Una estocada
Hubo una estocada, la cobr¨® Canales Rivera.No parece mucho una estocada; por ejemplo, no es como para tirar cohetes, o echar las campanas al vuelo, o invitar a cenar al Orfe¨®n Donostiarra. Sin embargo no hubo otra cosa que contar en las dos horas y media que dur¨® la funci¨®n. Y, adem¨¢s, menos da una piedra.
Una estocada en la ¨¦poca presente constituye un acontecimiento. Una estocada en pleno modernismo taur¨®maco donde pueden triunfar sin ning¨²n problema los pinchauvas, tiene la categor¨ªa suficiente para que Mariano Benlliure volviera a inmortalizarla.
La estocada de la tarde: as¨ª bautiz¨® Benlliure aquel bronce del toro vacilante sobre sus cuatro patas, a punto de doblar, unas gotas de sangre brava aflor¨¢ndole por el belfo, el estoque hundido en el hoyo de las agujas.
Mart¨ªn / Finito, Tato, Canales
Cinco toros de Mar¨ªa Lourdes Mart¨ªn (uno rechazado en el reconocimiento), bien presentados, flojos, encastados. Dos devueltos por inv¨¢lidos. Y de Rom¨¢n Sorando, con trap¨ªo, inv¨¢lido, noble. Sobreros: 4? de Carmen Borrero, bien presentado, manso; 5? de Criado Holgado, con trap¨ªo y romana, bravo.Finito de C¨®rdoba: media estocada baja, rueda de peones y dos descabellos (silencio); siete pinchazos -aviso- y dos descabellos (bronca). El Tato: pinchazo, bajonazo y descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Canales Rivera, que confirm¨® la alternativa: estocada (ovaci¨®n y salida a los medios); pinchazo y estocada (aplausos). Plaza de Las Ventas, 13 de mayo. 7 corrida de abono. Lleno.
Faltaba en la escultura el estoqueador y es porque no hac¨ªa falta. El volapi¨¦ neto o la estocada recibiendo con cuidadoso cumplimiento de los c¨¢nones eran de ejecuci¨®n cotidiana en los tiempos de Benlliure. A un torero se le ocurr¨ªa entonces pegar un bajonazo -sartenazo lo llamaban- y se iba a enterar. A algunos, por eso y menos los condujo la Guardia Civil al cuartelillo.
Una de las grandes diferencias de la tauromaquia moderna con la verdadera es que ahora, con bajonazos, sale la gente por la puerta grande. La estocada ha pasado de ser suerte suprema a tr¨¢mite irrelevante, en el que s¨®lo se pide que el torero acierte a la primera. Y los hay que, efectivamente, aciertan a la primera, para lo cual pegan el salto del capullo. O sea, que entran a la carrera, se echan fuera, brincan, alargan el brazo, clavan la espada donde caiga, y ya est¨¢.
Finito de C¨®rdoba y El Tato no mataron ni a la primera ni por arriba, y su t¨¦cnica de matar se sustanciaba a cap¨®n. Finito de C¨®rdoba no s¨®lo no mat¨® a la primera sino que lo consigui¨® a la ¨²ltima y al quinto de poco ni lo mata. En realidad eso fue lo que ocurri¨® pues, incapaz de abatir al toro con el acero, recurri¨® al descabello y lo caz¨® de primo.
Las formas de manejar el estoque supusieron una continuaci¨®n de las que ambos diestros utilizaron para torear. Finito, desconfiado, por momentos descompuesto, trapaceando los pases, sin aguantar ni una sola embestida pese a que ven¨ªan buenas. El Tato, fuera de cacho, metiendo pico abusivo al tercer toro -el de Sorando- sin hacer honor a su nobleza.
Muchas protestas mereci¨® la actitud ventajista de El Tato, que acentu¨® al consentir que le asesinaran en varas al bravo quinto de la tarde -el de Holgado- y, moribundo el animal, se puso a porfiar largo rato y a alardear de supuesto valor temerario ahogando la embestida, indiferente a la bronca que se le ven¨ªa encima.
El arte estoqueador de Canales Rivera tambi¨¦n guard¨® relaci¨®n con su concepci¨®n del toreo, suave y templado en su faena al pastue?o toro de la alternativa, aunque el pico dichoso la rest¨® autenticidad. Vino luego la estocada en la mism¨ªsima yema, entrando en rectitud y saliendo por el costillar, andando y sin aspavientos. Pundonoroso, serio y valiente con el sexto, que carec¨ªa de recorrido, probaba y derrotaba, volvi¨® a ejecutar el volapi¨¦ a toma y daca, y caus¨® sensaci¨®n.
La estocada de la tarde y de muchas tardes cobr¨® Canales Rivera. Y qued¨® inscrito en la n¨®mina de los verdaderos ases de espadas. Hasta m¨¢s ver.
Babelia
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