Tiempo fr¨ªo
No s¨®lo ¨¦l reci¨¦n estrenado verano, tambi¨¦n muchos hemos quedado ateridos por dentro con las duras noticias que para la naturaleza trajo la semana pasada. La minicumbre de la Tierra, solemnidad una vez m¨¢s defraudada en la ONU, se ha saldado con una pornogr¨¢fica exhibici¨®n de que se puede mentir hasta lo imponente. All¨ª todos frueron poco menos que ecologistas radicales. S¨®lo por fuera, claro. Si acaso cabe felicitarse de que al menos el ropero de los mandatarios incluye un disfraz verde con el que exhibirse de vez en cuando. Es m¨¢s, se ha demostrado que todo vale para defender el modelo que pretende seguir saqueando los graneros de la vida. Pero, ante, todo, el balance de R¨ªo 92 se salda con un dr¨¢stico desmentido a una de las mejores definiciones del ser humano. Dec¨ªa Nietzsche que somos animales que prometemos y que buena parte de nuestras expectativas se basan en el cumplimiento de esos prop¨®sitos. Una cierta confianza en lo que decimos y nos decimos resulta imprescindible para ser lo que somos. Y somos los ¨²nicos que proyectamos nuestro futuro.Ser lo que se dice o decir lo que se es, resulta un raro privilegio. que s¨®lo alcanzan unos pocos. Pero cuando alguien, y m¨¢s si ostenta la m¨¢xima responsabilidad p¨²blica, acuerda algo sabiendo que va a incumplirlo, no s¨®lo se enga?a: traiciona a la condici¨®n humana. Y ¨¦sa es la norma en materia ambiental. Con el agravante de que con esos aplazamientos e incumplimientos perdemos todos y si adem¨¢s ello empeora la salud del conjunto del planeta, tambi¨¦n quedan despose¨ªdas de sus derechos las pr¨®ximas generaciones. A defenderlos precisamente. Se dedicaba Cousteau.
Su muerte es la segunda fatalidad del presente, su casi congelaci¨®n. La causa de la vida en este planeta ha perdido a su primer e indiscustible l¨ªder. Al m¨¢s completo, conoc¨ªdo, sincero y honesto de sus defensores. Han circulado decenas de semblanzas y valoraciones sobre su figura y obra. La urgencia ha trivializado una vez m¨¢s buena parte de las mismas. O ha pasado de puntillas sobre la inabarcable dimensi¨®n de este humanista que quiso comprender con lo ¨²nico que acerca a ese anhelo. Es decir, con una sencillez personal, con toda modestia posible en relaci¨®n a nuestra pretendida capacidad de conocimientos y con la m¨¢xima honestidad hacia los compromisos libremente asumidos. Tambi¨¦n fue uno de los cada d¨ªa m¨¢s escasos denunciadores de las principales causas del ocaso de la naturaleza y del humanismo:
"Hoy, el ser humano s¨®lo tiene tres grandes desaf¨ªos ante s¨ª, pero desaf¨ªos formidables y que ir¨®nicamente han sido creados por ¨¦l mismo: la superpoblaci¨®n, el despilfarro de los recursos, y la destrucci¨®n del ambiente. Triunfar sobre estos problemas, precisamente porque somos su causa, debe ser en la actualidad nuestra m¨¢s profunda motivaci¨®n". Y adem¨¢s se?al¨® al responsable: el sistema consumista.
A pocos humanos les cabe el honor de que mayor¨ªas inmensas les reconozcan por su tarea. A menos a¨²n llegamos a relacionarlos con sus pasiones, Ah¨ª est¨¢ el Cousteau por descubrir. Este defensor, por amante, de la vida, ser¨¢ indeleble m¨¢s que por sus Oscars, sus Palmas de Cannes, sus Emys o su Global 500, porque fue sincero. Es decir, se sinti¨® parte de este tan incomprensible como bello planeta. Se diluy¨®, no otro es el profundo sentido en la inmersi¨®n en el mar, en la sustancia b¨¢sica y primordial. As¨ª se llega a ser tambi¨¦n Poeta. Y lo demostr¨®:
"Allende los reba?os, dispersos por los montes,/ Que balan a la luz de la alborada, / Fuera de las cavernas sociales, /En los arcanos espacios de la mente/ Se agitan los sue?os del mar ... Mitos evanescentes, vapores de temor/ danzas de la libertad,/ Fiebres del riesgo,/ Crean,/ Nutren,/ Acarician,/ Al poeta del Mar".
Se nos apag¨® Cousteau, acaso como la ¨²ltima de sus protestas por el creciente fr¨ªo de los poderes planetarios.
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