Alain Jupp¨¦, el detestado
El voto de castigo ha supuesto el fracaso m¨¢s sonado de un pol¨ªtico que siempre se sinti¨® vencedor
La Constituci¨®n francesa es extremadamente presidencialista. El reparto de funciones en el pod er ejecutivo suele definirse de la siguiente manera: el presidente tiene todo el poder, y ninguna responsabilidad; el primer ministro, por el contrario, tiene toda la responsabilidad y ning¨²n poder. Alain Jupp¨¦ ilustraba anoche esa m¨¢xima.El primer ministro cargar¨¢ por partida doble con la culpa del mal resultado de la derecha, por la impopularidad de su gesti¨®n al frente del Gobierno, y por la ineficacia de su campa?a como jefe de la coalici¨®n presidencial. Si algo demostr¨® la primera vuelta electoral, fue que Francia no ama a Jupp¨¦. La carrera del "mejor de su generaci¨®n" parece condenada a interrumpirse bruscamente, incluso si la derecha lograra recuperarse en la segunda vuelta. No es el primer fracaso, pero s¨ª el m¨¢s so nado, de un hombre que siempre se sinti¨® un vencedor. Alain Jupp¨¦ naci¨® el 15 de agosto de 1945 en Mont-de-Marsan (regi¨®n bordelesa) en una familia de agricultores acomodados y gaullistas. El peque?o Alain, inmerso en el ambiente cat¨®lico' del clan Jupp¨¦, quer¨ªa ser "Papa de Roma" hasta que, en su primera adolescencia, pens¨® en ser m¨¦dico.
Sus notas escolares eran asombrosas, y su padre estimul¨® la formidable capacidad de trabajo de Alain contratando a una profesora particular cuya ¨²nica funci¨®n acab¨® siendo la de unirse al coro de halagos que desde siempre rode¨® al "ni?o m¨¢s inteligente del pueblo". Jer¨®me Cl¨¦ment, actual director de la cadena de televisi¨®n franco-alemana Arte, fue su compa?ero de bachillerato. Un d¨ªa hablaron sobre sus proyectos para el futuro, y Jupp¨¦, recuerda Cl¨¦ment, fue tajante: "Escuela Normal Superior, Escuela Nacional de Administraci¨®n, Inspecci¨®n de Finanzas y pol¨ªtica". El prodigio de Mont-de-Marsan ten¨ªa ya muy clara su vocaci¨®n, y la cumpli¨® al pie de la letra.
En 1972, licenciado de la Normal Sup y flamante enarca (promoci¨®n Charles de Gaulle), aprob¨® el ingreso en el prestigioso cuerpo de inspectores de Finanzas, la ¨¦lite de la tecnocracia francesa. Cuatro a?os m¨¢s tarde fue elegido secretario de la asociaci¨®n de miembros del cuerpo, y semanas despu¨¦s el entonces primer ministro,, Jacques Chirac, le encarg¨® que le redactara un discurso.
Chirac no tard¨® en enfrentarse abiertamente al presidente Val¨¦ry Giscard d'Estaing y en abandonar la jefatura del Gobierno. A partir de ah¨ª, las cosas sucedieron con rapidez: Chirac cre¨® la Uni¨®n por la Rep¨²blica (RPR) para romper con la vieja guardia del gaullismo, gan¨® en 1977 las primeras municipales de Par¨ªs (la capital era hasta entonces gestionada directamente desde el Gobierno) e instal¨® a Jupp¨¦ en un despacho municipal. En 1978 hizo su primer intento por acceder al puesto de diputado, y fracas¨®. El hecho de que se presentara en la circunscripci¨®n de Mont-de-Marsan, su pueblo natal, hizo especialmente dolorosa la derrota.
En 1981, Jupp¨¦ se encarg¨® de coordinar la campa?a del candidato presidencial Chirac, y sum¨® un nuevo fracaso: su jefe no alcanz¨® la segunda vuelta. Corr¨ªan malos tiempos para el neogaullismo, pero Jupp¨¦ escal¨® un nuevo pelda?o administrativo convirti¨¦ndose en el director financiero del Ayuntamiento de Par¨ªs, ¨²ltimo reducto del chiraquismo frente a la oleada rosa encabezada por Frangois Mitterrand. La primera elecci¨®n de la que sali¨® vencedor fue municipal.
Corr¨ªa 1983 y Jupp¨¦ se convirti¨® en regidor del distrito XVIII, frente a un candidato socialista llamado Lionel Jospin. En 1986, con las elecciones generales que forzaron la primera cohabitaci¨®n de la derecha con Mitterrand, logr¨® al fin ser diputado por Par¨ªs. Y Chirac, jefe de Gobierno, le nombr¨® ministro del Presupuesto. No fue f¨¢cil para Jupp¨¦ soportar la autoridad mayest¨¢tica de su superior directo, el todopoderoso Edouard Balladur.
Tampoco fue f¨¢cil encajar la nueva derrota de Chirac en las presidenciales de 1988, teniendo en cuenta que hab¨ªa codirigido la campa?a junto a Charles Pasqua y al propio Balladur. Pero Jupp¨¦ nunca fue quejica y regres¨® sin muestras de des¨¢nimo a la oposici¨®n y al refugio del Ayuntamiento parisiense. Por entonces, Chirac y Jupp¨¦ hab¨ªan anudado ya una estrech¨ªsima relaci¨®n de amistad. Cuando la hija de Jupp¨¦ sufri¨® una crisis de anorexia, fue Chirac (un hombre cuya gran humanidad s¨®lo conocen sus m¨¢s pr¨®ximos) quien mantuvo largas conversaciones con la adolescente y la sac¨® de la crisis.
En 1993, segunda cohabitaci¨®n, Jupp¨¦ obtuvo la prestigiosa cartera de Asuntos Exteriores. No s¨®lo para Chirac, sino para Giscard y para el propio Mitterrand, el joven jefe de la diplomacia era ya "el mejor de su generaci¨®n". Su capacidad de an¨¢lisis y de trabajo y su fidelidad a Chirac frente a la traici¨®n de Balladur le convirtieron en el primer ministro tras las presidenciales de 1995. Y resisti¨® desde entonces, enfrentado a su propia impopularidad, casi desahuciado por momentos, lanzando reformas que chocaban sistem¨¢ticamente con la resistencia de los franceses. Se le ha reprochado insistentemente su frialdad y su soberbia, cosa que intent¨® contrarrestar en 1996 con la publicaci¨®n de un librito, Entre nous (Entre nosotros) en el que trazaba un autorretrato de s¨ª mismo como "ser humano". Quiz¨¢ ahora, alejado del poder, los franceses empiecen a apreciarle.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.