Elogio del mestizaje
El adjetivo "mestizo" carga con el inmenso lastre de una inmemorial connotaci¨®n negativa y hasta infamante. Es muy significativo que el Diccionario de Autoridades lo defina como "adjetivo que se aplica al animal de padre y madre de diferentes castas". En una civilizaci¨®n que, durante siglos, tuvo como gran mito social el de la "pureza de sangre" y el de la legitimidad excelsa de la descendencia, este adjetivo lleg¨® a tener, aplicado a los humanos, un valor de insulto que todav¨ªa no ha perdido del todo. Sin embargo, semejante repudio es completamente contrario a la, realidad de la historia.La historia de los pueblos del Mediterr¨¢neo, para no referirnos sino a ellos, desde la m¨¢s remota antig¨¹edad, no es' otra cosa que el recuento de guerras, encuentros violentos y mezclas continuas entre las naciones que poblaron sus riberas. La expansi¨®n de la cultura griega, que es la que m¨¢s de cerca nos toca, es una histor¨ªa continua de invasiones y raptos que provocaron grandes cambios en la concepci¨®n del hombre y del mundo.
La expansi¨®n del Imperio Romano fue un inmenso proceso de mestizaje entre culturas y lenguas distintas, del que surgi¨® la rica y contrastada cultura occidental. La historia de Espa?a es un dram¨¢tico ejemplo de un proceso continuo de invasiones, encuentros y mezclas, del que surgi¨® la Espa?a de hoy.
Si algo caracteriza al mundo actual es la dimensi¨®n, potenciada al infinito por los modernos medios; de comunicaci¨®n, de un proceso de mestizaje cultural que, por primera vez en la historia, nos acerca a vislumbrar la realidad de una cultura mundial que no va a ser, finalmente, otra cosa que una incorporaci¨®n de todas las culturas hist¨®ricas locales a una nueva realidad de alcance global.La colonizaci¨®n del continente americano por los espa?oles es, tal vez, el ejemplo m¨¢s v¨¢lido y evidente de mestizaje, que alcanza proporciones extritordinarias en un tiempo relativamente corto. A, la llegada de Col¨®n, el Nuevo Continente estaba disperso y separadamente poblado por muchas etnias ind¨ªgenas, desde los ta¨ªnos de las Antillas, recolectores y cazadores, hasta las grandes civilizaciones como las de los mayas, los mexicas y los incas. Esas agrupaciones humanas practicaban numerosas y distintas religiones, que poco ten¨ªan en com¨²n, hablaban centenares de lenguas diferentes y ten¨ªan visiones propias del mundo, del hombre y de su destino.Los espa?oles fueron a Am¨¦rica dentro de un gran impulso nacional de reconquista religiosa, con el descomunal prop¨®sito, logrado al precio de las mayores violencias, de unificar toda aquella inmensa masa humana heterog¨¦nea en una sola creencia religiosa, una sola lengua y un solo ideal de civilizaci¨®n. M¨¢s tarde aparecieron los africanos en n¨²mero creciente para aportar, en esclavitud, la principal fuerza de trabaj¨® para aquella tarea de transformaci¨®n.Fue cruento: el proceso. Se pag¨® al precio de, inmensas destrucciones. El caso de la conquista de M¨¦xico se lee todav¨ªa con pavor y asombro por la dimensi¨®n de la lucha no s¨®lo por dominar a un vas to conjunto de naciones, sino, tambi¨¦n, para cambiarles radicalmente el esp¨ªritu. Se hizo a un costo de violencia y des trucci¨®n, pero de ese hecho surgi¨® la realidad cultural de la actual Am¨¦rica Latina, con todas sus consecuencias positivas y negativas.
El resultado fue el surgimiento de la Am¨¦rica Latina, que no fue un mosaico de culturas y de situaciones hist¨®ricas, sino la real creaci¨®n de un Nuevo Mundo, que forma hoy parte cierta de Occidente. En menos de un siglo se cre¨® una nueva situaci¨®n cultural que transform¨® a fondo la mentalidad de los habitantes del Nuevo Continente y que cre¨® un nuevo hecho hist¨®rico de gran originalidad. Bastar¨ªa recordar el hecho ins¨®lito de -que ese mestizaje deliberado hizo posible que, dentro del primer siglo de la conquista, se hubiera creado una nueva realidad cultural, en la que brota un personaje tan sorprendente y revelador como el Inca Garcilaso de la Vega, en el Per¨². El autor de Los comentarios reales logr¨® dejar en insignes obras literarias el testimonio elocuente de esa nueva realidad, que no se dio en ning¨²n otro caso en la conquista de Asia y de ?frica por las potencias europeas.
Habr¨ªa que recordar, tambi¨¦n, la figura singular de Sim¨®n Bol¨ªvar y su concepci¨®n de la independencia de la Am¨¦rica del Sur. No se le puede comparar en ning¨²n caso con las figuras de los que lucharon contra el r¨¦gimen colonia? en ?frica del Norte o en Asia. Todos ellos se propon¨ªan vencer a un invasor extra?o y restablecer un pasado vencido. No hab¨ªa ning¨²n pasado que quisieran restablecer Bol¨ªvar y, con ¨¦l, la gran mayor¨ªa de las figuras de la Independencia americana. No hab¨ªa nada que semejara repudio de una realidad impuesta para regresar a un m¨ªtico pasado, sino, por el contrario, una voluntad de continuar el proceso en otros t¨¦rminos, sin cambio cultural. El caso de Benito Ju¨¢rez, el indio zapoteca puro que, como presidente de M¨¦xico, enfrent¨® con insigne grandeza la invasi¨®n de las tropas de Napole¨®n III, ilustra igual mente, de manera elocuente, la voluntad de continuar la historia dentro del rumbo de Occidente, sin ninguna intenci¨®n de regreso a un pasado m¨ªtico.
Podemos decir, sin exageraci¨®n, que la historia de las culturas es la historia de la mezcla de las culturas, y que ese proceso continuo y fecundo de mezcla ha sido la causa mayor del progreso y expansi¨®n de las civilizaciones hasta desembocar en este mundo actual, tan confuso, contradictorio y pleno de inmensos desaf¨ªos.
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