Juan Carlos Garc¨ªa, herido menos grave
El sexto toro le peg¨® una cornada a Juan Carlos Garc¨ªa. Se la peg¨® cuando le embarcaba por derechazos. El toro ya le hab¨ªa avisado, seg¨²n se suele decir. Sobrero del Conde de la Maza con vistosa capa y mansedumbre manifiesta, el toro se quedaba en la suerte y buscaba al torero. Juan Carlos Garc¨ªa no se arredr¨®: sigui¨® intentando los derechazos y, en uno de ellos, el toro le alcanz¨® y le volte¨®. La cogida fue aparatosa y el gesto de dolor del torero hizo pensar que iba seriamente herido. Se lo llevaron a la enfermer¨ªa y en el camino alg¨²n banderillero se quit¨® la pa?oleta para hacer un torniquete... Afortunadamente -se supo despu¨¦s- la cornada no era grave.Agrio final de una corrida que a los toreros se les hab¨ªa ido de rositas. No ese sobrero de complicada condici¨®n; s¨ª lo que sali¨® nombrado Los Recitales, cuya encastada nobleza reclamaba mejor disposici¨®n torera que la demostrada por los diestros; unos logros art¨ªsticos superiores al parvo muestrario que dejaron ver.
Recitales / Chamaco, Pauloba, Garc¨ªa
Toros de Los Recitales, muy desiguales de presencia, 1?, 2? y 6? chicos, resto con trap¨ªo; en general encastados. Ultimo devuelto por inv¨¢lido. Sobrero de Conde de la Maza, con trap¨ªo, manso.Chamaco: bajonazo -aviso- y dobla el toro (pitos); pinchazo, estocada baja -aviso- y dobla el toro (pitos); estocada trasera ca¨ªda (silencio). Luis de Pauloba: estocada corta descaradamente baja (aplausos y salida al tercio); pinchazo y bajonazo (silencio). Juan Carlos Garc¨ªa: estocada (aplausos y salida al tercio); cogido por el 6?, sufre cornada menos grave de 15 cent¨ªmetros en un muslo. Plaza de Las Ventas, 15 de junio. Media entrada.
Decepcion¨® especialmente Luis de Pauloba, cuyas maneras de diestro enterado y fino son sobradamente conocidas, y de ellas s¨®lo aport¨® apuntes, detalles, alg¨²n aislado momento de inspiraci¨®n. Se enumeran, por ejemplo, los ayudados con que abri¨® su primera faena; par de naturales en otras tantas tandas; alg¨²n redondo; los pases de trinchera de acendrada torer¨ªa. Y, a cambio, desarroll¨® una faena sin unidad ni construcci¨®n, desordenada, desligada, en la que, por a?adidura, sufri¨® dos desarmes. Y ese no es plan. No, con toro tan bueno.
Al quinto, que tambi¨¦n sac¨® nobleza, le corri¨® la mano en los derechazos. Oiga, correr la mano no es cualquier cosa en toreo. Torero que corre la mano ya le est¨¢ diciendo al toro vaya usted all¨¢ donde yo (liga, t¨ªo cornudo, y no pregunte, que se va a enterar.
Pero correr la mano no lo es todo, oiga. Correr la mano citando fuera cacho, embarcando a distancia y sin ligaz¨®n, tal cual muleteaba el artista Pauloba es, a efectos de toreo en sentido estricto, como un jard¨ªn sin flores, como quien tiene un t¨ªo en Alcal¨¢. Y al p¨²blico no le conmovi¨® lo m¨¢s m¨ªnimo esta faena de nuevo deshilvanada, escasamente imaginativa, sosa y marginal a la boyante condici¨®n del toro, lo que constituye -si bien se mira- el reverso del arte de torear. Oiga.
Superior fundamento conten¨ªa la destreza muletera de Juan Carlos Garc¨ªa si se vuelve a mirar bien. Porque su primer toro, en efecto manejable, mediada la faena -que iba ajutada-, se puso a tardear y a revolver, y esa es dificultad que suele dar la medida del valor y la t¨¦cnica de los toreros. Quiz¨¢ Juan Carlos Garc¨ªa se excediera en los pases -ya era in¨²til tanta porf¨ªa- mas el estoconazo que cobr¨®, de efecto fulminante, fue catalogado entre lo m¨¢s torero de la tarde.
Chamaco no pareci¨® atreverse con el primer toro, chiquito pero mat¨®n, encastado donde los haya, y lo mulete¨® crispado, m¨¢s pendiente de vaciarlo hacia afuera que de reunir. Lo malo es que repiti¨® la sesi¨®n al cuarto, pese a que sac¨® una nobleza atemperada y a ratos incluso chochona, dicho sea con perd¨®n.
Ante la general sorpresa, Chamaco quiso sacarle faena al toro que cogi¨® a Juan Carlos Garc¨ªa. Lejos de cuadrar y matar, seg¨²n correspond¨ªa -entre otras razones, por compa?erismo- se puso a pegar unos naturales de rudimentario corte, y luego derechazos, en los que se encontr¨® con los resabios del toro causantes de la cornada.
A buenas horas pretend¨ªa Chamaco reconciliarse con la afici¨®n. Y, adem¨¢s: ?D¨®nde estaba la afici¨®n? ?Do la triunfalista clientela de San Isidro? Por la parte de sombra, los turistas; por la de sol, unos cientos de paisanos; esparcidas la prensa y una docena de conspicuos; en su sitio los del 7; la m¨²sica, el cervecero y ac¨¢. Una cabal representaci¨®n de la fiesta, no cabe duda.
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