Esl¨®ganes como pol¨ªtica
Ser¨¢ porque falten tiempo y lecturas para entablar verdaderos debates; o porque el Parlamento haya echado el cierre a la palabra y s¨®lo deje lugar para el insulto, el caso es que toda la pol¨ªtica tiende a reducirse en los ¨²ltimos meses a frases que no ocupen m¨¢s de 30 segundos en las pantallas de televisi¨®n. Cada cual debe estrujarse el mag¨ªn para dar con el mensaje que ridiculice al adversario y pueda ser transmitido en el telediario de mayor audiencia. La pol¨ªtica se ve reducida a unos cuantos esl¨®ganes machaconamente repetidos con el ¨²nico prop¨®sito de que la gente se los meta bien en la cabeza.El juego se ha impuesto de tal modo que parece como si nuestra clase pol¨ªtica hubiera decidido alimentar los conflictos con la ¨²nica intenci¨®n de reforzar sus mensajes publicitarios. Asistimos as¨ª a una curiosa inversi¨®n de la relaci¨®n entre la palabra y la acci¨®n pol¨ªtica. Antes, el dirigente de un partido se presentaba en p¨²blico o se levantaba en el Parlamento para exponer un programa o proponer una determinada acci¨®n, que somet¨ªa a debate y llevaba a la pr¨¢ctica o modificaba seg¨²n las respuestas recibidas. Ahora, sin embargo, lo ¨²nico importante es el mensaje que debe transmitirse a un sujeto an¨®nimo constituido por "los que nos est¨¢n viendo" en la pantalla y, en funci¨®n de su presunta eficacia, decidir las acciones necesarias para reforzarlo. El medio, como todo el mundo sabe, es el rnensaje; pero lo que nadie hab¨ªa descubierto hasta la llegada del PP al Gobierno es que el mensaje es la acci¨®n.
As¨ª ha ocurrido con las dos iniciativas que m¨¢s tiempo llevan ocupando a la clase pol¨ªtica desde principios de a?o. Los fabricantes de mensajes publicitarios al servicio del PP decidieron que la ¨²nica forma de aventajar a los socialistas consist¨ªa en presentarlos dos o tres veces al d¨ªa, en las horas de mayor audiencia televisiva, como unos sinverg¨¹enzas que hab¨ªan decretado una amnist¨ªa fiscal en beneficio de unos cuantos amiguetes. Nada importaba que de tal acusaci¨®n se derivasen graves da?os para la Hacienda, para el secreto de las actas o para la autoestima de los inspectores. Todo lo contrario: mientras m¨¢s da?o se infligiera, m¨¢s durar¨ªa el embrollo y m¨¢s larga en el tiempo la emisi¨®n del mensaje sobre los amiguetes a cargo de, tres caras -Aznar, Rato, Costa- que se ir¨ªan turnando en la pantalla para no aburrir al personal.
Con el f¨²tbol ha ocurrido algo similar. Hab¨ªa que acusar, a quienes no se pliegan a las exigencias gubernamentales, de conspirar en una maniobra dirigida a la expoliaci¨®n del derecho de todos los espa?oles a ver el mejor partido de la semana. Usted tiene el derecho de ver en su televisi¨®n el mejor partido y nosotros estamos aqu¨ª para defenderlo contra una banda de expoliadores monopolistas: ¨¦se era el mensaje, sin que importara nada que las leyes elaboradas por el Gobierno fueran susceptibles de posterior impugnaci¨®n. Todo lo contrario, mientras m¨¢s se impugne, m¨¢s se hablar¨¢ del asunto y m¨¢s ocasi¨®n habr¨¢ de disponer de espacio publicitario para repetir -Aznar, Cascos, Troc¨®niz- id¨¦ntico esl¨®gan.
El problema es que cuando se coge el gusto a esta manera de hacer pol¨ªtica ya no hay quien la pare. El ¨²ltimo mensaje elaborado por los servicios de presidencia consiste en presentar como un risible coro de despechados a quienes no comulgan con las ruedas de molino que el Gobierno pretend¨ªa hacer tragar para resolver la crisis de la Fiscal¨ªa. Dicho y hecho: el presidente del Gobierno ordena transmutar en jefe a un sancionado con el ¨²nico prop¨®sito aparente de emular al poeta en su desd¨¦n por el coro de grillos que cantan a la luz de la luna. De un solo golpe, el presidente ha logrado agraviar a la Junta de Fiscales de Sala, al Consejo Fiscal y a las dos asociaciones de fiscales, que anuncian recursos contra la arbitraria designaci¨®n. Tanto mejor, pues de aqu¨ª a que el recurso se vea habr¨¢ mil ocasiones para no desperdiciar tan original eslogan publicitario.
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