Entre Jerry Lewis y los Keystone Cops
El discurso conmemorativo del PP por el primer a?o de Gobierno es, por lo que ha podido apreciarse, simpl¨®n cual propaganda b¨¦lica. Abunda en la alabanza y en el autobombo, pero excluye cualquier menci¨®n, y por supuesto an¨¢lisis, de lo que se ha hecho o dejado de hacer. Explic¨® Larra que en Espa?a "lo que est¨¢ permitido es alabar, sin que en eso haya l¨ªmite alguno; porque es probado que en la alabanza no puede haber demas¨ªa, sobre todo para el alabado", y aqu¨ª est¨¢n Aznar y sus ministros para no dejar a Larra por mentiroso.La falsilla ideol¨®gica con que ha gobernado Aznar durante su primer a?o carece de dobleces y de matices para enga?ar a nadie. Sus pautas de conducta son el autoritarismo, la alergia al sector p¨²blico, la patrimonializaci¨®n de la Administraci¨®n, la propaganda y autobombo sin medida, hasta resultar estomagante por su propio exceso y un punto de chuler¨ªa hist¨®rica muy propio de cerebros alicatados hasta el techo con las obras completas de Pem¨¢n y el catecismo preconciliar. Nada nuevo, lo que se supone de un partido de derechas que verbaliza mec¨¢nicamente el lenguaje democr¨¢tico, pero no entiende ni su ¨¦tica ni su est¨¦tica. Por supuesto, queda excluida cualquier veleidad centrista o una actuaci¨®n liberal consecuente. El talante dictatorial de los dirigentes del PP, ese impulso irresistible de ocupar la finca con armas y bagajes y tratar al resto de los inquilinos como personal de servicio a su mando, estaba en el c¨®digo gen¨¦tico del Partido Popular; sobre todo en las facciones pol¨ªticas emergentes despu¨¦s de la formaci¨®n del Gobierno, que son, si se admite el calificativo, las m¨¢s paleol¨ªticas de G¨¦nova, 13. Excusado sea dar nombres aqu¨ª, porque est¨¢n en todas las declaraciones del Gobierno, del partido y de su representaci¨®n parlamentaria.
Uno de los aspectos m¨¢s llamativos, aunque cuidadosamente esquinado, de la regresi¨®n autoritaria del ¨²ltimo a?o es la pasmosa incapacidad de Aznar y sus ministros para gobernar; entendiendo tal actividad en su acepci¨®n corriente y sencilla, que es la de producir normas con el consenso de los agentes sociales implicados, cuyas consecuencias positivas est¨¦n perfectamente calculadas, las negativas queden minimizadas y, al mismo tiempo, de su aplicaci¨®n no se derive un problema mayor. Pues bien, el Gobierno se ha pasado los ¨²ltimos doce meses d¨¢ndose de bruces con todos los problemas que han querido resolver, como Jerry Lewis tropezaba con los muebles y objetos en sus pel¨ªculas o los Keystone Cops se atropellaban a s¨ª mismos en la ciega persecuci¨®n del malhechor, hasta el punto de escenificar ante la opini¨®n p¨²blica retablos de un rid¨ªculo subido.
V¨¦anse ejemplos. Para impulsar la liberalizaci¨®n el¨¦ctrica, el Gobierno provoc¨® un conflicto con los sindicatos mineros; para deshacer el nudo a?adido, lleva camino de provocar otro con la Comisi¨®n Europea, escandalizada por la prolongaci¨®n de las ayudas a la miner¨ªa; de paso, las ventajas conseguidas por la libertad de mercado el¨¦ctrico -parvas, porque se f¨ªan a diez a?os de plazo- quedan anuladas por el aumento de subvenciones al carb¨®n. Para atacar a la oposici¨®n denuncian una prevaricaci¨®n fiscal indemostrada que salpica a los inspectores fiscales, sus propios funcionarios, y deteriora la confianza de los ciudadanos en la Agencia Tributaria. Para defender a un grupo de fiscales cuya caracter¨ªstica principal es su hostilidad al Gobierno anterior provocan un conflicto serio con el Consejo Fiscal y, al final, tienen que abandonar la defensa que desde el primer momento era imposible e improbable. Para liberalizar la econom¨ªa, en fin, dictan unas liberalizaciones de juguete, retales olvidados de las liberalizaciones del Gobierno anterior, que provocan la irritaci¨®n de los ayuntamientos gobernados por el propio PP, hostiles a la desregulaci¨®n del suelo o de las funerarias. Tal habilidad para perseguirse a s¨ª mismo y tropezar con sus propios pies no es normal. Por no mencionar los interminables globos sonda para recortar los gastos sanitarios... Este Gobierno es incapaz de zurcir un solo descosido sin procurar un roto mayor.
