La nueva Agencia Tributaria
TARDE O temprano, los errores pol¨ªticos se pagan. La destituci¨®n del director de la Agencia Tributaria, Jes¨²s Bermejo, en el ¨²ltimo Consejo de Ministros es la demostraci¨®n expl¨ªcita de que el Gobierno fracas¨® en su empe?o de convencer al Parlamento y a la opini¨®n p¨²blica de que el Ejecutivo,anterior hab¨ªa favorecido fiscalmente a un grupo de amiguetes. El intento de imputar a Pedro Solbes y a su equipo una amnist¨ªa fiscal encubierta, con un coste para la Hacienda p¨²blica de 200.000 millones, se ha saldado con un fracaso pol¨ªtico para el instigador -el Gobierno-, como se desprende de las conclusiones de la comisi¨®n parlamentaria que investig¨® el caso. Lo peor es que la torpeza en el manejo de esta crisis ha cuestionado gravemente la profesionalidad de los inspectores fiscales y ha puesto en cuesti¨®n, moment¨¢neamente, la credibilidad de los responsables institucionales de que la Hacienda p¨²blica funcione bien.El mutis silencioso de Bermejo plantea muchas dudas razonables. Aunque la tesis oficiosa d¨¦ por hecho qu¨¦ el ex director de la Agencia construy¨® el caso de los 200.000 millones ante sus superiores y lo present¨® como rentable en t¨¦rminos pol¨ªticos, cabe dudar de la misma. Hay que preguntarse si la responsabilidad pol¨ªtica se detiene en la persona de Bermejo, que se convertir¨ªa en una especie de chivo expiatorio de los errores de sus superiores, o debe extenderse a quienes aceptaron sin comprobaci¨®n unas denuncias gratuitas de delito y trasladaron al Congreso acusaciones de suma gravedad, probablemente para ganar votos. El secretario de Estado de Hacienda, Juan Costa, por ejemplo, dio p¨¢bulo a inexistentes delitos de prevaricaci¨®n y se empecin¨® en montar. un caso para la investigaci¨®n parlamentaria a partir de lo que era simple negligencia administrativa. La destituci¨®n de Bermejo cauteriza a conveniencia de Costa los da?os del fallido esc¨¢ndalo en el nivel de director de la Agencia.
Es de temer que la celeridad con que se ha echado tierra sobre este asunto- relegue al olvido algunos acontecimientos que quedan pendientes, Costa deber¨ªa explicar p¨²blicamente qu¨¦ ha pasado con el expediente te¨®ricamente abierto a Jes¨²s Bermejo para aclarar sus visitas nocturnas a las instalaciones de la Agencia Tributaria -conocidas por la, opini¨®n p¨²blica a trav¨¦s de la prensa-; qu¨¦ expedientes buscaba y con qu¨¦ finalidad los requer¨ªa; o si, por el contrario, la destituci¨®n del ex director y su nuevo reacomodo en el Instituto de Estudios Fiscales cancelan la investigaci¨®n.
La irresponsabilidad pol¨ªtica del Gobierno en este caso, al aceptar las tesis de favoritismo fiscal sin un indicio s¨®lido de partida, han da?ado el prestigio de la Agencia Tributaria. El ¨²nico, hecho favorable de este desdichado asunto es que al menos en el relevo al frente de la Agencia se ha optado por una opci¨®n profesional y experimentada. El nombramiento de Jos¨¦ Aurelio Garc¨ªa Mart¨ªn, un funcionario experto que se permiti¨® suspender a un alumno llamado Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en la Escuela de Hacienda P¨²blica, permitir¨¢ serenar el trabajo profesional del organismo, para que ¨¦ste pueda dedicarse al buen funcionamiento de la Hacienda p¨²blica en lugar de rastrear quim¨¦ricos expedientes con fines pol¨ªticos.
Que este retorno a la normalidad sea posible depende de que los m¨¢ximos responsable! del Gobierno y del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda hayan aprendido la lecci¨®n y renuncien a utilizar la Agencia Tributaria -o cualquier otra instituci¨®n del Estado- como arma pol¨ªtica contra sus adversarios. La discreci¨®n ser¨¢ beneficiosa tambi¨¦n para sus propias responsabilidades p¨²blicas. Entre ellas, muy particularmente, la de dise?ar y poner en marcha el nuevo. impuesto sobre la renta que vienen anunciando desde su programa electoral, pero que, a fuerza de retrasos y globos sonda contradictorios, no llegan a concretar ni a hacerlo cre¨ªble. Ahora que el caso del favoritismo fiscal est¨¢ pol¨ªticamente cerrado, quiz¨¢ pueda la Secretar¨ªa de Estado de Hacienda dedicar su tiempo a reformar el IRPF y a reducir, como prometieron, los impuestos de todos los ciudadanos.
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