia una restricci¨®n argumental, que la har¨ªa posible como tal exposici¨®n -la de mostrar cr¨ªticamente lo que ha sido lo moderno del arte moderno-, para inmediatamente desmentirla con la afirmaci¨®n de presentar "el arte en el siglo XX", una pretensi¨®n ¨¦sta desmesurada, se presente como se presente, excepci¨®n he cha del g¨¦nero de los manuales did¨¢cticos, pero no digamos si se quiere formular con una exposici¨®n.
Meditando acerca de esta contradicci¨®n, mientras recorr¨ªa las bellas salas del Martin-Gropius-Bau, record¨¦ esa dicotom¨ªa usada por Baudelaire, te¨®rico de la modernidad, entre lo chic y lo poncif, algo as¨ª como elegante, por original, frente a lo vulgar, por t¨®pico, cuya dial¨¦ctica, cuando no funciona, como, a mi parecer, es el caso, puede arrojar el indeseado resultado de convertirse en algo poncif, pero sin chic,- esto es: en una colecci¨®n de t¨®picos sobre lo que se entiende qu¨¦ es lo moderno en el siglo XX sin que apenas se pueda percibir, entre ellos, la hipot¨¦tica l¨ªnea cr¨ªtica distintiva. Esta ¨²ltima, seg¨²n los comisarios, es la que responder¨ªa a los apartados matriciales formulados de la siguiente manera: Realidad-Distorsi¨®n, Lenguaje-Materia, Abstracci¨®n-Espiritualidad y Sue?o-Mito, al que se a?ade el cuerpo extra?o, desde el punto conceptual, de una galer¨ªa de retratos.Pero si el punto de arranque son los primeros dibujos de Picasso para las Se?oritas de Avignon, en 1907, y la conclusi¨®n. de lo moderno no est¨¢ a¨²n consumada, como creen los organizadores, con lo que hay que inmiscuirse en el arte de ahora mismo, ?c¨®mo no recordar el sue?o agustiniano del ni?o que quer¨ªa meter el oc¨¦ano en un hoyo de la playa?
?Podr¨ªa haber sido de otra manera? Yo creo que no, porque si Joachimides y Rosenthal hubiera optado por el chic, nadie les habr¨ªa dado los' medios para llevar a cabo el "mayor espect¨¢culo del mundo", cuya rutilante puesta en escena implica, por su parte, el triunfo . apote¨®sico de lo poncif, con su correspondiente amarga secuela de, encima, tener que responder a mil imb¨¦ciles, excitados por el "pasen y vean que aqu¨ª est¨¢ todo", sacando las. cuentas de lo que no hay.
Lo que hay es, sin embargo, de una abundancia abrumadora; en realidad, esta exposici¨®n es como un peque?o museo del siglo XX, donde empieza con Picasso, Matisse y Brancusi y donde termina con Cindy Sherman, Mike Kelley, Viola.
A veces, hay, al margen de la sucesi¨®n de maestros, alg¨²n apunte emocionante -Lehmbruck-, pero queda ahogado por la sensaci¨®n aplastante de que este "peque?o museo del siglo XX", en realidad, no es m¨¢s que un sue?o de m¨¢s de mil millones; vamos, una pesadilla, de la que se despierta con sobresalto y exige el pellizcarse para asegurarse que se est¨¢ en la realidad.
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