A la sombra de Lucifer
Abundan los cronistas en que el del Angel Ca¨ªdo es el ¨²nico monumento del mundo dedica do a la infausta memoria de Lucifer, pero no hay que fiarse, pues ya saben los lectores de estas p¨¢ginas lo aficionados que son (somos) los cronistas de la villa a los superlativos indemostrables y absolutos. El parque m¨¢s grande del mundo, el rascacielos m¨¢s alto de Europa o el mausoleo m¨¢s grande de la era contempor¨¢nea (el Valle de los Ca¨ªdos) figuran en la n¨®mina de excesos certificados por los amanuenses de este oficio cortesano. Por lo menos, lo del Valle de los Ca¨ªdos, donde por supuesto no tiene cabida nuestro Angel, figura o figura ba en el Libro Guinness de los r¨¦cords.La estatua del ?ngel Ca¨ªdo es ante todo un homenaje al perdedor, al primer perdedor de la protohistoria b¨ªblica. Un monumento raro, desde luego, pues la historia no suele conmemorar con estatuarias los fracasos, sino los triunfos. Los t¨²mulos levantados en homenaje a los ca¨ªdos en los frentes de batalla son, al fin y al cabo, constataciones de victorias p¨®stumas, testimonios con Ios que los supervivientes agradecen los esforzados servicios a la posteridad realizados por las v¨ªctimas. El pol¨¦mico monumento al ?ngel Ca¨ªdo es, sin embargo, testimonio de una derrota eterna, de una ca¨ªda irremisible.
La escultura de Ricardo Bellver, premiada en la Exposici¨®n Nacional de 1878, nunca fue vista con buenos ojos por la feligres¨ªa rezadora que suele desgranar sus rosarios en el parque del Retiro para expiar los pecados ajenos sin reparar en los propios. Como argumento de peso con vistas a la erecci¨®n de un monumento a la Virgen en este recinto se citaba no hace mucho tiempo la necesidad de contrarrestar la perniciosa influencia del ¨¢ngel maldito entronizado en un privilegiado rinc¨®n del parque. Con la misma raz¨®n podr¨ªan estos fundamentalistas pedir la eliminaci¨®n de las figuras diab¨®licas que ocupan un puesto relevante en la iconograf¨ªa cristiana tradicional, desde las g¨¢rgolas g¨®ticas a los demonios coloraos, rabilargos y cuernicortos que suelen posar con dolorido y afrentado gesto bajo los pies de v¨ªrgenes y santos, heridos por la lanza de san Miguel Arc¨¢ngel o puestos en fuga por los ensalmos de alg¨²n anacoreta.
Como su propio nombre se?ala, el ?ngel Ca¨ªdo no est¨¢ representado precisamente en una pose airosa y desafiante, no ha sido retratado en ese brev¨ªsimo momento de gloria, en el chispazo de la rebeli¨®n. El ?ngel Negro, derribado en tierra, se tapa los ojos deslumbrado ante la gloria flam¨ªgera e inmisericorde del Creador en una pose de irremediable y eterna derrota. Sobre su cuerpo retorcido reptan espantosas y atormentadoras sierpes que el escultor tom¨® prestadas de Laocoonte, una de ellas, para no dar m¨¢s alas al esc¨¢ndalo, cubre p¨²dicamente las partes m¨¢s diab¨®licas y luciferinas de su crispada anatom¨ªa velando el secreto mejor guardado de los ¨¢ngeles.
M¨¢s m¨ªtol¨®gico que escatol¨®gico, posee el ¨¢ngel maldito cierta grandeza en su fatal ca¨ªda, a¨²n no han aparecido en Lucifer los estigmas del rabo, la cornamenta y las pezu?as, su cuerpo a¨²n no ha sido deformado y envilecido por el castigo divino, su parentesco con las ang¨¦licas y ef¨¦bicas huestes a¨²n se trasluce bajo la negra p¨¢tina. A los pies del pedestal, grotescas m¨¢scaras zoom¨®rficas le escoltan entre burlonas y terribles.
Cuentan cr¨®nicas no del todo fiables que alrededor del monumento al ?ngel Ca¨ªdo celebran nocturnales remedos de aquelarre neosatanistas m¨¢s pr¨®ximos a los infiernos virtuales de Hollywood que a las leg¨ªtimas calderas de Pedro Botero, adeptos a sectas sat¨¢nicas por correspondencia y otros nigromantes de pacotilla y esperpento. Tambi¨¦n dieron cuenta los peri¨®dicos de mediciones de "ondas" y "fluidos", de psicofon¨ªas y fantasmagor¨ªas llevadas a cabo por "cazafantasmas" uniformados y parapsic¨®logos de reality show en sus proximidades. Pero por mucho cuento y conjuro que le echen, el se?or Lucifer, que sigue siendo un soberbio de tomo y lomo, no debe gustar de un monumento que le representa en el momento m¨¢s bajo de su diab¨®lica carrera.
Este a?o, las casetas de la Feria de Libro llegaban a las inmediaciones de la glorieta del ?ngel Ca¨ªdo, pero la influencia del "Malo" no se dejaba sentir en la lista de libros m¨¢s vendidos, poemas de amor y novelas ejemplares se impon¨ªan a las obras de los escritores malditos o mal¨¦volos y a los tratados de nigromancia. Lucifer no se ha beneficiado para nada de la moda ang¨¦lica que ha inspirado numerosos best sellers y manuales para tener contento a nuestro ¨¢ngel de la guarda. Desde su pedestal, el Angel Ca¨ªdo se morir¨ªa de envidia viendo triunfar a sus antiguos e impolutos colegas, aunque quiz¨¢ esbozase un rictus mal¨¦volo viendo la cantidad de bazofia con plumas que devoraban sus adeptos.
Ajenos a cualquier vibraci¨®n mal¨¦fica juegan los ni?os a los pies del pobre diablo, que goza, eso s¨ª, de una privilegiada ubicaci¨®n junto a la Rosaleda del parque.
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