Otro cabreo sublime de Harvey Keitel
Se fabrican ahora thrillers a destajo, demasiadas pel¨ªculas policiacas que pretenden convertirse en herederas de la mina de la venerable serie negra y s¨®lo son intrusas en ella. Hay mucha mercanc¨ªa averiada en tanta abundancia y es frecuente, que los c¨®digos del glorioso g¨¦nero sufran en ¨¦sta su reanudaci¨®n actual un envenenado ba?o de puesta al d¨ªa, pues se trata de modelos cuya fuerza depende precisamente de que se mantengan en ellos activados los rasgos de su vieja identidad irrenunciable. No obstante, entre la morralla emerge de vez en cuando una pel¨ªcula con sello y sabor de genuino thriller, y est¨¦ Ajuste de cuentas es una de ellas. Se atiene a las reglas sin caer en mimetismo, y esta libre fidelidad a su procedencia le proporciona una parte considerable de su modernidad y su solvencia.La pel¨ªcula funciona porque su gui¨®n y su director hacen funcionar en ella un mecanismo interior complejo e infalible, porque est¨¢ desde hace decenios sancionado por una tradici¨®n que ha fijado escenarios rituales urbanos y personajes gen¨¦ricos que, pese a que tienen pinta de estereotipos pr¨®ximos a lo abstracto, se prestan a que actores de rara y poderosa singularidad sean capaces de darles la concreci¨®n que necesitan para hacer cre¨ªbles sus duros huesos. Harvey Keitel es uno de esos actores, y aqu¨ª, en funciones de eje de un matem¨¢tico mecanismo de ajuste de cuentas a tumba abierta y en toda la regla, redondea una de sus inimitables creaciones de despojo humano a la deriva, pero obstinado y mort¨ªfero due?o de una oscura nobleza que le embarca en la tarea (con forma de pelea) de sobrevivir a zarpazos en los vericuetos de su h¨¢bitat natural, que es el artificio esc¨¦nico de las junglas de asfalto.
Ajuste de cuentas
Direcci¨®n: John Irvin. Gui¨®n: Ken.Solarz. EE UU, 1997. Int¨¦rpretes: Harvey Keitel, Stephen Dorff, Famke Janssen,Tomothy Hutton. Madrid: Rex, Luchana, Lido, Albufera, Colombia,Benlliure, Acte¨®n, Aluche, Conde Duque y en California (V. 0.).
Ver a Harvey Keitel como anta?o nos ocurr¨ªa con Edward G. Robinson y James Cagney, dos de sus sombras lejanas completamente cabreado, y seguir paso a paso hasta qu¨¦ l¨ªmites llega la explosiva l¨®gica de su cabreo, es uno de los platos m¨¢s fuertes que puede darnos hoy el cine estadounidense. Ajuste de cuentas es eso, nada menos que eso; y tambi¨¦n m¨¢s que eso, un marco argumental bien urdido, para que el genial actor, apoyado en la eficacia de quienes le dan la r¨¦plica, nos regale un recital de su grave, terrible y cejijunta energ¨ªa, a la que ata y desata sin sensaci¨®n de incurrir nunca en exceso, mediante instant¨¢neas y casi imperceptibles transiciones de la quietud al estallido.
La pel¨ªcula, realizada con precisi¨®n y trazado con gran claridad su tortuoso recorrido, se ve mejor que bien; y a ratos nos hace vibrar al comp¨¢s que la pantalla nos marca. Recuerda en ocasiones a eminentes thrillers cl¨¢sicos como Atraco perfecto y La jungla de asfalto, pero se trata de r¨¢fagas de lo que s¨®lo es un parentesco, y nada hay en su composici¨®n que d¨¦ indicios de parasitismo por parte de sus creadores, sino un despliegue leg¨ªtimo por ¨¦stos de itinerarios argumentales y de colisiones de gestos violentos ya explorados en algunas de las paradas m¨¢s inspiradas de las tradiciones del cine negro, pero aqu¨ª singularizadas, no calcadas sino reavivadas. Excelente, libre, exacta recuperaci¨®n del thriller.
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