La "catedral" rompe con todo
El torneo londinense obliga a los jugadores a prepararse para una superficie en la que se juegan seis torneos anuales
"?Hierba?, no gracias". La respuesta de los tenistas espa?oles ha sido mayoritariamente ¨¦sta. S¨®lo uno de los espa?oles clasificados entre los 20 mejores jugadores mundiales acudir¨¢ al torneo de Wimbledon, que hoy se inicia en la hierba londinense (Canal +, 15.00). Carles Moy¨¢, que hoy debutar¨¢ frente al norteamericano Steve Bryan, salido de la fase previa, es el ¨²nico entre los siete espa?oles participantes en el cuadro masculino que ha sido designado cabeza de serie (10'). Ni Alex Corretja, ni Sergi Bruguera, ni Albert Costa, ni Alberto Berasategui, ni F¨¦lix Mantilla participar¨¢n en el torneo. Lesiones y cierta falta de inter¨¦s han propiciado una retirada tan masiva.Sin embargo, los espa?oles no son una excepci¨®n. A nadie le gusta ver rota por completo su temporada si no tiene opciones reales de ganar en la catedral londinense. Para cualquier jugador, prepararse para la hierba supone un gran sacrificio, con escasas posibilidades de rentabilidad. Cada a?o s¨®lo hay un ganador en Wimbledon. Pero la mayor parte de jugadores del circuito se centran durante cuatro semanas en esta superficie, en la que se disputan s¨®lo seis torneos anuales. La mayor¨ªa de jugadores echan pestes sobre Wimbledon por la incomodidad que supone el torneo, la escasez de pistas de entrenamiento, el deterioro progresivo de la hierba a medida que pasan los d¨ªas, la falta de atenciones de los organizadores, la prepotencia que irradia todo el entorno del torneo.
La tradici¨®n lo salva todo
Wimbledon rompe con todo. Es el ¨²nico torneo que se permite el lujo de elaborar su lista de cabezas de serie sin tener en cuenta las clasificaciones mundiales del ATP y el WTA -el abierto de EE UU lo hizo el a?o pasado y no lo repetir¨¢- Comienza a disputarse s¨®lo 15 d¨ªas despu¨¦s de que finalice Roland Garros, lo cual apenas deja tiempo para la preparaci¨®n. Las fechas no son las m¨¢s indicadas, puesto que en Londres suele llover y cada partido se convierte en una espera interminable y se alarga horas y m¨¢s horas. Para los especialistas en tierra batida supone un par¨®n en mitad de temporada: tras Par¨ªs prosiguen los torneos de tierra todo el verano en Europa. Y a los especialistas en pistas r¨¢pidas la adaptaci¨®n les resulta m¨¢s c¨®moda, pero les retrasa su preparaci¨®n para los torneos sobre el cemento americano.Todo son inconvenientes, pero la tradici¨®n puede con ellos. Wimbledon es la cuna del tenis, un torneo que comenz¨® en 1877 y que fue estableciendo con el tiempo las normas que rigen el tenis actual. Mantiene una vetusta central que se llena de colorido todos los a?os durante una quincena y en la que han ganado los m¨¢s grandes jugadores, de la historia. El torneo es uno de los acontecimientos m¨¢s vistos del planeta y produce anualmente miles de millones de pesetas de beneficios. El campe¨®n atraviesa las barreras meramente deportivas para convertirse en un producto de mercadotecnia utilizado en muchos otros ¨¢mbitos sociales.
La tradici¨®n convive en Wimbledon con la modernidad. Al lado de la hist¨®rica central, los organizadores del torneo han creado otra gran pista con capacidad para 11.000 espectadores, que se inaugurar¨¢ oeste a?o. Para construirla se tuvo que destruir el Aorangi Park, un inmenso campo de hierba donde el ¨²ltimo fin de semana del torneo actuaba la orquesta municipal de Wimbledon y amenizaba el desayuno campestre de los aficionados. Sin embargo, la nueva pista uno, de forma circular, no es tan alta como la central -tendr¨¢ s¨®lo cuatro pisos-, como marca la tradici¨®n. Los premios del torneo tambi¨¦n se incrementar¨¢n, como suele ocurrir. El campe¨®n recibir¨¢ 105 millones de pesetas. Y la campeona algo menos, 95.
Nadie es capaz de sustraerse a todo eso. Incluso los tenistas m¨¢s reticentes, aquellos que saben que no tienen juego ni capacidad para ganar ni un partido, quieren pasar alg¨²n a?o por la catedral y cerciorarse de que hacen bien no yendo. Suelen acudir con una mentalidad negativa y se van sin haberse librado de ella, pero se llevan el certificado que les acredita como aut¨¦nticos profesionales. "Yo tambi¨¦n he jugado en Wimbledon", acaban diciendo. Esa es la grandeza del torneo londinense. Rinde incluse a sus m¨¢s ac¨¦rrimos enemigos.
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