Europa, crecimiento 'blando'
Europa, lastrada por los d¨¦biles crecimientos de Alemania y Francia, es hoy la zona menos din¨¢mica del planeta. Mientras el crecimiento mundial se acelera (3,8% en 1996), en Europa se ralentiza (1,6% en 1996, en vez del 2,8% previsto). Cada d¨ªa parece m¨¢s evidente que s¨®lo una mejor coordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas de los pa¨ªses europeos les permitir¨¢ alcanzar un nuevo dinamismo que aproveche la reciente disminuci¨®n de los tipos de inter¨¦s.Esta situaci¨®n, a un a?o vista del examen de Maastricht, aconseja intentar extraer algunas lecciones del pasado reciente para tratar de evitar los mismos errores en el futuro.
Desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Europa ha vivido acontecimientos de extraordinaria importancia: reunificaci¨®n alemana, ampliaci¨®n de la Comunidad, Tratado de Maastricht y sus dif¨ªciles ratificaciones nacionales, tormentas monetarias en 1992 y 1993, crisis y explosi¨®n del SME, aguda recesi¨®n econ¨®mica en 1993-1994, inicio de una t¨ªmida recuperaci¨®n en 1995, dr¨¢stica ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s y acelerados esfuerzos de ajuste presupuestario para conseguir cumplir los criterios de convergencia, etc¨¦tera.
A trav¨¦s de todos estos acontecimientos, los a?os 90-96 se han caracterizado, para el conjunto de las econom¨ªas europeas, por un crecimiento blando, inferior al 2% anual medio. Este d¨¦bil crecimiento ha sido el principal responsable del elevado nivel de paro, que afecta a casi 20 millones de personas, el 12% de la poblaci¨®n activa, y que constituye el m¨¢s grave problema de la sociedad europea.
En cambio, entre 1986 y 1990, la Uni¨®n Europea creci¨® al 3,5% anual medio y se crearon nueve millones de empleos. Si esta fase de crecimiento se hubiese prolongado de 1990 a 1996, la tasa de paro en Europa ser¨ªa el 5%, lo que habr¨ªa cambiado radicalmente nuestra percepci¨®n de la realidad y las perspectivas de futuro.
Reducir a la mitad el paro en Europa parece un hermoso sue?o. Pero no lo es, porque hubiera podido ocurrir y debemos procurar que ocurra en la nueva etapa que empieza, en la que los Estados que entren en la UEM habr¨¢n perdido toda autonom¨ªa en el establecimiento de sus pol¨ªticas monetarias y deber¨¢n cumplir con las exigencias presupuestarias previstas en los criterios de convergencia y en el Pacto de Estabilidad. En esta nueva etapa, las consecuencias de la descoordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas ser¨ªan mucho m¨¢s graves que en el pasado.
En efecto, el crecimiento blando europeo, que es, en mi opini¨®n, la causa central del paro, es, a su vez, el resultado de la descoordinaci¨®n entre las pol¨ªticas monetarias y fiscales en Europa, provocada por la falta de una autoridad pol¨ªtica del adecuado nivel.
Por eso, la Uni¨®n Monetaria es necesaria y urgente. Pero no ser¨¢ suficiente para garantizar un crecimiento que ayude a absorber nuestros insoportables niveles de paro. La Uni¨®n Monetaria garantizar¨¢ una pol¨ªtica monetaria unificada, pero le har¨¢ falta una contrapartida indispensable, algo que se parezca a un Gobierno europeo, que resuelva la incapacidad de los. Estados europeos de dise?ar pol¨ªticas cooperativas de crecimiento y superar las recesiones de la econom¨ªa.
Si esto no ocurre, es de temer que se reproduzca, a mayor escala todav¨ªa, el fen¨®meno que hemos vivido en la experiencia europea reciente y que est¨¢ en el origen del aborto de la t¨ªmida recuperaci¨®n de 1995.
En efecto, las pol¨ªticas monetarias en Europa han estado en retraso con respecto a las necesidades de la coyuntura. Los bancos centrales han esperado a que se redujeran los d¨¦ficit p¨²blicos para bajar los tipos de inter¨¦s a corto plazo. As¨ª, en el conjunto de Europa, la restricci¨®n presupuestaria no ha sido compensada por pol¨ªticas monetarias suficientemente expansivas y la recuperaci¨®n se ha frenado. Exactamente lo contrario de lo que ocurri¨® en Estados Unidos en 1991, donde fueron capaces, gracias a una adecuada coordinaci¨®n entre las instituciones federales, de empezar por la expansi¨®n monetaria y, una vez que la recuperaci¨®n estaba asegurada, aplicar las restricciones presupuestarias.
Para que esta estrategia fuese viable se requer¨ªa un "Gobierno econ¨®mico europeo" suficientemente fuerte y cre¨ªble para que los bancos centrales aceptaran aplicarla. Pero Europa ha carecido en el pasado de una instituci¨®n a la altura de la interdependencia de las econom¨ªas de sus Estados, que fuera capaz de asumir sus intereses comunes. Ello impidi¨® dar una soluci¨®n cooperativa a las consecuencias de la reunificaci¨®n alemana y ha generado, de nuevo, una carrera no cooperativa hacia la depresi¨®n.
Esta mayor coordinaci¨®n ser¨¢ imprescindible en el futuro, en funci¨®n de los l¨ªmites que el nuevo escenario implica para las pol¨ªticas presupuestarias nacionales y de lo que implican las nuevas reglas de juego de las pol¨ªticas econ¨®micas en Europa: los pa¨ªses de la UEM no podr¨¢n nunca m¨¢s modificar de forma aut¨®noma sus tipos de inter¨¦s ni sus tipos de cambio para hacer frente a una circunstancia desfavorable de su econom¨ªa.
En consecuencia, los ajustes entre los distintos pa¨ªses de la UEM s¨®lo se har¨¢n a trav¨¦s de variaciones de precios y salarios y de cambios en los niveles de actividad, de la acumulaci¨®n de capital y del empleo. La rigidez de los precios, especialmente de los salarios, y la escasa movilidad del trabajo en el espacio comunitario pueden hacer que la principal variable de ajuste sea el empleo.
Por ello, no es despreciable el mayor riesgo de recesi¨®n y de paro en la UEM si no hay pol¨ªticas econ¨®micas correctoras, adoptadas de forma cooperativa. ?Pueden instrumentarse estas pol¨ªticas correctoras desde el presupuesto comunitario? Ciertamente, no, puesto que, a diferencia de lo que ocurre en otras uniones monetarias, su talla es exigua. Despu¨¦s de la aplicaci¨®n del paquete Delors, el presupuesto de la Comunidad ser¨¢ el 1,3% del PIB de la CEE y el 4% de los presupuestos de los Estados miembros, mientras que en los pa¨ªses m¨¢s descentralizados el presupuesto central representa m¨¢s del 30% del PIB, lo que les permite contribuir al ajuste macroecon¨®mico de sus ¨¢reas monetarias. As¨ª, en EE UU se calcula que una disminuci¨®n de un d¨®lar en la renta de un Estado produce 40 centavos de transferencias compensadoras autom¨¢ticas desde el presupuesto federal. En Europa, en la actual. situaci¨®n, este efecto ser¨ªa s¨®lo del 5%.
Por eso es tan necesario analizar cuidadosamente los efectos de las restricciones al d¨¦ficit p¨²blico de los pa¨ªses miembros de la UEM sobre sus pol¨ªticas de estabilidad y sobre el crecimiento tendencial de sus econom¨ªas, as¨ª como la coherencia de estas restricciones con el papel del sector p¨²blico desde una perspectiva socialdem¨®crata.
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