Santa Teresa, Rusia y la Alianza Atl¨¢ntica
Rusia y la OTAN sellar¨¢n ma?ana en Par¨ªs el ingreso teresiano de ese gran y complejo pa¨ªs en una Alianza Atl¨¢ntica que est¨¢ mudando de piel y de cuerpo mas no de nombre. Pues, a casi todos los efectos -aunque se presente de otro modo, sobre todo en Mosc¨²-, Rusia va a tener a partir de ma?ana un pie en la OTAN. Sin llegar a ingresar. Como santa Teresa, vivir¨¢ sin vivir en la Alianza. Desde luego, como reza el acta, ambos ya no van a considerarse adversarios. El paso que se da es hacia una seguridad cooperativa como ya ocurre a diario en Bosnia, donde Rusia colabora con la OTAN, s¨®lo que de manera formalizada. Lo que supone, de la mano de Javier Solana, el triunfo p¨®stumo de Olof Palme. Un consejo conjunto, una misi¨®n rusa cerca de la OTAN y consultas en casi todo permiten estar sin ser.Este acta no est¨¢ s¨®lo -aunque tambi¨¦n- destinada a facilitar a Rusia la digesti¨®n de una eventual ampliaci¨®n de la OTAN que la deja fuera, sino a construir una profunda relaci¨®n de seguridad de la OTAN con ese pa¨ªs que sigue a¨²n constituyendo, por sus problemas internos, no una amenaza, pero s¨ª el mayor problema de seguridad de Europa: un problema derivado ya no de la fortaleza rusa, sino de su debilidad. Pues Rusia sigue siendo una incertidumbre. Y es esta incertidumbre la que impide contemplar siquiera el ingreso de Rusia en la OTAN. De momento y por muchos a?os, aunque se espere para Rusia una alta vida. Pues la Rusia de Yeltsin es una cosa, pero el actual presidente puede desaparecer en cualquier momento y se desconoce lo que vendr¨ªa despu¨¦s. ?El misterio L¨¦bed? ?Un candidato de unos militares que est¨¢n mal o no pagados y que por eso venden armas o plutonio al mejor postor?
Una vez m¨¢s en su historia, Rusia tiene que volver a inventarse un porvenir, un futuro, que requiere un nuevo enfoque de su ubicaci¨®n en el mundo. Parece su sino. Ya en 1890 escrib¨ªa el franc¨¦s Anatole Leroy-Beaulieu que "la historia de Rusia se diferencia de la historia de las otras naciones europeas m¨¢s por lo que le falta que por lo que tiene de propio, y a cada laguna de su pasado corresponde en el presente un vac¨ªo que el tiempo no ha podido llenar ( ... ). En este Estado, hasta diez veces secular, nada ha sido consagrado por el tiempo. El pa¨ªs es viejo y todo en ¨¦l es nuevo".
Rusia necesita inventarse un futuro que no le resulte desgarrador entre Occidente y Oriente, entre Europa y el mundo eslavo. En el terreno exterior sabe que, por su tama?o, nunca ingresar¨¢ en la UE. Lo que no quiere decir que no pueda forjar relaciones ¨ªntimas con la UE, como con otras instituciones, y formar parte cabal del nuevo sistema europeo. No se puede minimizar a este respecto la importancia de lo que se firma hoy. Que sea fruto de la debilidad de Rusia, que no ha podido lograr otra cosa -The Economist habla de una "segunda rendici¨®n"-, no debe impedir su buena acogida.
Para forjarse ese futuro Rusia depende, en primer lugar, de s¨ª misma y de que renuncie a ser imperio. Tal renuncia puede ser factor esencial para su democratizaci¨®n y su modernizaci¨®n. Otros han pasado por ese trance y se han recuperado tras la cura. Hay signos alentadores en este sentido como la paz de Chechenia o el plan aprobado por el Consejo de Seguridad ruso en el que se apunta como prioridad de la seguridad nacional no ya la defensa de sus fronteras -aunque se prevea reforzar las relaciones con los vecinos orientales-, sino "reforzar la estabilidad socia". Bien est¨¢. Pues el desorden social, la albanizaci¨®n de Rusia es su mayor peligro. Es casi un milagro que hasta el momento el gigantesco cambio de este enorme pa¨ªs haya resultado, en t¨¦rminos generales, bastante tranquilo. Quiz¨¢ se deba a ese atributo divino que Joseph Conrad crey¨® percibir en el alma rusa: la resignaci¨®n. Aunque ahora les corresponde a los l¨ªderes rusos transformar la resignaci¨®n ante la OTAN en algo creativo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.