La gresca
LA GENTE est¨¢ harta de tanta gresca. Las personas m¨¢s sensatas empiezan a estar, adem¨¢s, inquietas. Mientras tanto, el Gobierno insiste en que no hay crispaci¨®n ni miedo -como si bastara con negar una cosa para hacerla desaparecer-. "Algunos confunden su propia situaci¨®n con la del pa¨ªs", a?aden. Es posible que quienes nos sentimos v¨ªctimas de una persecuci¨®n injusta tengamos una visi¨®n m¨¢s pesimista que la media; pero basta o¨ªr el tono de las personas que llaman a las emisoras de radio para comprobar hasta qu¨¦ punto ha regresado el clima de trincheras de los dos horrorosos a?os que precedieron a las ¨²ltimas elecciones: si quedan no alineados se abstienen de llamar.Har¨ªa mal Aznar en ignorar o menospreciar los s¨ªntomas de inquietud ciudadana que han rebrotado con fuerza. Especialmente cuando el clima de crispaci¨®n e intolerancia que ¨¦l niega se genera en gran medida desde sus propias filas. Cierto es que todo el mundo empieza ya a arrimar le?a a la hoguera, y eso es lo m¨¢s preocupante, pero este Gobierno no podr¨¢ decir que haya tenido durante su primer ano una oposici¨®n tan irresponsable y desestabilizadora como la que tuvo Gonz¨¢lez durante su ¨²ltima legislatura.
La peor secuela de este estado de cosas es que la polarizaci¨®n favorece siempre a las voces m¨¢s destempladas. En este sentido, no se puede olvidar que ya el 18 de marzo de 1996, 15 d¨ªas despu¨¦s de las elecciones, el diario Abc titulaba en su portada: 'Abc, la COPE y El Mundo, entre los causantes destacados de la derrota de Gonz¨¢lez'. Convencidos de ello, han intentado cobrar peaje exigiendo la destrucci¨®n de sus competidores y proporcionando argumentos que justificar¨ªan esa acci¨®n en nombre de nobles valores.
En este contexto ha entrado ruidosamente en escena ?lvarez Cascos, que ha acusado expl¨ªcitamente a Gonz¨¢lez de ser el cerebro" de los GAL. Un paso m¨¢s sobre aquella expresi¨®n de "terrorismo de bodeguilla" que acu?¨® ¨¦l mismo meses atr¨¢s. El ex presidente socialista ha replicado que Cascos dirigi¨® una intriga con los ex polic¨ªas Amedo y Dom¨ªnguez, a quienes ofreci¨® favores penitenciarios cuando estuviera en el poder a cambio de que elevaran su acusaci¨®n hasta el propio Gonz¨¢lez. Cascos ha negado haber hablado nunca con los ex polic¨ªas ni con intermediarios. Pero la realidad es terca y los socialistas dicen tener pruebas de que el vicepresidente miente y de que se reuni¨® en el despacho del director de El Mundo -en presencia de ¨¦ste- con el abogado de los ex polic¨ªas. Si existen pruebas sobre ese cuando menos sorprendente m¨¦nage ¨¢ trois, el p¨²blico tiene derecho a saberlas. Desde luego, es seguro que Amedo y Dom¨ªnguez buscaban el indulto, y que ¨¦sa fue, seg¨²n se recoge en el libro de Esther Esteban sobre el director de El Mundo, la condici¨®n para iniciar unas declaraciones a dicho diario que luego repetir¨ªan ante Garz¨®n.
Los pol¨ªticos no gozan de ning¨²n derecho especial para acusar sin pruebas, un vicio demasiado frecuente en nuestra historia m¨¢s reciente. Si Cascos las tiene de que Gonz¨¢lez fue el cerebro de los GAL, ll¨¦velas al juez; hay sobrados sumarios abiertos en los juzgados para evacuar sus acusaciones. Si no es as¨ª, tal declaraci¨®n es indigna de un vicepresidente del Gobierno. En el mismo sentido, si el PSOE tiene pruebas de que hubo una trama pol¨ªtico-per¨ªod¨ªstica detr¨¢s de Amedo y Dom¨ªnguez, s¨¢quela a la luz. S¨®lo as¨ª podr¨¢ saberse si se trataba de estimular la colaboraci¨®n con la justicia o hab¨ªa algo menos confesable.
En medio de todo esto, Pujol ha hecho un en¨¦simo llamamiento a la serenidad al que Cascos ha replicado como suele: Gonz¨¢lez acus¨® primero. Curioso argumento en boca de un pol¨ªtico que colecciona una insuperable antolog¨ªa de invectivas e insultos a sus adversarios pol¨ªticos. Desde luego, no ser¨¢ discutiendo sobre qui¨¦n empez¨® esta ¨²ltima bronca como se conseguir¨¢ superarla.
Un Gobierno que no s¨®lo no evita la tensi¨®n, sino que la convierte en e e de su estrategia, es un mal Gobierno. Podr¨¢ obtener ¨¦xitos en su gesti¨®n de la econom¨ªa, pero a la larga acabar¨¢ generando una amplia desconfianza y perjudicando la estabilidad pol¨ªtica; y esa inestabilidad termina afectando tambi¨¦n a la econom¨ªa.
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