Sin clase
En el sal¨®n mayor del Gran Club Canino de Puerta de Hierro, los perros llevan reunidos desde hace horas y no terminan. No es para menos: unos veterinarios de San Agust¨ªn de Guadalix, una oscura e ignota poblaci¨®n de la sierra madrile?a, se han atrevido a montar hace unos d¨ªas un concurso de perros ?sin pedigr¨ª!El hecho ser¨ªa de por s¨ª lo suficientemente grave -ah¨ª es nada: pretender que no hay verg¨¹enza en la ausencia (te casta, y que es algo de lo que se puede hacer publicidad y hasta ostentaci¨®n-, pero es que, adem¨¢s, y eso es lo que m¨¢s subleva, es que adem¨¢s estos cachondos, estos ap¨¢tridas, estos gozques, han obtenido una publicidad en los medios -incluido ¨¦ste- por completo intolerable. Un ejemplo tomado de la cr¨®nica de Raquel Santos, la corresponsal de EL PA?S en San Agust¨ªn: "Ator, de pelaje za¨ªno y con unos ojos azules de impresi¨®n, gan¨® con todas las (te la ley la medalla de oro al chucho m¨¢s guapo".
Lo de pelaje za¨ªno (negro) ha irritado sobremanera al setter irland¨¦s, un perro vago y jugador pero elegante, que no puede comprender c¨®mo se puede reparar siquiera, para alabarle, en un pelaje oscuro. Y aunque no se le nota, pues es un perro de negocios y est¨¢ acostumbrado a conservar la sangre fr¨ªa, la referencia a los ojos azules ha enfadado mucho a un husky siberiano, cuya comunidad tiene desde hace un tiempo la exclusiva de los ojos azules entre la perrer¨ªa madrile?a, un privilegio, por cierto, que si por un lado impresiona grandemente a la gente sensible a las telenovelas y a los rubios y rubias tipo Barbie, por el otro cuesta a los actores elevados impuestos en forma de calor. El husky se considera doblemente burlado: como contribuyente, pues est¨¢ claro que el gozque de los ojos azules no paga sus impuestos, y como representante de su raza: es como si se hubiese descubierto al bastardo de la familia (much¨ªsimas tienen uno), aunque sin la discreci¨®n recomendable en los clubes de caballeros.
Pero el que est¨¢ que echa los colmillos es Bulldog, vicepresidente de la asociaci¨®n y delegado natural de ¨¦sta para los combates duros, aquellos, y nunca mejor dicho, en que hay que echarle los perros a alguien. Nacido en las monta?as del norte y curtido en los torneos de Tercera Divisi¨®n -¨¦sa que premi¨® una vez al gato de un gobernador como el m¨¢s ¨¢gil de los perros perdigueros de su categor¨ªa-, Bulldog no est¨¢ acostumbrado a que nadie interprete en su lugar la legalidad vigente, y lo de ".con todas las de la ley" le pone fuera de s¨ª. (Eso quiere decir que fuma puros compulsivamente y se sienta, con el chaleco desabrochado, en el borde mismo del sof¨¢ Chesterfield).
Y es que Bulldog sabe. Incapaces como siempre de comprender la situaci¨®n hist¨®rica, chihuahuas y perros de lanas se han mostrado un tiempo estupefactos, y ya se les ve ansiosos de volver al tute y al golf. Bulldog los desprecia.
Fr¨ªvolos hasta la muerte, caniches y cockers coqueteany se hacen arrumacos en las esquinas del gran sal¨®n, aqu¨¦llas decoradas con grabados ingleses de caza, sabiendo, sin embargo, que todo amor entre ellos, si se consuma, est¨¢ penalizado con la deshonra, la ruina y el destierro. Bulldog los odia (y los envidia: por la noche se, desquitar¨¢ en un local de Capit¨¢n Haya con un lebrel de Afganist¨¢n).
Ego¨ªstas y miopes, terriers, pastores alemanes, mastines y sanbernardos discuten una y otra vez sobre la letra menuda de las circunstancias, llevando tras ellos los miles de a?os de luchas tribales y de celos protocolarios en la corte, y no se dan cuenta de que esta vez sobre la mesa hay un envite mucho, mucho m¨¢s trascendente. De prosperar, todos ellos estar¨¢n en cuesti¨®n. Adi¨®s al tute, al golf, adi¨®s a las costumbres y privilegios, y adi¨®s para siempre a su nombre, a su casta, a su raza. Adi¨®s incluso- y esa posibilidad pone de los nervios a los caniches y a los pequineses-a las revistas del coraz¨®n. Ya no volver¨¢n a acosarles, ya nadie querr¨¢ saber de qu¨¦ color son sus pijamas.
Bulldog no est¨¢ dispuesto. De modo que, mientras deja que su lugarteniente, un boxer, le sustituya, ¨¦l se desliza a un sal¨®n contiguo, donde lo espera su fiel secretaria, una hiena maquillada como una adorable perrita pointer.
Y le da instrucciones.
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