EI libro de las cohabitaciones
En un d¨ªa de caras m¨¢s bien largas, el canciller alem¨¢n Helmut Kohl se permiti¨® s¨®lo una broma: "Yo hab¨ªa decidido", dijo, "no escribir nunca mis memorias. Pero, bien pensado, creo que cuando me retire escribir¨¦ un libro sobre cohabitaciones". Kohl ya ha conocido tres de esos empates pol¨ªticos en Francia: dos con Fran?ois Mitterrand como presidente (1986-1988 y 1993-1995) y uno, el actual, con Jaeques Chirac en el El¨ªseo. Se trata, seguramente, de la cohabitaci¨®n m¨¢s dif¨ªcil para el interlocutor de Bonn, porque Kohl tiene problemas dom¨¦sticos, Jospin se siente fuerte tras su ¨¦xito electoral y Chirac no ha salido a¨²n del estado de postraci¨®n en que le sumi¨® el fracaso de los suyos.La nueva pareja francesa se estren¨® ayer en la esfera internacional, y las formas fueron escrupulosamente respetadas. Chirac mantuvo la preminencia formal. Las comitivas del presidente y del primer ministro se coordinaron sin problemas (casi todos, de uno y otro lado, eran antiguos alumnos de la Escuela Nacional de Administraci¨®n y viejos conocidos) y, a la hora de hablar, Jospin no ahorr¨® elogios hacia la "sensibilidad social de Chirac. El presidente correspondi¨® con una defensa de las "reivindicaciones sociales" formuladas por su primer ministro ante la UE.
Otra cosa fue el ambiente: nada recordaba en Poitiers la alegre comilona de chucrut, regada con cerveza, con que hace solamente unos meses se regalaron el presidente franc¨¦s y el canciller alem¨¢n en Estrasburgo. El ambiente era tenso y las dificultades abundaban. Kohl estaba evasivo. Jospin ten¨ªa el ment¨®n m¨¢s decidido que nunca. Y Chirac parec¨ªa s¨²bitamente envejecido y un rictus amargo en la boca. Como muestra casual de que el poder se le hab¨ªa escapado de las manos a Chirac, a alguien se le ocurri¨® organizar el men¨² del almuerzo en torno a una fuente de "cordero a las siete horas", precisamente el plato favorito de ?douard Balladur, el hombre que le traicion¨® en 1995.
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