Esta incapacidad para gobernar se manifiesta en sus extra?os m¨¦todos de gesti¨®n. El procedimiento de gobierno m¨¢s utilizado ha sido el invocatorio, dif¨ªcil de explicar para quien no crea en la magia. En su primera versi¨®n, la gesti¨®n invocatoria consiste en conseguir que la opini¨®n p¨²blica confunda la ejecuci¨®n de un plan con su anuncio reiterado. Por este procedimiento, Rodrigo Rato ha liberalizado varias veces la econom¨ªa espa?ola, con el solo esfuerzo de convocar numerosas ruedas de prensa en las que se anuncian "ambiciosos programas de liberalizaci¨®n", que incluso "nos situar¨¢n en la senda de Maastricht"; sin que, al parecer, ni el vicepresidente ni el Gobierno se sientan obligados a explicar cuando, c¨®mo y con qu¨¦ efectos se han aplicado tan milagrosos ung¨¹entos econ¨®micos. De hecho, cabe pensar que han supuesto sonoros fracasos, si alguna vez llegaron a instrumentarse, porque no se han advertido efectos sobre los precios de los servicios. Pero esto quiz¨¢ sea una cuesti¨®n menor, porque la liberalizaci¨®n invocada -nadie sabe si ejecutada- sirve para que cualquier representante del Gobierno que se precie declare con gran convicci¨®n que este Gobierno "ha liberalizado la econom¨ªa".
El m¨¦todo invocatorio presenta una segunda versi¨®n o modelo, tambi¨¦n muy practicada durante este ¨²ltimo a?o. En esta variante, el Gobierno act¨²a como si con la sola menci¨®n de su voluntad fuera suficiente para aprobar leyes, decretos o grand¨ªsimas reformas. La sociedad espa?ola, al parecer, carece de intereses o compromisos propios; es un bien mostrenco, en agraz, cuyo destino manifiesto es ser moldeado por la voluntad del Gobierno. ?Que, para que cuadre el Presupuesto de 1997, es necesario congelar el salario de los funcionarios? Pues basta que Aznar se dirija a los empleados p¨²blicos, como Mois¨¦s al pueblo elegido, y comunique la pertinencia de tal "sacrificio". La aquiescencia social es un lujo. En este y en otros casos m¨¢s o menos importantes, como el de las telecomunicaciones, el sector del gas, la purga de funcionarios hasta los profundos estratos de jefe de negociado, la televisi¨®n o el f¨²tbol, el conmemorado Gobierno de Aznar ha simplificado la realidad social y econ¨®mica espa?ola hasta el tama?o y forma compatible con su capacidad intelectual. Los c¨¢lculos, proyecciones, pactos y debates cuestan tiempo y dinero y, sobre todo, implican, al parecer, una complejidad insoportable para este Ejecutivo.
Tales f¨®rmulas m¨¢gicas, que fundamentan la relaci¨®n entre autoritarismo e incompetencia, derivan del desprecio o ignorancia de la est¨¦tica y la ¨¦tica democr¨¢tica, que impide, por ejemplo, que un Gobierno agreda a la sociedad que lo sustenta. Visto lo ocurrido durante el ¨²ltimo a?o, el diagn¨®stico m¨¢s razonable es que este Gobierno tiene severas dificultades para gobernar en t¨¦rminos democr¨¢ticos, tanto por no entender las reglas del juego democr¨¢tico como por sus paup¨¦rrimas dotes de gesti¨®n. La capacidad, por supuesto, nada tiene que ver con la legitimidad.
No se crea, sin embargo, que este Gobierno carece de virtudes. Por el contrario, exhibe una, y muy notable, que a buen seguro le proporcionar¨¢ rentabilidad pol¨ªtica inmediata. Sea por modestia, sea por terror a romper la vajilla, tienen una gracia especial para evitar las decisiones econ¨®micas incoherentes. De la misma forma que, seg¨²n la frase acu?ada por Fraga, el Gobierno del PSOE s¨®lo acertaba cuando rectificaba, el del PP solamente acierta cuando no hace nada. No han interferido la l¨ªnea descendente de la inflaci¨®n con subidas del IVA ni se han preocupado de situaciones sociales extremas que sea necesario remediar con mayor gasto social. No necesitan m¨¢s talento ni m¨¢s esfuerzo; el ciclo econ¨®mico alcista llevar¨¢ al pa¨ªs pr¨¢cticamente en volandas hasta Maastricht. "Ventura te d¨¦ Dios, que el saber no te hace falta", recomendaba sarc¨¢sticamente Baltasar Graci¨¢n en El Critic¨®n, en una frase que define la intrahistoria espa?ola. Pues bien, ¨¦ste es exactamente el caso de lo que tienen y no tienen hoy nuestros gobernantes.
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