Forofos
Detesto el f¨²tbol. Hasta hace un par de semanas, por ejemplo, apenas si me sonaba el tal Fabio Capello. Ahora, claro, he sido ampliamente informada de que el se?or Capello es, o bien. un mago y un genio, o bien un guarro, un indigno, un traidor, un canalla y un perro, seg¨²n con qu¨¦ parte de las entra?as se mire. Porqu¨¦ eso es lo que sucede con este deporte: que no se ve con los ojos, sino con el h¨ªgado. Es pura pasi¨®n despellejada.Detesto el f¨²tbol, pero ¨²ltimamente le estoy empezando a encontrar cierto valor did¨¢ctico. Escuchando a los dolidos madridistas anti-Capello, por ejemplo, cre¨ª reconocer su tono rugiente, su sentimiento de ultraje, el esc¨¢ndalo airado y colectivo. Ver¨¢n, eso mismo, la furibundia ciega frente al que traiciona, la pertenencia acr¨ªtica a un colectivo, es lo que estamos viviendo cada d¨ªa con la cosa pol¨ªtica. Asum¨¢moslo al fin sin m¨¢s ambages: los partidos pol¨ªticos son como clubes de f¨²tbol.
Hace cincuenta a?os, Gerald Brenan dec¨ªa, en su famoso libro El laberinto espa?ol, que Espa?a estaba formada por infinitas tribus que se pasaban la vida atiz¨¢ndose las unas a las otras. Y s¨ª, se dir¨ªa que a¨²n poseemos un sentido bastante primitivo de lo social: m¨¢s que una idea elaborada del espacio colectivo, nosotros tenemos metida la tribu o la horda en el cerebelo. Hay un grupito, el nuestro, que haga lo que haga tiene bula, y todos los restantes grupos son enemigos. Y as¨ª, somos capaces de denunciar la paja en el ojo ajeno mientras que nuestra propia viga nos deleita. Miren a los hinchas de los clubes de f¨²tbol: su irracionalidad a la hora de defender lo suyo y execrar lo otro. Y mir¨¦monos a nosotros mismos en nuestro comportamiento pol¨ªtico. ?Somos individuos serios, somos votantes cr¨ªticos, somos ciudadanos razonables? Ni hablar. Somos forofos.
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