Paternidad m¨²ltiple
No tengo m¨¢s remedio que empezar este escrito expresando mi enfado por la relaci¨®n entre el tema propuesto y el t¨ªtulo de la secci¨®n en que se incluye, porque maldita la gracia que me hace hablar de vivir el d¨ªa despu¨¦s de la derrota como algo cotidiano. Y m¨¢s, si se trata de la derrota con may¨²sculas, de la derrota de la final, de la derrota que no puede ser remediada en el futuro inmediato por un triunfo propio o un tropiezo ajeno. Porque no hay un d¨ªa despu¨¦s, el d¨ªa de la derrota dura 48 horas en lugar de las 24 que manda la rotaci¨®n de la tierra; 48 horas sin sue?o, sin sonrisa, sin esperanza, sin evasi¨®n posible, sin pensamientos positivos, sin... Pero, en fin, me estoy poniendo algo melodram¨¢tico, y no he de olvidar que estas l¨ªneas est¨¢n impresas bajo una cabecera que dice "deportes", y no en el gui¨®n de un culebr¨®n venezolano, as¨ª que, aprovechando las taurinas fechas en que nos encontramos, es preferible cambiar de tercio.En este sentido, y sin salirnos del tema, todos conocemos aquella famosa frase que proclama la orfandad de la derrota frente a las muchas reclamaciones de paternidad de que disfruta la victoria, y probablemente el acuerdo entre todos nosotros sobre el alto grado de verdad que encierra dicha sentencia ser¨ªa f¨¢cil, a
pesar de que si realizamos la prueba de paternidad de algunas derrotas seguramente nos encontrar¨ªamos con alg¨²n descendiente bastardo.
Sin embargo, he de reconocer que hubo un momento durante el trascurso del pasado d¨ªa 20, tras perder el quinto partido, en que sent¨ª la carga de la paternidad a pesar de que (que yo sepa) a¨²n no tengo descendencia. Y ese momento no fue cuando los ¨¢rbitros pitaron el final, certificando nuestra derrota, ni dos minutos antes, cuando todo estaba visto para sentencia, ni dos minutos despu¨¦s, cuando en el vestuario nuestras cabezas se mov¨ªan de un lado a otro sin querer dar cr¨¦dito a lo ocurrido.
Me convert¨ª en padre de la derrota cuando al salir del pabell¨®n los seguidores nos esperaban para palmearnos la espalda, para decirnos que ¨¦ramos los mejores, que no pasaba nada, que el a?o que viene...
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