De ayer a hoy en la feria
En el patio de caballos solamente aparcaba un coche: el del doctor Jim¨¦nez Guinea, cirujano de la plaza de Las Ventas. Tampoco hab¨ªa muchos coches m¨¢s; en la explanada que ahora es estacionamiento se bregaban los caballos de picador con un trote cansino antes de ponerles en el cuello su dosis de tranquilizante.Llegaba del cuartel de la Guardia Civil un piquete, con fusil, cartucheras y un cometa, y tomaban asiento en el palco adyacente al de la presidencia. Hasta su supresi¨®n, jam¨¢s tuvieron que intervenir ni para el orden p¨²blico ni para rematar a tiros a un toro.
Los toreros vinieron a Las Ventas durante a?os en Hispano-Suiza con botijo en la baca. Los de a pie, se entiende, porque los picadores llegaban a caballo o en la jardinera que compr¨® Basilio Barajas en la subasta de pertenencias de la infanta Isabel. Mat¨ªas, padre, fue el ¨²ltimo picador que fue a caballo a la plaza en los a?os cincuenta. Y viv¨ªa en Ciudad Lineal; claro que no se hab¨ªa hecho la M-30.
Para el aficionado, todo era m¨¢s f¨¢cil, m¨¢s familiar, m¨¢s intimista. El rito de compra de entradas o abonos pasaba por la calle de la Victoria, ahora en baja. El ir a retirar las entradas era pretexto para tomar vinos y tapas en el Vista Alegre, el Sol y Sombra o La Casa Vasca, establecimientos, todos ellos, ya difuntos. Pero no hab¨ªa colas bajo el sol y la lluvia frente a las taquillas de la plaza. A San Isidro ven¨ªa quien ven¨ªa. Vale decir con ello que no exist¨ªa la parafernalia de las ca¨ªdas de cartel, exclusiones y pol¨¦micas de los ¨²ltimos tiempos. Ha sido una feria que creci¨® de or¨ªgenes modestos y se fue potenciando entre todos.
?Testimonios desaparecidos? Ah¨ª va un amplio muestrario: la raya ¨²nica de los picadores, las vendedoras de agua en botijo, los polic¨ªas armados (dos) en cada boca de tendido, los picadores de reserva que daban el primer puyazo, el cuartel que autorizaba al "espada de turno a servirse del estoque simulado", los asientos de madera de gradas y andanadas, las banderillas de fuego, la puya de arandela, los presidentes con sombrero, el manguito de hule de los puntilleros, alg¨²n que otro caballo apuntillado en el ruedo por Peseta, el modesto programa "oficial para esta tarde", con la cr¨®nica de N. Melero, empleado de la empresa y terror del personal.
Verdaderamente, la comparaci¨®n del San Isidro actual con el de los a?os cincuenta y sesenta produce algo m¨¢s que el escalofr¨ªo de la nostalgia. Quien no quiera recordar la edad y el trap¨ªo del ganado de esas ¨¦pocas negando est¨¢ su propia memoria. Habr¨ªa que tirar de archivo y de las colecciones de El Ruedo para poner las cosas en su justa perspectiva. No se podr¨ªa pasar por alto el cambio de manos de las ganader¨ªas tan habituales en Las Ventas durante tantos a?os y que fueron desapareciendo poco a poco: Terrones, El Jaral de la Mira y Pizarral de Casa Tejada (ambas de la empresa Jard¨®n), los terror¨ªficos sobreros de Hoyo de la Gitana, Barcial, Clemente Tassara, viuda de Arribas, Antonio Urquijo, Garci-Grande. Realmente ha habido un importante trasiego de hierros y encastes. En las ferias de hoy, a quien le interese se le proporciona una excelente chuleta en el programa que permite al aficionado darse pisto sobre los or¨ªgenes del ganado a lidiar.
Con cambio o sin ¨¦l, la riada humana contin¨²a bajando por la calle de Alcal¨¢ y el puente de Ventas. Y lo m¨¢s significativo es que los 21.000 espectadores de pago meten en taquillas cada tarde m¨¢s de 52 millones de pesetas.
Babelia
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