La normalidad como perversi¨®n
Mario Conde no dir¨¢ ni mus, que lo digan los otros y el pueblo espa?ol con cara de haba dir¨¢ que menudo cachondeo ha sido todo esto de los papeles del Cesid-, escrib¨ªa Beto, Juan Alberto Perote, en la prisi¨®n militar de Alcal¨¢ en los primeros meses de 1996. El coronel tuvo raz¨®n durante bastante tiempo. Pero ahora, finalmente, Conde se confiesa, premeditamente, todos los d¨ªas ante el papel, las c¨¢maras y los micr¨®fonos.Conde, con el auxilio de Perote, mont¨® en 1995, a trav¨¦s de los abogados Jes¨²s Santaella y Mariano G¨®mez de Lia?o, una operaci¨®n de chantaje sobre el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, utilizando el material del Cesid sustra¨ªdo por el citado coronel, ex jefe de la Agrupaci¨®n Operativa de Misiones Especiales de dicho organismo. El ex banquero ofreci¨® a trav¨¦s de su abogado Santaella controlar primero los documentos, contenidos en microfichas y cintas magnetof¨¢nicas, y prometi¨® ponerlos, cuando fuese el momento, a disposici¨®n del Gobierno.
El Gobierno gan¨® tiempo. El ex ministro Jos¨¦ Barrionuevo recibi¨® al portavoz de los chantajistas, Jes¨²s Santaella, y se entrevist¨® con el propio Conde; el ex presidente Adolfo Su¨¢rez hizo lo mismo. Recibi¨® a Santaella y almorz¨® con Conde. M¨¢s tarde, el biministro Juan Alberto Belloch se reuni¨® y habl¨® varias veces con Santaella.
El 24 de abril, el abogado entreg¨® a Barrionuevo, en su despacho de presidente de la Comisi¨®n Constitucional del Congreso de los Diputados, planta primera, el documento Conclusiones, en el que se resum¨ªa en 14 puntos la historia de las acciones del GAL seg¨²n los documentos sustra¨ªdos por Perote del Cesid. El objetivo era que el Gobierno se pensara si val¨ªa la pena o no "negoc¨ªar". Santaella volvi¨® a entregar un documento sobre el mismo tema a Su¨¢rez. Ambos documentos terminaron en manos de su destinatario: Felipe Gonz¨¢lez.
A finales de mayo, Conde envi¨® tres mensajes al director del Cesid, Emilio Alonso Manglano. Deb¨ªa declarar lo que Conde deseaba sobre el informe Crill¨®n. Si no, amenazaba con el apocalipsis.
Manglano declar¨® el 1 de junio ante el juez M¨®ner que no sab¨ªa nada del citado informe sobre las actividades de Conde. D¨ªas m¨¢s tarde, Conde apretaba el bot¨®n: el peri¨®dico El Mundo public¨® que el Cesid espiaba a pol¨ªticos y personalidades, entre las que se contaba el rey Juan Carlos. No fue la primera filtraci¨®n del arsenal de Perote, del cual ya hab¨ªa sacado ala palestra El Mundo una grabaci¨®n de Su¨¢rez en el Cesid, en 1978, pero s¨ª la primera venganza en regla.
Conde logr¨® as¨ª sensibilizar al Gobierno. El ex presidente Su¨¢rez hab¨ªa aconsejado a Gonz¨¢lez recibir a Conde y a Santaella. Pero lo que persuadi¨® a Gonz¨¢lez fue el comienzo del ataque de artiller¨ªa con las cintas magnetof¨®nicas del Cesid el 12 de junio de 1995. El coronel Perote fue detenido, y en esas relaciones de fuerza, golpe contra golpe, Gonz¨¢lez recibi¨®, en compa?¨ªa de Belloch, a Santaella el 23 de junio de 199 5.
?se y otros contactos, entre los abogados de Conde y Perote, Mariano G¨®mez de Lia?o y Jes¨²s Santaella, y el Gobierno, dejaron en claro un programa, de reivindicaciones. Conde ped¨ªa una indemnizaci¨®n de 14.000 millones; el cambio del juez instructor del caso Banesto, Manuel Garc¨ªa-Castell¨®n, por su juez preferido, Miguel Moreiras; la libertad de Perote, entonces en prisi¨®n, y el cese de la inspecci¨®n fiscal que la Agencia Tributaria segu¨ªa, entre otros, al abogado Mariano G¨®mez de Lia?o.
Pero la negociaci¨®n no paraliz¨® el chantaje. El diario El Mundo reanud¨® el bombardeo, en julio y agosto de 1995, a objetivos neur¨¢lgicos del caso GAL con munici¨®n de Perote. Conde quiso seguir demostrando, como lo hab¨ªa hecho el 12 de junio de 1995, que iba. en serio. A primeros de septiembre de ese a?o era evidente que ninguna de las reivindicaciones progresaba. Santaella, "lealmente", seg¨²n dijo a sus interlocutores, advirti¨® al Gobierno que ten¨ªa citas con dos directores de peri¨®dicos de Madrid, El Mundo y Abc. Del bombardeo clandestino, Conde, pues, pas¨® a la acci¨®n abierta de ataque sistem¨¢tico, siempre con las municiones de Perote.
Este peri¨®dico inform¨® el 19 de septiembre de 1995 que Conde chantajeaba al Gobierno desde hac¨ªa meses con el material del Cesid. Uno de los ministros que particip¨® en los contactos, Juan Alberto Belloch, bajo las amenazas de Santaella, dije) que no se trataba de un chantaje, entre otras cosas para no implicarse a s¨ª mismo y a su Gobierno. Santaella busc¨® sin ¨¦xito un comunicado del Gobierno. No lo consigui¨®.
