Brillante caligraf¨ªa
Como muchos pintores abstractos, el brit¨¢nico Peter Greenaway -que sigue siendo tan pintor como cineasta, conviene recordarlo- ha recorrido el camino que le ha llevado hasta Oriente, atra¨ªdo por la extra?a uni¨®n que entre palabra e imagen se establece siempre en la pintura japonesa. As¨ª, el brit¨¢nico ha hilvanado una historia que es lo que Conspiraci¨®n de mujeres era a los bodegones y el paisajismo ingl¨¦s: una excusa para crear una bella colecci¨®n de im¨¢genes, sutilmente sostenida por una m¨ªnima estructura narrativa y con el norte puesto en la pintura, cl¨¢sica nipona.Pero la referencia a Conspiraci¨®n... es equ¨ªvoca y conviene matizarla. A diferencia de sus ¨²ltimos filmes, y pienso sobre todo en la impresionante, a ratos incomprensible, Prospero's book, Greenaway parece pretender aqu¨ª una escritura m¨¢s convencional, m¨¢s fluida y menos preocupada por las limitaciones del encuadre cinematogr¨¢fico, su gran obsesi¨®n desde hace casi diez a?os. Dicho de otra forma, parece haber recorrido el sendero inverso al que hab¨ªa transitado hasta ahora. Si de una narraci¨®n digamos cl¨¢sica como era la de su primer filme, El contrato del dibujante, hab¨ªa llegado a la acumulaci¨®n alucinada, y alucinante, de Pr¨®spero..., el fracaso de p¨²blico de ¨¦sta y de la siguiente, la execrable The Baby of M??on, parece haberle aconsejado una mayor preocupaci¨®n por no perder adeptos: no deben de ser ajenas a ello las dificultades experimentadas por su productor neerland¨¦s, a punto de quiebra por sus desmanes.
The pillow book
Direcci¨®n: Peter Greenaway.Fotograf¨ªa: Sacha Vierney. Cal¨ªgrafos: Brody Newenschwander y Yukki Yaura. Producci¨®n: Kees Kasander, Holanda-Reino Unido, 1996. Int¨¦rpretes: Viv¨ªan Wu, Ken Ogata, Ewan McGregor, Hideko YoshIda. Judy Ongg, Yukata Honda. Estreno en Madrid: cine Ideal (V. O.).
Recursos habituales
As¨ª las cosas, Pillow, que no renuncia a algunos de los recursos habituales en Greenaway -por ejemplo, la peri¨®dica fragmentaci¨®n del encuadre, pero en proporci¨®n mucho menor de la habitual-, se sigue sin mayor problema. Como El contrato..., como Conspiraci¨®n..., el filme habla de una conjura, como todos sus filmes anteriores, da cuenta de una influencia est¨¦tico-pict¨®rica a la que se homenajea, todo a partir de una excusa argumental m¨ªnima pero efectiva: el conflicto ed¨ªpico de una hermosa joven que, de alguna forma, busca entre sus amantes cal¨ªgrafos a su padre, quien pintara su rostro de ni?a con hermosos caligramas.Las sevicias sexuales que sufre su progenitor, obligado por un desp¨®tico empleador, quedan en la retina de la ni?a, junt¨® con el goce del pincel recorri¨¦ndole la piel, placer que intentar¨¢ recrear en los a?os sucesivos, hasta encontrar al amante ideal, que, como todo, lo ideal, est¨¢ destinado a la desaparici¨®n. Y ah¨ª comienza una venganza que es la literal clausura del relato.
Los detractores de Greenaway est¨¢n de parabienes: la cohesi¨®n de sentido del filme es como poco cuestionable, su excusa narrativa es m¨¢s bien tenue, sin por ello renunciar a lo que cierta cr¨ªtica -ciertamente, no este cr¨ªtico- suele considerar pedanter¨ªa de estilo. Pero la belleza casi hipn¨®tica de los logros obtenidos por su investigaci¨®n formal, en auxilio de la cual acude presuroso el gran Sacha Viemey, uno de los mayores fot¨®grafos de la actualidad, es de tal envergadura que obliga por lo menos a prestarle una atenci¨®n m¨¢s que respetuosa; o, para decirlo con m¨¢s propiedad, proporciona un par de horitas de goce pl¨¢stico que para s¨ª querr¨ªan tantos otros cineastas, pedantes o no.
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