Casta asnal

Otra conquista de la gen¨¦tica: la casta asnal.Que nadie usurpe este milagro de la ciencia. Lo han conseguido los ganaderos de bravo espa?oles (algunos), a puro huevo. Y cuando se dice a puro huevo se est¨¢ haciendo referencia expresa al huevo con c¨¢scara que contin¨²an poniendo las gallinas en el umbral del tercer milenio. De momento.

Las Ventas qued¨® convertida en la feria de muestras del toro con casta asnal y fue la sensaci¨®n. Tambi¨¦n pasar¨¢ a la historia Las Ventas por esto.

Sal¨ªan los toros, grandes tipo armario, y se pon¨ªan a hacer el burro.

Flameaban capotes, los toreros pretend¨ªan provocar la embestida, y el toro hac¨ªa ?fu!

Hay disparidad de opiniones al respecto y en el curso de la porf¨ªa hubo quien se llev¨® tres guantazos.

La cuesti¨®n a debatir era si el toro hab¨ªa hecho fu, o mu, o ronc, ronc, ronc que -aseguraba un veterano espectador- es la voz onomatop¨¦yica del rebuzno.

"?Nada de fu ni de mu", insist¨ªa: "Ronc, ronc, ronc".

Alguien le corrigi¨®: "Se equivoca usted. No es ronc, ronc, ronc lo que hace el toro sino aj-ronc, aj-ronc, aj-ronc".

Que s¨ª, que no, que s¨ª -uno y otro-, acabaron a tortas.

En el turno de varas, al sentir el hierro -a veces con s¨®lo olerlo- los toros de casta asnal hu¨ªan despavoridos, no se sabr¨ªa decir si haciendo fu o mu o ronc y a las cuadrillas se les acumulaba el trabajo pues hab¨ªan de ir a buscarlos a la lejana tierra de chiqueros.

Fue excepci¨®n el sexto, que acept¨® las varas y, en el turno de muleta, amag¨® a Rivera Ord¨®?ez una colada terrible.

Rivera Ord¨®?ez es torero pundonoroso que no da pase por perdido e insisti¨® en sacarle al toro temperamental, menos burro que sus cong¨¦neres -matar¨¢n a la vaca madre por eso- los derechazos y los naturales. Temple no hab¨ªa en la acci¨®n -resultaba enganchada la muleta, una qued¨® hecha trizas-, pero valor s¨ª y alg¨²n ga?af¨®n perdido lo aguant¨® estoico el torero.

La faena iba largu¨ªsima y, ya en sus postrimer¨ªas, le dio a Rivera Ord¨®?ez por el tremendismo, ahogar la embestida, esas cosas. A la salida de un pase de pecho se desplom¨® el toro y se produjo una inquietante escena que, si la ven en el Parlamento Europeo, nos aspan: el toro ca¨ªdo, roto y humillado; el torero componiendo una bizarra postura de triunfador; el p¨²blico en pie aclamando semejante adefesio.

Siguieron dos circulares, ora por la izquierda, ora por la derecha, citando de espaldas. Hace unos a?os los circulares de espaldas, que sol¨ªa ejecutar D¨¢maso Gonz¨¢lez, no los aceptaba el p¨²blico de Madrid. Ahora los circulares valen orejas. Y con ellos se gan¨® una Rivera Ord¨®?ez tras cobrar un espadazo trasero.

Igual de pundonoroso estuvo Rivera Ord¨®?ez en el tercero de la tarde, s¨®lo que lo mat¨® fatal. Y, adem¨¢s, al animalote aquel le rezumaba la burrer¨ªa. A los toros burros no se les puede hacer toreo en sentido estricto sino burradas en sentido lato. Picarlos, banderillearlos y matarlos ya es una burrada, si bien se mira, mas los p¨²blicos a¨²n no han captado esa sensibilidad. Ser¨¢ cuando lo divulgue la televisi¨®n.

Litri hac¨ªa lo que pod¨ªa, que era pegar mantazos. Vicente Barrera intentaba con voluntad y aplomo el toreo vertical. Su compostura fue impecable. Citaba juntas las zapatillas, daba el pase y el toro (cualquiera de sus dos toros) pasaba efectivamente. Pasaba de pasar. A veces pasaba con tanta afici¨®n que segu¨ªa su camino en ansiosa demanda del muladar.

El toreo de la tauromaquia cl¨¢sica no lo entienden los burros. O cabr¨ªa expresarlo de distinta manera: la casta asnal que han logrado crear los ganaderos espa?oles (algunos) requiere una tauromaquia propia. Todo llegar¨¢. Algunos ya rebuznan por ah¨ª, dando ideas.