Pero ese mismo d¨ªa 19 tuvieron lugar dos hechos: el ex presidente Su¨¢rez redact¨® y difundi¨® un comunicado y el director de Abc confirm¨® la informaci¨®n de este peri¨®dico sobre el mensaje-amenaza que le transmiti¨®, por cuenta de Conde, al teniente general Manglano el 31 de mayo de 1995.
Su¨¢rez fue transparente: "El se?or Santaella, antiguo colaborador m¨ªo en mi etapa de presidente del Gobierno, pidi¨® verme para hablarme de cuestiones profesionales, en su opini¨®n importantes. En la entrevista me inform¨® de que ten¨ªa conocimiento de temas muy delicados de los que quer¨ªa informar al presidente del Gobierno, y me pidi¨® que transmitiera a ¨¦ste su deseo de entrevistarse con alguno de sus miembros. Habl¨¦ del tema con el presidente del Gobierno y le suger¨ª la conveniencia de que el Gobierno recibiera al se?or Santaella, cosa- que se produjo posteriormente". Un d¨ªa m¨¢s tarde, el 20 de septiembre, Belloch admiti¨® que hubo presiones".
El 8 de noviembre de 1995, Felipe Gonz¨¢lez declar¨® ante el Congreso: "Al menos parte de esta documentaci¨®n se encontraba a disposici¨®n de don Mario Conde", refiri¨¦ndose al material sustra¨ªdo por el coronel Perote.
La concatenaci¨®n de estos hechos fue hasta poco considerada por el peri¨®dico que se benefici¨® de los favores informativos de Conde y Perote, utilizando la cobertura del nombre Viriato, como un delirium tremens, una invenci¨®n para justificar al Gobierno socialista. En esa Versi¨®n Perote y Conde eran algo as¨ª como la reencarnaci¨®n de Daniel Ellsberg, el intelectual de la Rand Corporation que filtr¨® los famosos Papeles del Pent¨¢gono sobre la Guerra de Vietnam a finales de los a?os sesenta.
Ahora, Conde habla de la historia de los papeles del Cesid con normalidad. Va de suyo que si este peri¨®dico hizo algo para que Conde y el Gobierno sometido a chantaje no se pusieran de acuerdo, ser¨ªa su gran honor. Lo que se deseaba simplemente al denunciar la operaci¨®n era poner en conocimiento del p¨²blico lo que hab¨ªa ocurrido a partir del mes de enero de 1995 en este pa¨ªs. Va de suyo que si se pudo contribuir en algo a que Conde tuviera dificultades para trasplantar a este pa¨ªs relaciones propias de Sicilia eso sena un acierto
Pero lo m¨¢s importante de estos d¨ªas no es que los chantajistas y su instrumento period¨ªstico se refieran ahora a esa operaci¨®n admitiendo su existencia. Lo m¨¢s grave es que Conde pretenda hacer pasar esos hechos como normales y sus instrumentos se sorprendan, dos a?os despu¨¦s, tras comer y tragar con buen apetito el material, la manera con que el ex banquero aborda a estas horas la cuesti¨®n del chantaje de 1995.
Si se consiguiera presentar lo que es b¨¢rbaro y an¨®malo como simple y normal, si se lograra que esa normalidad contara con la pasividad de las autoridades judiciales como hasta ahora, que se inhibieron a la hora de averiguar lo que ocurri¨® en 1995, todo esto ser¨ªa lo grave, ahora que Conde lo ha confesado.
Lo perverso no ser¨ªa tanto lo que Conde y sus chicos de la prensa hicieron, cosa que estaba en la naturaleza de sus personalidades, sino que sus actos se conviertan, ahora, a fuer de hablarlos con una calma bienpensante, indolente y no menos indulgente, en una vivencia habitual de los espa?oles. El prop¨®sito de Conde es un paso en esa direcci¨®n. "Lo dices con naturalidad y no pasa nada", parece pensar.
Los hombres no superar¨¢n jam¨¢s el temor a la muerte. Pero conviven mejor con ella elaborando el duelo. Conde ha decidido aceptar la evidencia del chantaje, elabor¨¢ndola, hablando de ello como quien lo hace de una pel¨ªcula que ha visto la noche anterior, presentando sus acciones y movimientos como algo normal, destapando la cara agradable del chantaje -las reuniones, las comidas y los susurros c¨®mplices-, y tapando la parte s¨®rdida, siciliana, desalmada, de su rostro.
Aquello que se lee en las novelas polic¨ªacas es muy entretenido. Un ejemplo es la narraci¨®n breve de Raymond Chandler, Los chantajistas no matan:
"El capit¨¢n sonri¨® cordialmente.
-Un trabajo f¨¢cil y agradable, el chantaje. No tendr¨ªa por qu¨¦ convertirse en algo turbulento.
-Solo un trabajo f¨¢cil, jefe. Casi afeminado, si comprende lo que quiero decir".
Pero en la confesi¨®n de Conde la vida no es que imite al arte, es que la supera con creces. Quiz¨¢ a los expertos en derecho, la historia y la confesi¨®n les resulte tan ins¨®lita que renuncien, como mecanismo psicol¨®gio de defensa, a encajar los hechos en el tipo penal cl¨¢sico de las coacciones. Pero no por ello, los acontecimientos son menos graves.
Una mala digesti¨®n es la ruta m¨¢s segura para su repetici¨®n.
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